el perfil de un superviviente
Artur Mas, de robot a mártir
Un hombre se encarama en la larga y señorial escalinata de acceso al Palau de Justícia de Barcelona. Avanza cabizbajo y algo encogido. Tiene el rictus serio. Pero no llega a traslucir ni lo que siente ni lo que piensa. Podría ser un maltratador pendiente de la revisión de su sentencia. O un delincuente de guante blanco acusado de malversación o de corrupción. Al llegar al atrio del caserón, se gira. Alza su mano y exhibe los cuatro dedos al viento.
Una multitud le aclama. Una multitud encabezada por más de 400 alcaldes elegidos de acuerdo con la legalidad democrática española. A su lado, diputados electos en los comicios de hace solo tres semanas. Integrantes de la candidatura de Junts pel Sí pero también de la CUP. «Veo una sombra de soledad en su mirada, como si se enfrentase a las dificultades con honradez y entusiasmo, pero con la sensación de incomprensión, como un navegante solitario. Si le llega a pasar, sepa que tiene un pueblo detrás». Ese día vaticinado en el 2012 por Joaquim Maria Puyal en la entrega del Català de l’Any llegó finalmente el jueves pasado. Artur Mas Gavarró acudió a su cita con los juecesArtur Mas Gavarró arropado por una multitud, tal vez no por todo un pueblo pero sí por una parte significativa. Un hecho inédito. ¿Cuál? ¿Responder en una querella criminal por un acto político como fue el 9-N o acudir a declarar acompañado por todo el Govern, diputados, alcaldes y una multitud? Ese es el dilema en el que estamos.
Pero, ¿quién es ese hombre que subió esa escalera, quién es Artur Mas? ¿De qué manera un hombre de clase media alta, de Sarrià, hijo de un fabricante de ascensores, dirigente de un partido de centro derecha ha llegado a esa escalera transitada diariamente por presuntos delincuentes de diverso pelaje y condición? ¿Es un iluminado como lo describen en Madrid desde la prensa y desde el poder? ¿O es un patriota de piedra picada como lo halagan sus correligionarios y seguidores en los medios afines? No es fácil explicar a Artur Mas porque no es fácil entenderle, porque no es fácil penetrar en su círculo más íntimo. Pero de su trayectoria se desprenden algunos rasgos para comprender por qué ha llegado hasta aquí y qué rumbo puede seguir en los próximos meses.
«Es un hombre de hielo, cartesiano, metódico, exigente, obsesivo y minucioso; mitad monje y mitad soldado». Así le ve un antiguo colaborador. Esas han sido sus armas para reponerse cada vez que la coyuntura política ha estado a punto de finiquitarlo. «Hay que remontarse a los tiempos en los que fue concejal en el Ayuntamiento de Barcelona», explica alguien que lo acompaña desde hace más de tres décadas. Allí, Mas se pasó una legislatura haciendo aplicadamente los deberes de jefe de la oposición contra Maragall. Pero llegado el momento, el candidato fue Miquel Roca como antesala para tomar la puerta giratoria de la política a los negocios. No desertó. Aguantó el tirón y se quedó de nuevo opositando cuando Roca fracasó. El premio fue la Conselleria de Política Territorial i Obres Públiques, una de las rótulas más delicadas entre la gestión administrativa y la financiación de los partidos. Desde entonces muchos y en coyunturas muy distintas le han dado por muerto. Siempre ha librado las batallas y la mayoría las ha ganado.
Casi todos los adversarios que ha tenido hoy ya no están: Duran, Maragall, Carod, Zapatero, Puigcercós, Montilla, Saura, Piqué, Sánchez-Camacho, Navarro... Su primer gran duelo a cara de perro fue con Duran Lleida por la sucesión de Jordi Pujol. Fue entre 1999 y el 2002. Mas lo tuvo casi todo en contra: los medios, el establisment, una parte de la militancia y en muchos momentos el propio Pujol. «Si Duran hubiera aceptado integrar a Unió en CDC, Pujol le habría ungido como sucesor, y Mas no estaría hoy aquí», explica una de las personas que le acompañaron en aquella lucha. Ganó porque «se crece en la adversidad», remata. Sobrevivió y su siguiente batalla la libró con su antiguo adversario en el ayuntamiento: Pasqual Maragall. Y cometió uno de los pocos errores que se le conocen hasta el momento: irse de vacaciones a Canarias tras ganar las elecciones del 2003 sin tener cerrado el pacto que necesitaba con ERC.
