PASEOS ELECTORALES: POBLENOU

Alfred Bosch: «Los pisos turísticos se nos han ido de las manos»

Roger Miralles, de 39 años, director de una sucursal bancaria, conversa sobre Barcelona con el alcaldable de ERC, Alfred Bosch, en una ruta por el Poblenou iniciada en Les Glòries y finalizada en los alrededores de la Rambla, pasando por Can Ricart.

JOAN CAÑETE BAYLE

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Roger Miralles (39 años, director de una sucursal de La Caixa en Roquetes) llegó a la cita con el alcaldable de ERC en BarcelonaAlfred Bosch, con los deberes hechos y ciertos nervios. Antes de la cita se había leído el programa electoral de Bosch y confesaba que quería «aprovechar la oportunidad» de charlar con un político. Para ello, preparó un recorrido -parte a pie, parte en tranvía- por los contrastes del Poblenou («donde conviven la opulencia entre comillas del 22@, el barrio tecnológico, y los solares entre grandes rascacielos»), hilo conductor para debatir sobre otros asuntos, como el modelo de ciudad que propugnan los republicanos, sus propuestas contra la «desigualdad», sus políticas de pactos y cómo lograr que Barcelona sea «motor» del proceso soberanista. «Vaya tercer grado», exclamó con buen talante Bosch al final del paseo de casi dos horas, en la terraza de la cervecería Sant Martí, junto a la Rambla del Poblenou. «¿Qué tal el cambio de Madrid por Barcelona?», fue una de las primeras preguntas de Roger al alcaldable. «Las encuestas no os son muy favorables, no?», fue otra.

Bosch afrontó el tercer grado de Roger fiel a los principios de su candidatura. En sus palabras: «En ERC somos de izquierdas, y por eso es prioritario resolver los problemas de injusticias sociales de Barcelona; creemos en los valores republicanos, el buen gobierno y la integridad; y somos catalanes con todas las consecuencias. Por eso queremos que Barcelona sea de verdad capital de Catalunya, con un Estado detrás que reme a su favor y no en contra».

Marcar distancias

Lo cual, puesto en la tesitura de hablar de pactos (sin duda el tema del momento, al menos desde el punto de vista político) permitió a Bosch al mismo tiempo abogar por una «geometría variable» según el tema («vivienda, pobreza, igualdad, la capitalidad») y también marcar distancias. Con Xavier Trias, por ejemplo («no, no hay ningún pacto con CiU», asegura): «Compró públicamente los grandes ejes de nuestro programa. Por eso me gustaría preguntarle: si compra nuestro programa social, que es irrenunciable ¿cómo piensa deshacer los frutos del pacto con el PP? La ampliación de La Maquinista, la Marina del Port Vell, ese gueto de yates de millonarios en espacio público, el descontrol del turismo...  Eso no es progreso social».

O con Ada Colau: «Hay gente que no es capaz de distinguir entre los políticos que cumplen y los que no. Más que basarnos en las promesas de quienes acaban de descubrir la política, la solución pasa por saber discernir entre quién lo hace bien y quién no». O con Jaume Collboni: «La independencia en Barcelona, con el asunto de la capitalidad, es un asunto central. Cuando hablas de la capitalidad de Barcelona, de que lidera el proceso hacia la independencia, hay gente que te dice: 'eso no interesa a a gente'. ¿Qué interesa a la gente, entonces? Traer el Senado a Barcelona, dicen algunos. ¿De verdad?».

Escuchar a la gente, tener en cuenta el sentir de los ciudadanos. Roger no es de esas personas que hacen una crítica a la totalidad de la clase política («decir que todos los políticos son iguales es como decir que todos los banqueros son unos podrits, unos ladrones», recuerda con sorna Bosch a su anfitrión banquero), pero sí afirmó en el paseo que «en la calle los ciudadanos están desencantados». Por la corrupción, tema en el que Bosch presume de que a ERC no le han encontrado «ni un sobre ni una comisión», pero también por la lejanía con los problemas más acuciantes, del día a día, de la ciudadanía. Por este motivo, Roger desgranó algunos asuntos vinculados a su barrio (la situación de Can Ricart, donde no acaba de germinar ningún proyecto («hay que darle un uso social, equipamientos para el barrio», propuso), los solares del 22@ «donde viven 10 personas que no tienen otro lugar adonde ir», el problema de la vivienda. Ahí Bosch tiró de propuesta: «El ayuntamiento tiene que hacer más en vivienda social. Sobre todo rehabilitar, ya que hacer pisos nuevos es caro y requiere tiempo, mientras que hay pisos vacíos sin alquilar que dando incentivos o con la amenaza de sanciones puedes conseguir que entren en el mercado con precios sociales. La política de vivienda debe ser muy inteligente en una ciudad, porque si no creas problemas para el futuro, resuelves uno a corto plazo y creas otros».

Ejemplo: los pisos turísticos. Roger, que vive en un barrio en el que aún no son un problema tan acuciante como en otras partes de la ciudad, pidió ante el alcaldable «regularización» de esta actividad económica. «No puede ser que quienes tienen pisos turísticos tengan rentas que quedan fuera de cotización», dijo.

Especulación

Bosch, que sí vive en un distrito, Ciutat Vella, en el que «el problema de los pisos turísticos está por todas partes», se mostró duro: «Los pisos turísticos se nos han ido de las manos, hay que poner orden de forma urgente. Primero hay que cerrar los ilegales. Después hay que hacer una moratoria en Eixample, Ciutat Vella, Barceloneta, Sagrada Família, Poble-sec, Gràcia y quizá una parte del Poblenou. Y hay que trabajar para que el turismo sea más compartido, para que surjan pisos turísticos en zonas más perimetrales de la ciudad». Porque, a juicio de Bosch, la saturación actual no solo genera «molestias» (los ruidos, los «intrusos», «tener que cambiar a menudo las llaves del portal», «el colapso del ascensor») sino que puede tener consecuencias más graves: «disparar el mercado inmobiliario, ya que mucha gente en lugar de alquilar su piso por 600 euros prefiere convertirlo en un apartamento turístico por el que sacará 3.000 euros al mes. Si además es ilegal, llamémoslo por su nombre: es especulación».

En la despedida, Roger pidió un alcalde que ponga «la honradez y el trabajo bien hecho por encima de todo para lograr una Barcelona no tan desigual, donde todos duerman bajo techo y se sientan orgullosos de ser de la ciudad». «¿Qué tal el cambio de Madrid por Barcelona?», había preguntado al inicio del paseo. «Muy ilusionado, la verdad. Entre estar alli resistiendo o aquí en Barcelona construyendo, no hay color», respondió Bosch.

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