LA ENCRUCIJADA NACIONALISTA

¿Les saldría a cuenta el divorcio a Unió y CDC?

Una encuesta vaticinaba hace un año que Convergència conseguiría casi los mismos escaños concurriendo sola a las elecciones que con los democristianos

Duran, Espadaler, Mas y Corominas, en la ejecutiva de CiU del 25 de mayo.

Duran, Espadaler, Mas y Corominas, en la ejecutiva de CiU del 25 de mayo. / JULIÓ CARBÓ

JOSE RICO / BARCELONA

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CDC y Unió Democràtica sellaron en 1978 una unión de conveniencia que ha logrado sobreponerse a lo largo de las décadas a mil y una crisis. El matrimonio que formó la federación de CiU ha seguido adelante a pesar de los constantes encontronazos (muchos de ellos ventilados en público) por razones de puro interés electoral mutuo. Al partido de Josep Antoni Duran Lleida, en tanto que socio pequeño, le convenía continuar en el regazo del hermano mayor. Y al partido de Artur Mas le resultaba provechoso no renunciar a la porción del electorado que representa Unió para apuntalar sus victorias en las elecciones autonómicas.

Pero, ¿a quién beneficiaría y a quién perjudicaría más un eventual divorcio? La hipótesis podría plantearse abiertamente si la militancia de UDC avala el 14 de junio la hoja de ruta propuesta por la dirección, y que choca con el plan independentista pactado por CDC y ERC. Incluso los tres 'consellers' democristianos están dispuestos a dejar el Govern si no se acepta su estrategia. Lo cierto es que concurrir en solitario podría dar mayor libertad a Unió para defender sus tesis, ocupando un espacio de centroderecha catalanista y moderado, y también más margen de negociación. A CDC, aunque fueran pocos, podría hacerle perder aún más diputados de los que ya le quitan las encuestas.

Saber con exactitud el peso electoral de Unió es una de las grandes incógnitas de la política catalana. No obstante, hace un año, un barómetro del <strong>Gabinet d'Estudis Socials i Opinió Pública</strong> (GESOP) para EL PERIÓDICO demostraba que quien más debería ponerse a temblar ante una hipotética ruptura de CiU es el partido de Duran, mientras que CDC podría tomárselo con más calma dentro de las pésimas perspectivas que le dan los sondeos. Aquella encuesta otorgaba a CiU 29 o 30 escaños en el Parlament, pero si ambos partidos concurrieran cada uno por su lado, Convergència obtendría prácticamente el mismo resultado, entre 27 y 29 diputados, mientras que Unió solo lograría 6 o 7 parlamentarios.

En cuanto a la transferencia de voto, solo el 4,6% de los electores de CiU afirmaban que se decantarían por UDC en caso de presentarse por separado. Los democristianos registraban una intención directa de voto del 2,6% frente al 11% de Convergència (que retendría al 37,7% de los suyos) y el 11,6% del conjunto de la federación. De hecho, el segundo partido más perjudicado por una ruptura de CiU sería el PP catalán. El 13% de quienes votaron a Alicia Sánchez-Camacho en el 2012 respondían entonces que se pasarían a Unió si se separara de CDC. El mismo comportamiento seguirían el 7% de los electores de Ciutadans y el 3,1% de los socialistas. Por tanto, el perfil contrario a la independencia se impondría rotundamente en el colectivo de catalanes que darían su apoyo al partido de Duran.

El trabajo de campo de aquel barómetro se efectuó del 16 al 18 de junio del 2014, una semana después de que este diario informara de que Duran se planteaba dejar su cargo de número dos de CiU, dimisión que hizo efectiva un mes después para dejar paso a <strong>Ramon Espadaler</strong>. Entonces, el 43,3% de los encuestados consideraban que la alianza CDC-Unió se acabará rompiendo (frente a un 35% que afirmaban lo contrario), y entre los simpatizantes de CiU, el 35,4% estaban convencidos de que la relación se irá al traste, aunque un 46,3% opinaban lo contrario.