LA TRAVESÍA DEL DESIERTO
Los socialistas le ganaron por la mano gracias al tesón de José Montilla y José Zaragoza, y el 'president' fue Maragall. Y empezó su travesía del desierto. La hizo con un reducido núcleo duro, el mismo que le ayudó contra Duran: Francesc Homs, David Madí, Oriol Pujol y Germà Gordó. Cuatro destacados miembros del sector soberanista de CDC. «Él no lo era, aspiraba a gobernar el país hasta el penúltimo escalón antes de la independencia, ni se imaginaba llegar donde estamos hoy». Sobre ese aspecto no hay dudas. ¿Supervivencia, cinismo, instinto, convicción? Un poco de todo. «Ha seguido el mismo camino que una parte sustancial de los catalanes hasta convencerse de que no hay otra salida», explica un alto cargo en funciones del Govern. «Navega a la vista», replica uno de sus adversarios políticos desde el 2003. «Contrariamente a lo que explica su biógrafa oficial –Pilar Rahola–, no hay mapa, ni rumbo, ni destino prefijado, el objetivo es navegar, el proceso, que dicen ahora», remata.
Mas se presentó a las elecciones del 2003 con una propuesta de nuevo Estatut para Catalunya. Sin ser presidente consiguió ser protagonista de la primera legislatura de los gobiernos tripartitos gracias a dos grandes acuerdos, uno con Maragall en septiembre del 2005 –salvando el espinoso episodio del 3%– sobre el texto que aprobó el Parlament y otro con Zapatero en enero del 2006 sobre el texto que se aprobaría en el Congreso de la Diputados. En aquel momento volvió a acariciar la gloria.
El poder barcelonés implicado en las empresas del Ibex-35 le hizo el encargo: pactar el nuevo Estatut lo antes posible para evitar la incomodidad que ese debate provocaba en sus negocios. Se lo dijeron en la Navidad del 2005 y remató la faena una madrugada de enero en La Moncloa. A solas con Zapatero sin que sus colaboradores más íntimos supieran ni dónde estaba ni lo que hacía. A cambio, ZP le aseguró que sería president si ganaba las siguientes elecciones porque el PSC no formaría un segundo tripartito. El Estatut se aprobó y Mas no fue 'president'. Se lo anunció a solas ese mismo verano José Montilla en una reunión secreta. En noviembre del 2006, el tripartito sumó y Mas no fue 'president'. Vuelta a la adversidad.
MAYORÍA ABSOLUTA DEL PP
En el 2010, alcanzó finalmente la meta tan largamente esperada: llegó a la presidencia de la Generalitat con 62 diputados, se invistió con la abstención del PSC y gobernó con el apoyo del PP. Parece que fue ayer. Eran los tiempos del 'business friendly' y de la apología de los recortes. Un año después se le cruzó en el camino una nueva mayoría absoluta del PP con la victoria de Rajoy en el 2011. El recuerdo de la sodomía que Aznar infligió a Pujol entre el 2000 y el 2004 tras el pacto del Majestic obligó a reorientar el rumbo.
Segundo error conocido: adelanta las elecciones en el 2012 y pierde 12 diputados, los que gana ERC, con quien sella una alianza para organizar un referéndum sobre la independencia. «Es la evolución natural tras el fracaso de la sentencia del Estatut en tiempos de Zapatero y del pacto fiscal que le propuso a Rajoy», dicen quienes le consideran el líder indiscutible del catalanismo. «Es pura impostura», replican sus adversarios. Sea como fuere, por ahora es el único político que ha sobrevivido electoralmente a los recortes derivados de la austeridad impuesta por Europa.
Sus últimos pulsos han sido con Rajoy en el 9-N y con Oriol Junqueras, el líder de ERC, respecto a la lista unitaria que se presentó en el 27-S. Al primero le ganó la partida con la argucia del proceso participativo. Al segundo, con la amenaza de no convocar las elecciones plebiscitarias. Hay quien piensa que en pocos meses también los puede dejar en la cuneta. «En el Madrid del Ibex todo el mundo da por supuesto que en enero gobernarán Sánchez y Rivera; Rajoy ya no estará y a Mas lo investirá la CUP», exclama alguien que conoce de cerca la estrategia del 'president'.
«Desde el 2002 ha aprendido mucho», confiesa quien le ayudó a encumbrarse. «Antes no era político y ahora lo es», añade un antiguo colaborador. Preguntados por las claves de su supervivencia, los seguidores y los adversarios coinciden: «Nunca muestra los nervios», «nunca se confía a nadie (excepto a su mujer, Elena Rakosnik)», «tiene un ego superior a la media de la población».
Lo cierto es que en el 2002 muchos le llamaron «robot» por entender que era un simple valido de Pujol y de su familia. El jueves, en cambio, muchos le compararon con Lluís CompanysLluís Companys, el 'president' de la Generalitat declarado mártir tras ser fusilado por el franquismo. «La ruptura con los Pujol se produjo en tres fases: recién elegido como sucesor rompió con el hijo mayor (el de los Ferrari); en los tiempos de la oposición rompió con el mismísimo Jordi Pujol porque le quiso hacer la cama; y en el 2014 rompió amarras con Oriol Pujol». Así describe la relación con el clan alguien que la ha vivido desde dentro.
