Juicio sin combate

Junqueras y Rivera mitinearon a la misma hora en salas contiguas de La Farga de L'Hospitalet pero sus hinchadas ni se vieron las caras

JOSE RICO / XABIER BARRENA L'HOSPITALET

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Tenía razón Lluís Llach con aquello de que Catalunya es un país pequeño. Igual que desde un campanario se puede ver el campanario vecino, en una campaña electoral desde un mitin se puede oír el mitin del más acérrimo adversario político. Sucedió ayer en el recinto de La Farga de L'Hospitalet, donde a la misma hora y en dos salas contiguas fueron convocadas las hinchadas de ERC y de Ciutadans para escuchar a sus respectivos próceres, Oriol Junqueras y Albert Rivera. Para los amantes de la estadística, el naranja se impuso al amarillo en concurrencia. No era difícil. En L'Hospitalet el antiindependentismo siempre juega en casa. Y la sala que alquiló Ciutadans duplicaba la capacidad de la de ERC.

En la Edad Media el duelo se hubiera resuelto mediante el sistema de juicio por combate -para disfrute de los fans de la serie Juego de Tronos-. Pero en la Catalunya del siglo XXI no se dejó que ambas aficiones demostrasen cordialidad y fair play pese a su antagonismo ideológico. Ni se vieron las caras. Como en un partido de fútbol declarado de alto riesgo, cada grupo accedió al recinto por puertas diferentes -la principal se abrió para los de Rivera; los de Junqueras se tuvieron que conformar con un vomitorio lateral- y los pasillos que comunicaban ambas salas fueron custodiados por vigilantes de seguridad-. Solo los más curiosos y morbosos iban y venían. La vecindad era tal que algún periodista de la comitiva republicana optó por conectarse al wifi de Ciutadans. Lo único que se pudo compartir ayer entre ambos partidos.

Pasó el bus de ERC por la calle de Barcelona, por la que se accedía al acto de Ciutadans. Unas 40 personas se agolpaban ante la puerta. Rápidamente saltó una voz: "Es que no han abierto". La entrada del mitin de ERC se hallaba doblando por la calle de Girona. Barcelona y Girona. Los símbolos de las dos catalunyes. Inició la velada un afónico Junqueras, que recalcó el papel del área metropolitana como locomotora catalana: "Si esta área metropolitana es la que es, es gracias a que es multipolar".

Como tocaba un foro metropolitano, dirigió Junqueras su discurso hacia la vertiente social, eso sí, vinculado al "expolio fiscal" que padece Catalunya. "Cuando hablamos de justicia social no es un concepto vacío, sino lleno de contenido". Y en una estrategia recurrente, volvió a unir esa justicia social con la corrupción: "El dinero que evaden o roban los corruptos es el dinero que necesitamos para escuelas y hospitales", sostuvo.

ERC llenó pronto las 230 butacas de su recinto. Ciutadans no cubrió por poco sus 580 sillas. El partido naranja reservó para el final su plato fuerte, Rivera, aunque como entrante ofreció a su carismático alcaldable local, Miguel García, expresidente de L'Hospi, que tenía asignados 10 minutos pero habló más de media hora, sobre todo para despacharse a gusto contra la sigla en el que militó durante más de dos décadas, el PSC.

Plaza codiciada

Por la edad del propio García y la de la mayoría del público que le escuchaba, Rivera no tuvo más remedio que matizar su controvertida invitación a los políticos menores de 40 años a dejar paso a los más jóvenes. Puntualizó que se refería solo a aquellos que llevan más de tres décadas viviendo de la política.

L'Hospitalet es una plaza codiciada en estos comicios por los dos extremos del espectro nacionalista es porque ven en su irrupción en la segunda ciudad de Catalunya la epicentro para afincarse en aquel cinturón rojo que el 24-M puede ser más multicolor que nunca.