Método 3 señala a Camacho como única culpable del 'caso Camarga'

JOSE RICO / BARCELONA

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Según el artículo 504 del Código Penal, «el que, convocado ante una comisión parlamentaria de investigación, faltase a la verdad en su testimonio, será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año o multa de 12 a 24 meses». Este correctivo sería de perfecta aplicación a alguno de los cinco protagonistas del caso Camargaque entre el pasado viernes y ayer lunes han desfilado por el Parlament, aunque a buen seguro nunca sabremos a quién porque la investigación está judicialmente liquidada. Pero lo que resulta innegable es que alguno de ellos ha mentido en sede parlamentaria, a juzgar por las flagrantes contradicciones en sus relatos de lo que sucedió el 7 de julio del 2010 en el ya famoso restaurante del Eixample barcelonés, y que la mano que meció aquel espionaje político ejecutado por Método 3 sigue siendo una incógnita.

Con diferencia, la peor parada del carrusel parlamentario en la comisión de investigación del caso Pujol ha sido la presidenta del PPC, Alicia Sánchez-Camacho, cuya inocencia no ha defendido nadie más que ella. Unos por acción y otros por omisión, los testimonios la han situado en el punto de mira. Francisco Marco, el director de la agencia de detectives que espió su almuerzo con María Victoria Álvarez, la señaló ayer como única responsable del encargo de la grabación, eximiendo de toda culpa al otro nombre al que acusó la expareja de Jordi Pujol FerrusolaJosé Zaragoza. El exsecretario de organización del PSC no tardaría demasiado en repetir por enésima vez que nada sabe del caso Camarga, y con ese parapeto resultaba imposible echar un capote a Camacho.

Escudado en un «secreto profesional» que no le impidió ir diseminando pistas sobre la identidad de la persona que formalizó el encargo, Marco situó a ese autor intelectual en el «entorno más personal» de la lideresa popular y, acorralado por los grupos parlamentarios, acabó confesando un detalle significativo: «Para mí, el entorno más personal es mi familia, mi pareja, mis ascendientes y mis descendientes, nadie más. Ese es el entorno personal. El profesional es mi entorno laboral». Según el relato de Camacho, el almuerzo de marras se organizó a partir de una sugerencia de Jorge Moragas, actual jefe de gabinete del presidente Mariano Rajoy, para que se reuniera con Álvarez a fin de comprobar si podía «colaborar» con el PPC. Sin embargo, Marco replicó que «nunca» ha hablado con este dirigente popular.

 Dando por hecho que ni los «ascendientes» ni los «descendientes» de Camacho podían estar detrás de este maquiavélico episodio de espionaje político, los diputados de la comisión se apresuraron a atar cabos con la declaración de Vicky Álvarez y pensaron que Marco podría haber incluido a Zaragoza en el «entorno más personal» de la líder popular, por aquello de los «ratitos de ocio relajado» que, según la ex de Pujol Ferrusola, compartió con el exdirigente socialista y que, dijo, sirvieron para concebir el Camargate.

Marco estuvo primero más difuso al pasar de puntillas sobre Zaragoza y desmentir solo que el PSC, «de forma institucional», ordenase la grabación. Pero también fruto de la presión de los grupos, el director de Método 3 acabó por lanzar un rotundo «no» cuando la CUP le preguntó por enésima vez si el aún diputado socialista en el Congreso efectuó el encargo. Incluso tuvo con él un gesto condescendiente al lamentar que tuviese que dimitir -abandonó sus cargos orgánicos pero mantuvo el acta- por un escándalo que no le afectaba.

Fiel a su escurridizo estilo político, Zaragoza hizo pose de encarar sin tapujos las preguntas más íntimos, pero en realidad lo convirtió en un reto para los diputados que ninguno se atrevió a aceptar. «El límite de mi vida privada lo pondrán ustedes. Es su responsabilidad mantener la dignidad de este Parlament». La invitación velada a hurgar en cuál era su relación con Camacho en aquel tiempo quedó en el aire. Ni una pregunta sobre ello. Zaragoza logró salirse con la suya. Una vez más.

El exdirigente del PSC respondió a todas las preguntas, pero se limitó a repetir la versión que ofreció cuando trascendió la grabación: que solo contrató a Método 3 para cuatro trabajos de rastreo y vigilancia en algunas sedes socialistas, y que si dimitió fue «para no perjudicar a su partido, por coherencia y ejemplaridad, y para dignificar la política». Y arguyó que no podía conocer ni siquiera la existencia de la grabación porque la habría denunciado para sacar tajada política: «¿Usted cree que si yo conozco el contenido de la cinta de La Camarga no la hubiera llevado donde la tenía que llevar estando a cinco meses de unas elecciones donde nos jugábamos el Govern?».

A nadie extrañó que Zaragoza sacase su vena de férreo estratega político que tantos odios le granjeó en el PSC. Lo paradójico es que blandiese ese puño de hierro minutos después de haber afirmado que quienes le atacan lo hacen porque, injustamente, ven en él a una especie de Frank Underwood, el implacable político de la serie House of Cards.