Un detalle ilustraría el tránsito. En el otoño del 2010, poco antes de alcanzar la presidencia, Mas se reunió con la flor y nata del empresariado de Barcelona en La Fonteta. Allí le expresaron su temor ante la posibilidad de que la familia Pujol volviera a hacer negocios a cambio de concesiones. Mas les aseguró que nadie cercano al clan sería conseller de Política Territorial. Cumplió su palabra. Lluís Recoder ocupó la cartera y Felip Puig fue a Interior.
Unos años antes, según revela el periodista Francesc-Marc Àlvaro en su libro 'Ara sí que toca', Mas decidió enfocar «con otra mentalidad la financiación de Convergència». Es el período que ahora ha salido a la luz con las donaciones –legales– de las empresas concesionarias a las fundaciones vinculadas a CDC que después transfieren fondos al partido por gastos de dudosa justificación, según los datos del Tribunal de Cuentas publicados por 'El País'.
La posible relación de Mas con la corrupción ha dividido finalmente a sus adversarios. Ahora es el principal escollo –junto a los recortes– para que la CUP le invista president. Pero un adversario que dedicó media vida a combatirlo dice ahora: «Debe conocer y debe saber que CDC se financia irregularmente, pero ha puesto fin al enriquecimiento personal a costa de las comisiones como en tiempos de Alavedra o del mayor de los Pujol; él no ha robado porque si no desde el 2012 le habrían encontrado algo», concluye. Otros, en cambio, siguen viéndolo como «el chico de Prenafeta, él lo llevó a la política y lo conectó con los Pujol».
«ES LUTERANO»
«No encontrarán nada», ha dicho una y otra vez Mas cuando le han preguntado por el tema. Con ese hermetismo que en este y en otros temas impide penetrar en su alma. «Es luterano –remata alguien que trabajó en Palau–, cuando llegó a la presidencia dejó de fumar, de beber y de tomar café, aquello parece un monasterio». Los vínculos con los Pujol y con la financiación de Convergència son ahora el principal escollo para Mas, tanto para ser investido presidente por la CUP como para ser considerado definitivamente como un «mártir» del catalanismo. La formación dictaminará en las próximas semanas si le hace pagar sus recortes y sus amistades pero no lo decapita políticamente como también pretende el poder de Madrid.
Una de las personas que más años ha trabajado con Mas en la política recurre al deporte para entender cómo afronta el personaje lo que se le viene encima: la querella, el veto de la CUP y el pulso final con Rajoy. «Es sumamente competitivo y cuando juega un match ball se crece, analiza hasta el último detalle, metódicamente y absolutamente solo decide la salida», explica. Para confirmarlo exhibe la famosa doble pregunta con la que convocó el 9-N que redactó de su puño y letra. O la propuesta de lista única de los independentistas que lanzó en junio en Molins de Rei sin que nadie de sus colaboradores supiera que lo iba a hacer. «Ni Homs, ni Rull, ni Turull, ni Corominas, nadie de los que está dibujando el futuro de CDC sabía nada de nada».
Solitario, desconfiado, impenetrable, distante... ¿Fruto de la educación que Mas recibió en la mítica escuela Aula o de su carácter? Aquí hay unanimidad dentro y fuera de su núcleo de confianza: lo lleva en el ADN, es imposible de adquirir ese aplomo que le permite mantener la calma ante las preguntas incómodas de la oposición o de la prensa, ante las cacerías personales o ante la respuesta a los desafíos que plantea al Gobierno de Madrid. De manera que todos coinciden en que no va a tirar la toalla. «O será president o habrá elecciones y si se vuelve a las urnas se presentará», en eso coincide casi todo el mundo. De manera que solo la CUP o Rajoy le pueden convertir en mártir.
Mas es ahora el más veterano del panorama político, especialmente si el PP pierde las elecciones generales. Ha sobrevivido a casi todos los que le han querido liquidar. Hay que tener algo de robot para ser mártir, hay que mantener la calma cuando todo el mundo pierde los nervios, hay que marcar distancia incluso con los íntimos, hay que navegar a vista pero diciendo que sigues un rumbo. Hay que ser, en resumen, de una pasta especial.
- El juez del caso Begoña vuelve de repesca a la Moncloa y consigue de Bolaños un nombre que ya 'consta' en la causa
- La Generalitat valenciana no hace una excepción y borra las grabaciones de las cámaras del Palau del día de la dana
- Encuesta CIS: PSOE y PP bajan con fuerza y Vox lograría su mejor resultado en plena guerra de aranceles de Trump
- El ‘cerebro’ del ataque a Vidal-Quadras viajó tres veces entre España y Países Bajos antes del atentado
- Bernabé confirma que en el Cecopi no se habló del Poyo hasta que transmitió la alerta de la alcaldesa de Paiporta a las 19 horas
- El Consejo de Europa denuncia que España incumple las recomendaciones para evitar la corrupción de altos cargos
- Dimite el delegado en Perpinyà que cuestionó el término 'Catalunya Nord' y le relevará un exalcalde de Junts
- Declaración de Félix Bolaños al juez Peinado, en directo: última hora del caso Begoña Gómez