FUERZA EN CONSTRUCCIÓN
La geografía del escaño
Podemos tendrá que asumir el eje izquierda-derecha para ubicar a sus diputados andaluces
Trasladar las ideas al terreno de lo tangible entraña a veces complejidades sorprendentes. Podemos se enfrenta estos días a un dilema conceptual. En el ADN del partido late su negativa a aceptar el eje clásico que define las opciones políticas entre izquierda o derecha porque consideran que ha dejado de ser válido para interpretar a una realidad que ha mutado, y proponen un nuevo ordenamiento basado en la dicotomía «casta-democracia». Pero ese nuevo eje carece de una distribución geográfica clara y suscita una pregunta todavía sin respuesta: si Podemos no se siente ni de derechas ni de izquierdas, ¿qué espacio ocuparán sus diputados en los hemiciclos parlamentarios?
El dilema da para grandes disertaciones, pero lo cierto es que la decisión habrá de tomarse en cuestión de días, para resolver geográficamente dónde deben situarse los 15 diputados obtenidos en el Parlamento andaluz. Porque el partido de Pablo Iglesias reclama «la centralidad del tablero», pero ese concepto todavía no tiene silla y existe un abismo considerable entre el espacio que el partido pretende ocupar y la percepción de los electores. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), los ciudadanos les sitúan en el 2,2 del eje clásico izquierda-derecha, es decir, que son percibidos como un partido de extrema izquierda.
¿Significa esto que los diputados andaluces de Podemos van a sentarse a la izquierda de IU y del PSOE? ¿Es el eje casta-ciudadanos transportable a los escaños de sus señorías? ¿Qué ocurrirá en el Congreso tras las elecciones legislativas? El responsable de las relaciones internacionales de Podemos, Pablo Bustinduy, responde con ironía: «Nos sentaremos en los bancos azules [los asientos reservados a los miembros del Gobierno]», se sonríe, y admite que no habían pensado en ello.
El número dos del partido, Iñigo Errejón, arquea las cejas cuando conoce la respuesta de su compañero, porque ni siquiera él, el estratega y cabeza pensante de Podemos, había analizado esta circunstancia. «Izquierda y derecha son metáforas, pura estrategia, para lograr determinados objetivos. Da igual dónde nos sentemos. Lo importante es lo que vamos a hacer. El apego a los símbolos no ayuda», improvisa Errejón, plenamente consciente de que no despeja la incógnita. Para Errejón, la clave es arrinconar al PP y desplazar al viejo orden frente a una nueva mayoría, pero todavía no tiene idea de cómo se traducirá este concepto en el reparto de escaños.
El secretario general del partido en Madrid, Luis Alegre, también parece sorprendido por la pregunta, y propone que los diputados de Podemos no ocupen un lugar concreto y etiquetable del hemiciclo, sino que estén diseminados por todo el arco parlamentario. En todo caso, la decisión debe negociarse con el resto de grupos con representación institucional. Antes del primer pleno de cada legislatura los portavoces de los partidos consensúan en la mesa del Congreso la distribución de los 350 escaños en el hemiciclo. Cuanta más fuerza consiga Podemos, más posibilidades tendrá de presionar en esta negociación para exigir otro orden.
Eje unidimensional
Históricamente, el bipartidismo ha propiciado arquitecturas afines al eje unidimensional izquierda-derecha, lo que permite un ordenamiento visual claro de las organizaciones políticas. El origen está en el inicio del parlamentarismo europeo, cuando tras la revolución francesa se forma la Asamblea Constituyente, que ya incluye una distribución física según la ideología.
En España, la evolución de la geografía del escaño permite seguir las transformaciones políticas que ha vivido el país. En 1979, el centroderecha estaba ocupado por la UCD y los sillones más a la izquierda eran del PCE. En 1982, el hemiciclo muestra el avance del PSOE, que absorbe parte del espacio que ocupaba UCD por el centro, pero también una veintena de sillones que habían pertenecido al PCE. En 1996 y el 2000, los partidos nacionalistas aumentan su espacio en el centro del hemiciclo.
Ahora, la patada al tablero de Podemos puede poner en entredicho este orden. El número de escaños que obtengan determinará si ese golpe es suficientemente fuerte como para arrinconar al bipartidismo o un susto que se resuelve con un puñado de butacas marginales.
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