DEBATE DE POLÍTICA GENERAL

Catalunya y Valencia, reencuentro entre 'primos hermanos'

Carles Puigdemont y Ximo Puig, en València

Carles Puigdemont y Ximo Puig, en València / periodico

JOSE RICO / BARCELONA

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La primera vez que un presidente catalán y uno valenciano se vieron las caras la cita acabó a huevazo limpio. Fue el 28 de junio de 1983, en la toma de posesión del socialista Joan Lerma como mandatario de una autonomía valenciana que apenas gateaba, y que este domingo celebra de nuevo la Diada del 9 d'Octubre. La presencia de Jordi Pujol en el Saló de Corts del Palau de la Generalitat, en València, irritó al blaverismo, que le despidió con porrazos y huevos contra su coche oficial. Los diputados de la blavera Unió Valenciana se ausentaron del acto en protesta por la presencia del "instigador y propulsor de la anticonstitucional y antiestatutaria idea de Països Catalans".

El pasado 19 de septiembre, dentro y fuera del Saló de Corts, el 'president' Carles Puigdemont fue agasajado, a pesar del 'procés', en una cumbre bilateral que simbolizó el reencuentro entre dos territorios económica y culturalmente hermanos -'cosins germans', según el dicho popular-, pero en cuya relación han pesado siempre más las diferencias políticas que los intereses comunes. Tras aquel hostil recibimiento, Pujol intentó serenar los ánimos: "Soy portador de un mensaje de amistad y fraternidad; creo que las susceptibilidades sobre la lengua, la bandera y demás se han acabado con los pactos y no deberían seguir siendo motivo de fricción, ni en Valencia ni en Catalunya".

HERIDAS DE LA TRANSICIÓN

Las heridas nacieron en la transición, cuando el centroderecha valenciano hizo del anticatalanismo toda una cruzada. El resultado: 'senyera' propia (con franja azul), lengua con nombre propio (valenciano) y 'Comunidad' en lugar de 'País' en el topónimo. El PSPV aceptó estas bases y se propuso enterrar el debate por la vía de la indiferencia, aunque Lerma y Pujol se citaron cinco veces para tratar de hacer piña en las carpetas comunes, la mayoría aún pendientes hoy, como las infraestructuras, los agravios de la financiación autonómica y la reciprocidad de TV-3 y la extinta Canal 9.

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"TV-3 no se verá en Valencia si TVV no puede verse en Catalunya", advertía Lerma en 1988, un año antes de que naciese la televisión que el PP clausuró en el 2013 tras haberla llevado a la ruina. "La televisión valenciana será bien recibida en Catalunya siempre que emita en valenciano", replicaba Pujol durante un breve encuentro con Lerma en Benicàssim en 1989, en el que también se habló del trasvase del Ebro y la llegada del AVE a la costa mediterránea. Ya entonces se hablaba de estos dos temas. "No es lógica ni es buena la escasa colaboración que existe entre nuestras comunidades, pero creemos que las iniciativas no deben surgir de nosotros. No pretendo meterme donde no me llaman, pero hay que superar ciertos recelos", recetó un conciliador Pujol.

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RECELOS COLONIZADORES

El enfoque catalán siempre ha sido buscar en el amigo valenciano un socio económico que reforzase las reivindicaciones compartidas por todo el arco mediterráneo. Pero el vecino del sur siempre ha visto tras estos movimientos pretensiones colonizadoras, azuzadas por la bandera de los "Països Catalans" que empuñan partidos como ERC, la CUP y sectores de la antigua CDC. "Han existido en el pasado actitudes imprudentes, algunas de ellas en Catalunya, que han provocado un distanciamiento entre las dos comunidades", reconocía Pujol junto a Lerma en 1992 en València. La crisis económica de los años 90 favoreció que se estrechasen los lazos, pero la conquista del poder por parte del PP congeló de nuevo las relaciones.

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"La lengua dejará de enfrentarnos", proclamó un ufano Eduardo Zaplana tras aterrizar en la Generalitat Valenciana. Nada más lejos de la realidad. La absurda batalla por la unidad del catalán, basada en el pulso entre el secesionismo lingüístico y el pancatalanismo, se resolvió con la creación, pactada por Pujol y Zaplana, de la Acadèmia Valenciana de la Llengua. La confrontación política, acentuada de forma nada inocente cuando se aproximaba una campaña electoral, dejó paso a la frialdad e incluso a la incomunicación más absoluta.

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OFENSIVA ANTICATALANISTA

El sucesor (y acérrimo enemigo) de Zaplana, Francisco Camps, se negó a recibir a Pujol y a Pasqual Maragall, y solo accedió a verse en el 2009 con José Montilla José Montilla. En paralelo, Camps redobló la ofensiva anticatalanista -con la clausura de los repetidores alegales de TV-3 en Valencia- y trató de potenciar un "eje de la prosperidad" que compitiese con el mediterráneo, con sus correligionarios Esperanza Aguirre (Madrid) y Jaume Matas (Baleares). Los tres políticos que han acabado devorados en mayor o menor medida por la corrupción. La llegada de Alberto Fabra, partidario confeso de que TV-3 se viera en la Comunitat Valenciana, distendió la guerra fría y retomó el diálogo con Artur MasArtur Mas, de nuevo con el Corredor Mediterráneo como catalizador.

En el libro de honor de la Generalitat Valenciana, Puigdemont dejó escrito hace tres semanas este deseo: "Que podamos compartir retos de manera leal y continua durante muchos años".