PASEOS ELECTORALES: CORNELLÀ DE LLOBREGAT

El pueblo metropolitano

Cornellà, a un paso de Barcelona y muy bien conectada con ella, es un buen lugar para vivir, pero económicamente condicionado por la urbe. Las ciudades del área metropolitana pelean por dejar atrás la crisis y buscan su sitio, entre la complementariedad y la afirmación de su personalidad.

JOSEP SAURÍ / CORNELLÀ DE LLOBREGAT

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Lo habitual en estos paseos electorales es más bien que los ciudadanos opten por mostrar los problemas, lo que no funciona, lo que no les gusta, lo que creen que hay que mejorar de su localidad. Y Jordina Ribas (42 años, diseñadora industrial, responsable de mantenimiento de instalaciones e inmuebles de una gran firma aseguradora) está absolutamente indignada por cómo la construcción del estadio de fútbol del Espanyol y de un centro comercial les ha cambiado la vida a ella y al barrio de la Riera de Cornellà, explica. Pero no, no es ahí adonde lleva a EL PERIÓDICO. Se queja, y mucho, pero no lo enseña. Tampoco nos guía por los populosos barrios de la parte alta, como Sant Ildefons, hijos del desarrollismo, que hoy como ayer concentran el fenómeno migratorio, ahora con otros orígenes, y donde la brecha socioeconómica con el resto de la ciudad es "muy importante y muy visible". ¿Por qué? "Porque Cornellà tiene problemas, supongo que como todas las ciudades, pero también tiene muchas cosas buenas. Prefiero mostrar un Cornellà amable".

Así, la ruta empieza por el espléndido parque de Can Mercader, uno de sus grandes pulmones; sigue escaleras arriba hasta la Torre de la Miranda y su impresionante vista sobre la ciudad, la vecina L'Hospitalet a un lado y el delta del Llobregat al otro; y cruza el barrio de la Gavarra por la remozada avenida de Salvador Allende hasta el centro, el ayuntamiento, la iglesia de Santa Maria, la sencilla y bella plaza dels Enamorats. En efecto, un Cornellà tranquilo, amable y con calidad de vida. Objetivo cumplido. "Esto es muy pueblo", dice Jordina, que es de L'Hospitalet y lleva 10 años viviendo aquí. Y por mucho que en su conjunto sea una ciudad próxima a los 90.000 habitantes, tanto ella como su amiga Eva Núñez, 35 años, diseñadora gráfica y de Cornellà de toda la vida, hablan siempre del "pueblo". Un pueblo a tiro de piedra de Barcelona.

Un pueblo que en realidad es una ciudad de dimensiones humanas y excelentemente conectada con la metrópolis por transporte público (tranvía, tren, metro, autobuses y FGC, ahí es nada) y privado: "En cualquier punto de Cornellà estás al lado de la ronda, tienes una entrada a ella a dos o tres minutos como mucho". Todo eso ¿es bueno o malo? Para vivir, bueno, sin duda; para trabajar…

A estas alturas, es muy evidente que Jordina está encantada: "Vivir en un pueblo tan cerca de la ciudad me supone grandes ventajas, mucha comodidad. Voy a trabajar a Barcelona en 15 minutos en moto, o 30 en transporte público. Luego sales de la gran ciudad, de la barbarie, del ruido, y llegas aquí y coges la bici, paseas por el margen del río, que lo han dejado maravilloso, por los huertos... Y a la vez tengo un acceso fácil a los servicios y a la oferta de Barcelona. Puedo ir a cenar y volver en transporte público".

El pez que se muerde la cola

Otra cosa es el impacto de esa proximidad en la economía de la ciudad, y en especial en el pequeño comercio: "Si he de comprar algo de ropa o regalos, por ejemplo, la verdad es que me voy a Barcelona. Y como yo, mucha gente. Encima, la proliferación de grandes centros comerciales ha sido el golpe de gracia. ¿Para qué queremos tres en Cornellà?", se pregunta Jordina. "Esto era un pueblo obrero, de colmado en cada esquina, de tiendecita de señora que hacía vestidos y los vendía...", recuerda Eva. Pero comercio e industria han ido desapareciendo: "El polígono de Almeda hace pocos años tenía todas las naves ocupadas, y ahora da pena", corrobora Jordina. Así las cosas, "muchísima gente que vive en Cornellà se ha ido a trabajar fuera, en Barcelona sobre todo, o en Martorell. Aquí solo dormimos. Y esto resta vida económica interna a la ciudad". El pez que se muerde la cola.

¿Y es compatible afianzar una personalidad propia como ciudad y a la vez ser tan complementaria de Barcelona? "Sin duda. Este es un pueblo muy activo. En su día fue referente de la lucha obrera, y ahora la gente se sigue implicando mucho con las asociaciones, las actividades culturales y de barrio, las fiestas...", sostiene Eva. "Hay mucha conciencia de identidad, sobre todo en el Centre y la Riera, el núcleo duro y resistente del orgullo de Cornellà. Y a mí me gusta", añade Jordina.

La cadena perpetua

Ni Jordina ni Eva esperan grandes cambios tras las elecciones en una ciudad gobernada por el PSC desde hace tres décadas y que, aun con reparos, "ha mejorado mucho", admiten. Pero bueno, al final habrá que hablar del campo del Espanyol y del centro comercial ¿no? Mentarlos desata fuego a discreción: "Se cargaron un parque precioso. Las obras fueron una tortura día y noche y causaron grietas en viviendas de todo el barrio, de las que nadie respondió y el ayuntamiento se desentendió", protestan ambas. "Y cuando se abrieron, no estaban listos aún los viales de acceso. Por una carreterita de un carril por sentido tenía que entrar toda la gente que iba al campo, más la que iba al centro comercial el fin de semana. Imposible moverse de casa", relatan. Con el tiempo la cosa mejoró, "pero los accesos siguen siendo escasos -dice Jordina-. Si he de salir de casa un sábado, me voy en bici o en moto. Ni se me pasa por la cabeza coger el coche. Se forman caravanas de locura durante horas, entre riadas de gente. Y los días de partido, 'hooligans', suciedad, peleas...".

"Este era un barrio donde las abuelas sacaban las sillas a la calle para charlar y comer pipas, y ahora...", lamenta Eva. "Tú piensas: este fin de semana quiero salir. ¿Juega el Espanyol? Pues no salgo, o si lo hago he de volver horas después del partido. ¿Y si tienes una urgencia? ¿Y si hay una desgracia? Una ambulancia no va a poder entrar". Una batalla perdida, una situación a la que no ven solución. "La única que se me ocurre es que el Espanyol baje a tercera y derriben el campo", bromea Jordina. "No vamos a conseguir nada, es una cadena perpetua para el barrio. Y menos mal que al final no nos han hecho el Eurovegas, porque entonces sí que vendo mi casa y me voy".

Publica un artículo sobre las elecciones municipales aquí.