La pugna por el liderazgo de la izquierda marca el arranque de campaña

El líder del PSOE, Pedro Sánchez, y el de Podemos, Pablo Iglesias, en una de las reuniones que mantuvieron en el Congreso tras el 20-D

El líder del PSOE, Pedro Sánchez, y el de Podemos, Pablo Iglesias, en una de las reuniones que mantuvieron en el Congreso tras el 20-D / periodico

GEMMA ROBLES / MADRID

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Se publicó este jueves de inicio de campaña (sí, otra campaña) un CIS-tsunami que bendice la polarización de la política española; que pronostica el doble ‘sorpasso en votos y escaños de Unidos Podemos a los socialistas; que coloca a Mariano Rajoy y a Pablo Iglesias como potenciales jefe del Ejecutivo y de la oposición –el orden dependería de la capacidad de cada un para tejer alianzas– y que aconseja a Ciudadanos no aspirar a demasiado. Al PSOE le sacude y le obliga a darlo todo y más y más y más si no quiere dejar de ser el referente de la izquierda. O de la socialdemocracia, esa etiqueta de moda que se disputan ferozmente en las últimas horas los que siempre la han llevado (en alguna ocasión haciendo poca gala de ella, y de aquellos polvos…) y los que, desde arriba y desde abajo ahora llegan con afán de conquista de ese feudo ideológico.  

Así fue. Se publicó este jueves de inicio de campaña (sí, conviene repetirlo para hacerse el cuerpo al festival mitinero y televisivo que se viene encima) un macrosondeo basado en 17.500 entrevistas que a pocos puede dejar indiferentes por una cosa o por otra y que, sin embargo, la mayoría de sus protagonistas políticos dice que conviene no tomar demasiado en serio. Los popularespopulares, porque estiman que su victoria puede incluso superar ampliamente el 30% –el último sondeo del centro de investigaciones sociológicas les coloca en el 29,2% con 118-121 escaños– si logran el ansiado retorno de un buen pellizco del voto que emigró a C’s el pasado diciembre. Y si la aplicación de la ley electoral les es más favorable en la noche del recuento, como esperan, cuando los indecisos (un 32,4% ahora) deja de serlo.

En todo caso con un resultado similar al logrado en las últimas generales, los 123 escaños, el PP ganará. Obvio. Podría gobernar. Esto sudando y ayudado –sí se presta– por un PSOE en hipotética descomposición. Y puede pasar las de Caín para lograr que no le tumben ‘in extremis’ al líder, Mariano Rajoy, a cambio de conservar La Moncloa.

CIUDADANOS QUIERE TOCAR PODER

Quien menos ha ocultado que sus deseos pasan por ese final de cuento es Albert Rivera. Tras su experiencia en las últimas generales, en las que logró 40 escaños, y el papel desempeñado en las posteriores e infructuosas negociaciones, ya no oculta que esta vez quiere tocar poder si es posible a cambio de apoyar ‘a los mayores’. Y que si una carambola lo permitiese, querría llevarse como trofeo la cabeza política de Rajoy en la jugada y abrir camino a la presidencia a otro popular. Siempre que al PSOE no le cambien los astros en el último momento y tenga que decidir a qué ‘mayor’ avalar. Partiendo de que a Pablo Iglesias, ni agua.

No obstante, los resultados que el CIS augura a C’s, de momento, son modestos. Más aún que en el 20-D, aunque los 'naranjas' confían en arañar algún escaño más de los 38-39 que les pronostica la macroencuesta para consolidar al menos el peso que ya tenían.

FAMILIA Y VOTO

Pero el gran combate se juega en la izquierda. Los números cantan. Sus líderes lo sabían y velaban espadas antes de que el último sondeo oficial consagrara el vocablo ‘sorpasso’ y le diera carta de naturaleza y un palco en la campaña. Ya se verá si con categoría de fantasma o como adelanto de lo que está por llegar en los nuevos tiempos. De momento y como el resto de aspirantes, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez prefieren cerrar los ojos ante los vaticinios demoscópicos. El primero, por temor a que su hinchada dé por ganado un partido que no se juega hasta el 26 de junio y se olvide, embriagada de entusiasmo, de ir al campo. El segundo, porque necesita convencerse a sí mismo para poder convencer a los propios y a algunos de los ajenos de que las encuestas están para cambiarlas. O al menos intentarlo.

¿Quién y dónde se decidirá qué partido mira a la cara al PP de tú a tú en los primeros escalones del podio electoral? Pues según parece, en las comidas familiares. Esa es la imagen que simplifica las enrevesadas estrategias. Curiosamente, tanto dirigentes del PSOE como de Podemos coinciden en el análisis de que los progresistas más jóvenes están en estos momentos mayoritariamente con Unidos Podemos, mientras que los socialistas tienen mayor influencia en la franja de edad de sus padres (todavía más si se concreta en las madres), la generación de los 50 y 60 años. En ambas generaciones, dicen unos y otros, hay mucho voto en duda a 15 días de la cita con las urnas. “Si logramos que los hijos, en esas comidas de domingo, convenzan a sus padres que ya no merece la pena votar al PSOE y que Unidos Podemos también puede ser su casa, estará hecho”, apunta un relevante cargo podemista.

TODO POR NEGOCIAR

“Nosotros estamos convencidos de que la sangría de los últimos dos años hacia Podemos ha parado. Y que nuestra suerte depende de que los socialistas arrepentidos que los votaron en el 20-D decidan volver a la casa madre dado lo trascendente del momento y no conviertan la abstención en una estación de tránsito”, sostiene en otra conversación un veterano del PSOE que comparte que su destino, el de su partido y el de Sánchez pueden despejarse en la campaña oficial. Que será intensa y durísima. Pero especialmente en la oficiosa que se juegue en esas mesas de almuerzo dominguero donde los que parecen inmóviles o acarrean dudas históricas (valgan también las de tradicionales votantes de IU a los que les cuesta dar su papeleta a Iglesias, como al propio Cayo Lara) puedan ser convencidos. Movilizados.

Todo está por escribir. Muchos gatos están por llevar al agua. Ganar puede no ser sinónimo de gobernar y la lucha fratricida que se vislumbra entre Podemos y socialistas puede hacer mala la frase de que "en el segundo nadie se fija". Las negociaciones serán obligatorias. Los vetos que se marquen, el punto de inflexión. Comienza otra campaña para buscar un presidente a España.