Sánchez vindica su catalanismo en el inicio de su gira electoral
En la agenda de Pedro Sánchez, hasta en siete días del mes de septiembre aparece la palabra Catalunya. Tarragona fue ayer la primera estación del secretario general del PSOE en su intento de ayudar a salvar los muebles al PSC de Miquel Iceta el 27-S, y con ello mejorar sus propias expectativas cara a las elecciones generales. Dos retos encadenados que pasan por la movilización del electorado más tradicional de los socialistas catalanes, aquellos votantes que solían vibrar con las intervenciones de Felipe González, primero, y José Luis Rodríguez Zapatero, más tarde. Y para esta primera incursión, Sánchez se preparó algunos guiños para tratar de convencer a indecisos y desmovilizados de que la llamada tercera vía no es una quimera. Apostó por que su reforma federal de la Constitución incluya el reconocimiento de la «singularidad» de Catalunya y dijo sentirse «catalanista».
El mensaje de Sánchez no buscaba solo ayudar a Iceta a despertar al elector antiindependentista que duda de si votar el 27-S. También quería con este fogonazo catalanista desenredar el siempre sinuoso discurso territorial del PSOE y resituar la brújula oficial del partido después de las idas y venidas del expresidente Felipe González, que primero comparó la situación catalana con la que se vivía en la Alemania previa al nazismo para luego defender que Catalunya debe ser reconocida como «nación». Esto último agradó sobremanera al PSC, pero Sánchez se ha apresurado en puntualizarle para evitar que sus barones territoriales vuelvan a encender las luces de alarma.
Sin entrar en detalles sobre lo que incluiría esa «singularidad», el líder del PSOE basó su argumentación en los lazos históricos y sentimentales que unen a Catalunya y España para advertir de la «quiebra emocional» que supondría la ruptura. Trenzó un discurso repleto de alusiones a referentes de la cultura catalana, como Joan Manuel Serrat, Raimon y Lluís Llach -se le pasó por alto que concurre en la lista Junts pel Sí-, Albéniz, Dalí, Miró o Manuel Vázquez Montalbán, así como el legado de la Barcelona olímpica de 1992.
La "extrema derecha" del PP
Como tantas otras veces, Sánchez repartió la misma dosis de estopa a Artur Mas que a Mariano Rajoy, repitiendo que ni el primero representa a toda Catalunya, ni el segundo a toda España. «Catalunya no es de Mas, ni de Romeva, ni de Junqueras [...] España no es anticatalana, ni de derechas, ni insolidaria. España no es el PP», apostilló. En un intento de neutralizar las acometidas de Rajoy el sábado en Lloret de Mar, cuestionando la «credibilidad» de los socialistas, acusó al presidente de gobernar «solo para la extrema derecha de su partido».
De nuevo unió a ambos mandatarios en sus dardos a cuenta de la corrupción para recriminarles que «confundan la patria con el patrimonio». Y animó a los catalanes a erradicarla también con su voto: «Quien quiera una Catalunya mejor, que diga adiós a Mas, al 3% y a Pujol».
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