Iglesias califica de "muy decepcionante" el resultado

Pablo Iglesias, ayer, durante la valoración de los comicios catalanes.

Pablo Iglesias, ayer, durante la valoración de los comicios catalanes.

IOLANDA MÁRMOL / MADRID

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Hay noches en las que caben las pesadillas de una vida entera. En la sede de Podemos late la sensación de haber estado replegados en los cuarteles de invierno durante un erosionante año y medio y que, ahora, cuando llega el momento del 'blitzkrieg' electoral, la guerra relámpago para ganar las generales, el 27-S les asesta un golpe demoledor. Los comicios andaluces o los autonómicos y locales fueron tormentas que afrontaron sin preparación, con una estructura incapaz de guarecerles, pero sobrevivieron con resultados esperanzadores. Lo de anoche fue una derrota sin paliativos. Quedar por detrás de Ciutadans, del PSC y empatados en votos con el PP es la peor pesadilla. La que continúa ahí al lado cuando uno despierta y descubre que no era un mal sueño, sino una realidad tan insoportable como persistente.

La dirección de Podemos sufrió la agonía del recuento desde Madrid con alarma, al constatar que la obstinación por hablar de «casta versus pueblo» cuando los catalanes solo escuchaban «independencia contra Estado opresor» les ha llevado al naufragio electoral. Sin conquistar esa disputa, los de Pablo Iglesias sabían que no hay hegemonía. Pero se empeñaron y obtuvieron el «resultado decepcionante» que admitió Iglesias al final de la noche. El secretario general, arropado por su ejecutiva, lo achacó a la polarización, acusó a Artur Mas de ser «irresponsable», y dijo no entender «la risas» de algunos porque dejan a Catalunya y a España una situación «de callejón sin salida». ¿Admite errores? «Haber apostado por escuchar y por la responsabilidad de Estado».

Y sin embargo. Para Podemos, existe una parte sumergida del iceberg electoral del 27-S, una masa de votos morados que no afloraron ayer pero que, esperan, emerja para aupar al líder a la Moncloa. ¿Por qué? Porque Iglesias ha sembrado votos en una campaña fuertemente personalista. Porque en diciembre Podemos confía imponer su marco ganador, oligarquía frente a pueblo. Porque intuyen que una parte de los votos independentistas de los comicios de ayer pueden cambiar a morados, para que Iglesias abra un proceso constituyente desde el Gobierno central que facilitase la soberanía con garantías jurídicas. Y porque se han pateado tanto el extrarradio que confían que en un duelo con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, el de Vallecas capitalice su acento de barrio y su cocina de humilde. Aunque con el resultado en Catalunya, cuesta imaginar un salto desde la peor pesadilla a los mundos de Narnia.