PRESENTACIÓN EN SOCIEDAD

"No es boda, es poligamia"

Numerosos dirigentes del soberanismo apoyaron la lista que cerrará Guardiola

FIDEL MASREAL / BARCELONA

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En más de una boda, la familia de uno y otro contrayente a penas se conocen. Cosas de las distancias físicas, cosa de los feelings. Pero una boda es una boda, y nadie quiere faltar. En especial si todavía quedan por repartir parte suculentas de un pastel que, dicen, promete.

Este lunes todos se pusieron sus mejores trajes. El novio, o uno de los novios, lució el color azul de moda en las americanas. Azul eléctrico. El color más transversal: lo han usado el presidente del eurogrupo, el heredero de los Agnelli, el actor de Breaking Bad R.J. Mitte... e incluso el líder de Ciutadans, Albert Rivera.

Bueno, no, Rivera sería demasiada transversalidad en este enlace. Y eso que según confesaba entre bambalinas una consellera, el acto en la terraza del Museu Nacional de Història no era una boda, era «poligamia». En la terraza se podían catar todas las variantes del Bacardí, apellido del insigne Facund Bacardí, emigrante de Sitges. Catalán. Venía como anillo al dedo a un acto soberanista. Estuvo casi todo el Govern (anoten las ausencia de Germà Gordó y Felip Puig, titulares de Justicia y de Empresa, respectivamente), altos cargos y dirigentes convergentes. De ERC la representación era numerosa pero no tanto. Más tímida, digamos.

Lista de invitados

Y hubo cordialidad pero bajo un ambiente algo «extraño», palabra que usó el novio Romeva para admitir lo mencionado anteriormente: que para muchos era la primera vez. La primera fiesta compartida. Pero el objetivo se lo merecía: la emoción del enlace, la inauguración de un tiempo nuevo en la que los protagonistas quieren independizarse. Juntos.

No faltó Toni Albà, ni el expresidente del Parlament, Joan Rigol junto a su esposa, ni el líder del nuevo partido Demòcrates de Catalunya, surgido de Unió, Antoni Castellà, ni el dirigente de Súmate, los castellanohablantes por la independencia, Eduardo Reyes, ni el juez suspendido Santi Vidal, ni Marina Geli, exconsellera del PSC, ni Toni Comín, de Avancem...

Ni faltó un buen número de ciudadanos anónimos, que no estaban en la lista de invitados. «Invitado no soy no, yo soy pueblo puro y duro», decía un señor. Para espontáneos como él había dos opciones: la terraza, tras una cinta roja, o una sala con televisión.

Como en todo enlace, los organizadores corrían arriba y abajo nerviosos con los últimos detalles. «Y en este momento los hago entrar y que suban al escenario, ¿no?», preguntaba una veterana convergente organizadora de eventos.

Y llegó el momento. Oriol Junqueras iba unos pasos delante de Artur Mas, antes de salir a escena. Y al lado del president, Muriel Casals, Carme Forcadell y Romeva. Sin euforias forzadas. Minutos antes, Jordi Sànchez seguía trabajando en una mesa cuadrada, y recibía la visita de Albà. En la distancia, Pep Guardiola había confirmado que cerrará la lista. El ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, ironizó sobre esta elecciones: «Era un buen entrenador, sus habilidades políticas no me constan».

Llegó el acto, los discursos y los gritos de «¡independència!» cuando el novio Romeva describió las bases emotivas del enlace, al que llamó (nunca mejor dicho para una boda) Junts pel sí.

Cantaron todos Els Segadors y se marcharon, tras algunas charlas informales. Sin copas ni brindis ni canapés, por aquello de que hay que apostar por la austeridad.