LA CAMPAÑA SOCIALISTA

Sánchez obvia a Iglesias y solo se dirige a Rajoy

JUAN RUIZ SIERRA / MADRID

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Cuando alcanzó el liderazgo socialista, hace poco menos de un año, Pedro Sánchez estaba obsesionado con Podemos. El partido de Pablo Iglesias, cuyos inesperados cinco escaños en las elecciones europeas causaron en parte el relevo en el PSOE, ocupaba el espacio central de los discursos del secretario general, quien nunca, en ningún caso, ni siquiera cuando se lo pedían en las entrevistas, citaba por su nombre a los recién llegados. Hablaba del "populismo". El populismo, decía, pretende construir algo similar a Venezuela, con "pobreza, cartillas de razonamiento, falta de democracia y desigualdad". El populismo "se aprovecha de la indignación y propone cosas irreales". El populismo es "incompatible" con el PSOE. "El PSOE no pactará con el populismo", insistía hasta hace solo unos meses.

Los líderes territoriales socialistas escuchaban a Sánchez y se revolvían incómodos. Ya en septiembre tenían claro que si querían recuperar ese poder autonómico que perdieron casi por completo en el 2011, tendrían que entenderse con Podemos. Es decir, desobedecer al líder.

LA LIBERTAD DE LOS BARONES

Pero el líder ha cambiado. Ya no se detiene en Podemos, a quienes obvia en cada mitin, y tampoco prohíbe las alianzas con el nuevo partido. Las encuestas le dicen a Sánchez que pisa los talones al PP, que Iglesias se desinfla y Ciudadanos muerde votos a los conservadores, pero hay algo que se mantiene inmutable desde aquella época en la que al jefe de la oposición no se le iba de la boca la palabra "populismo": los socialistas solo podrán gobernar en varias autonomías si se entienden con Podemos, con Ciudadanos o con ambos, algo que por el momento no se ha logrado en Andalucía, donde la presidenta en funciones, Susana Díaz, lleva tres intentos frustrados de ser investida. Así que el secretario general ha dado libertad a sus barones para que intenten suscribir los pactos que estimen oportunos, siempre que no sean con el PP ni con Bildu.

En un liderazgo tan discutido como el suyo, la nueva actitud de Sánchez podría suponer un nuevo síntoma de su inseguridad. "Es al contrario", señala un colaborador del jefe de la oposición. Los sondeos, explican en el entorno del secretario general, muestran que el bipartidismo se resiente, pero que en el fondo solo dos tienen opciones de gobernar, el PP y el PSOE, lo que permite a Sánchez trasladar que sus siglas son la única alternativa a los conservadores y dirigirse exclusivamente contra el jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy. Las apelaciones al voto útil son constantes en todos sus mítines, cuyo contenido suele ser el mismo allá donde va: críticas a los recortes y la corrupción, defensa del Estado social y promesas de que su partido liderará un proyecto, por el momento etéreo, que ha dado en llamar la "España de las oportunidades".

"Somos la izquierda que quiere y puede ganar", dijo el pasado jueves en la localidad de Vélez-Málaga. "Rajoy sabe que el PSOE va a ganar y el PP va a perder. No solo porque ha engañado a los españoles, no solo porque está asediado por la corrupción. Sabe que va a perder porque ha gobernado en contra de la mayoría social y a favor de los amnistiados fiscales", argumentó este viernes en Cartagena.

LA PIEZA QUE NO ENCAJA

Este es el esquema que manejan en la dirección socialista cara al domingo de la semana que viene. Están seguros de que revalidarán el Gobierno de Asturias y reconquistarán Extremadura y Castilla-La Mancha. En AragónMadrid y la Comunidad Valenciana tienen alguna posibilidad, aunque lejana, ya que el PP no alcanzará la mayoría absoluta. Las grandes ciudades se dan por perdidas.

Y después, cuando pasen las autonómicas y municipales, continúa esta tesis, compartida por casi todos los sectores del partido, no se celebrarán primarias para elegir al candidato a la Moncloa, previstas para el 26 de julio. Salvo gran catástrofe, Sánchez no tendrá rival. Sus partidarios sostienen que no hay ahora mismo en el PSOE ninguna figura capaz de hacerle sombra. Otros dirigentes socialistas señalan que su candidatura no despierta mucho entusiasmo, pero que no tienen más remedio que abrazarla.

"La gente no quiere ahora más líos --explica un importante diputado--. Cuando arranque el proceso de primarias, estaremos a cinco meses de las generales y casi todos están pensando en las listas. No quieren tener que elegir entre un hipotético aspirante u otro. 'Si apoyo a este y pierde, igual no repito en mi escaño', piensa la mayoría".

Solo hay una pieza que no acaba de encajar en este escenario de tranquilidad: Susana Díaz. La líder de los socialistas de Andalucía, la única federación que se parece en algo a lo que fue el PSOE de antaño, continúa mostrando sin ningún complejo la enorme distancia que le separa de su secretario general, pese a que ella fue la principal artífice de su ascenso. Hasta ahora no han coincidido en ningún mitin, pese a que Sánchez ha estado varias veces en tierras andaluzas, la última ayer en Almería. El círculo del líder socialista explica que ha sido Díaz, y no él, quien ha rehuido compartir escenario, en un gesto que no acaban de comprender, y esperan que ambos se encuentren en el acto del próximo miércoles en Sevilla. Lo contrario, continúan, sería "inaudito" y "perjudicial" para el partido. Pero todavía no hay nada cerrado.

"¿A qué juega Susana Díaz? --señala un dirigente con buenas relaciones con la andaluza y con Sánchez--. Si, como parece, ella piensa quedarse en la Junta y no plantar batalla, ¿por qué no escenifica una reconciliación con Sánchez? Resulta muy extraño. Pero si ella no se lanza, no habrá ninguna carrera por la candidatura. Díaz no puede impulsar a un aspirante alternativo, porque ya lo hizo con Sánchez y ahora parece haberse arrepentido. No tiene margen para repetir la jugada. Así que en principio no habrá primarias".

"O quizá sí --añade el dirigente con una sonrisa triste--. Al fin y al cabo, tenemos una contrastada tendencia a volvernos locos".