DÍA DE LA COMUNITAT

Valencia, 20 años después

Palo de selfi 8 Unas mujeres se toman una fotografía de grupo frente a la sede de la Generalitat valenciana.

Palo de selfi 8 Unas mujeres se toman una fotografía de grupo frente a la sede de la Generalitat valenciana.

LAURA L. DAVID / VALENCIA

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34 años han pasado desde que, el 9 de octubre de 1979, el recién elegido alcalde socialista Ricard Pérez Casado tuviera que salir escoltado tras ser agredido por un grupo de ultraderechistas durante la celebración en Valencia del Dia de la Comunitat Valenciana. Sin embargo, la sombra de aquel suceso ha vuelto a planear en vísperas de la primera diada presidida por un gobierno de izquierdas, después de aquella Batalla de Valencia que, avivando el fantasma del anticatalanismo, sirvió para que el PP se mantuviera dos décadas en la Generalitat Valenciana y 24 años en el ayuntamiento de la capital.

Ahora, como entonces Pérez Casado, el nuevo alcalde, Joan Ribó, goza de amplio respaldo social -el último CIS lo sitúa como el único líder político aprobado de la ciudad-, pero una enorme pintada acusándole de «traidor» junto a simbología de extrema derecha y las palabras Stop catalanisme aparecida esta semana trató de resucitar la polémica. «No van a empañar la fiesta» declaró Ribó que, a pesar de denunciar el incidente, quitó hierro al asunto atribuyéndolo a «grupos minoritarios».

No hay actualmente «base social» para repetir aquella batalla, dice Vicent Flor, sociólogo y profesor de la Universitat de València y autor de libros como Noves glòries a Espanya. Anticatalanisme i identitat valenciana, que cree que «la derecha valenciana de siempre», con «determinados medios de la derecha», sí está «intentándolo» porque «piensan que el poder les corresponde». «Son capaces de movilizar gente para recrear un clima de violencia simbólica, pero tenemos una sociedad más alfabetizada y es más difícil que cale un discurso absolutamente fuera de la realidad», asegura Flor.

Pero, ¿sufrirá la fiesta un cambio radical? A grandes rasgos podría decirse que no; los actos se limitan a aperturas de las instituciones a las visitas de los ciudadanos (como ya hizo Ribó con el ayuntamiento), y a algunas citas culturales. Aunque si se entra al detalle, las novedades van cargadas de intención, pues los artistas que actúan tienen un marcado carácter valencianista, signo que les valió el veto de un PP que apostaba por españolizar la efeméride. Algo que contrasta además con la otra novedad: la decisión del presidente Ximo Puig de hacer de la fiesta una reivindicación del autogobierno y de un cambio en el modelo de financiación autonómica; algo para lo que ha conseguido unir a todos los grupos de Les Corts, así como a la patronal, sindicatos y universidades públicas en un manifiesto.

Por su parte, Ribó ha recuperado el carácter laico de la llamada procesión cívica. Por primera vez tras 24 años de mandato de Rita Barberá, la senyera no entrará para ser bendecida en la Catedral de Valencia durante la misa que instauró el PP. Ni el alcalde ni los concejales de su equipo de gobierno -Compromís, socialistas y València en Comú- participarán en la eucaristía.

El arzobispo Antonio Cañizares, los populares, Ciudadanos y la entidad blavera Lo Rat Penat han puesto el grito en el cielo y Cañizares -quien justo antes de las últimas elecciones catalanas convocó una vigilia por la unidad de España-celebrará igualmente la misa, metiendo en la Seo una bandera propiedad de Lo Rat Penat. Otro cambio que no ha gustado a la derecha es la sustitución del himno de España por la Marcha de la ciudad cuando la senyera es bajada del Ayuntamiento para comenzar el desfile.

Frente a todo ello, Isabel Bonig, presidenta del nuevo PP de la comunidad, insistió en avivar el fuego anticatalanista -«están con el Madrid nos roba»; «prefieren ser catalanes de segunda», repitió-, pero enfrente se ha encontrado a una Generalitat y a un ayuntamiento que no han querido entrar al trapo. Mañana se verá si efectivamente el PP se queda solo.