LOS ESPAÑOLES HABLAN DEL PROCESO SOBERANISTA

Un país, o dos, por (re)construir

MURCIA. Floren Dimas, 63 años, teniente del Ejército del Aire en la reserva e historiador. El encuentro, con cuatro amigos, es en la plaza de España de Lorca.

JOSEP SAURÍ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Tres años largos, muy largos, después del terremoto, una parte significativa del barrio de La Viña de Lorca sigue patas arriba, bajo una nube de polvo y poseída por el frenesí de la maquinaria que la reconstruye y la reurbaniza. El rastro del zarpazo del seísmo es también visible en el centro de esta ciudad murciana de 60.000 habitantes (más de 90.000 si se les añaden los de sus numerosas pedanías), salpicado de solares. Se estima que son unos 1.500 los lorquinos que todavía no han podido regresar a sus hogares. Uno de ellos es Floren Dimas, militar en la reserva, ahora armado de paciencia, exiliado en su teórica segunda residencia, en Calabardina, una pedanía de Águilas, a 40 kilómetros de la que algún día, cuando se resuelva el litigio con el Consorcio de Compensación de Seguros que mantiene su reconstrucción en suspenso, se supone que volverá a ser su casa.

De alguna manera, así andamos todos; con los consensos de la Transición (no solo el territorial) resquebrajados y amenazando ruina y un Estado, o quizá dos, patas arriba y por (re)construir. Algo saben los lorquinos de esto. En el Café Bar España, en una mesa que cojea ostensiblemente hacia la izquierda («no te vayas a creer que somos representativos», bromea Juan Manzanares, 61 años, profesor de Historia; el PP tiene 33 de los 45 diputados en el Parlamento murciano), hay matices sobre el origen de las grietas y debate sobre si el edificio constitucional se puede rehabilitar o bien hay que demolerlo y construir uno nuevo, o más de uno, adosados o no. Pero lo que nadie discute es la urgencia de hacer obras.

'Don Tancredo' Rajoy

«El nacionalismo catalán siempre ha jugado con mantener un pulso con el Estado para conseguir mayores cuotas de autogobierno y una mejor financiación, pero ahora, en una situación de crisis económica acuciante, lo ha llevado al límite. A Mas se le ha ido de las manos», afirma Manuel Muñoz, 55 años, archivero municipal de Lorca. La crisis es un motivo, sí, pero también el cepillado del Estatut en el Tribunal Constitucional, «un error capital», apunta Jesús María Ramírez, 57 años, profesor de Geografía e Historia. Y la pérdida de credibilidad del sistema político español, que ha permitido al nacionalismo catalán canalizar ansias regeneracionistas «convenciendo a la gente de que la independencia es la solución total, el paraíso», añade.

Para Dimas, «el problema catalán es una de las grandes herencias del franquismo. La persecución de las señas de identidad catalanas, sobre todo la lengua, y la campaña de hostilidad orquestada por el Estado calaron en amplios sectores. Y los catalanes reaccionaron». Aunque a su juicio en la actual eclosión del independentismo ha influido otra campaña, «dirigida y subvencionada durante 35 años por unas élites políticas, culturales y económicas que son las que en un supuesto Estado independiente ejercerían el poder».En todo caso, menos entusiasmo todavía despierta la respuesta del Gobierno español: «Rajoy está con que 'la Constitución dice esto y la ley es la ley' y no le sacas de ahí», se lamenta Juan Guillén, 65 años -30 de ellos en Barcelona-, técnico de Telefónica jubilado. «Con este Gobierno el tema catalán está imposible. Rajoy parece Don Tancredo», tercia Manzanares. «El problema es la falta de diálogo. Si se hubiera escuchado a los catalanes y se hubiera negociado desde el primer momento nos habríamos ahorrado todo este bochorno», coincide Muñoz.

Reforma o ruptura

¿Cómo se sale de esta? En España no se sabe, pero en el Café España de la plaza de España de Lorca la reforma de la Constitución y la transformación en un Estado federal sacan, al menos momentáneamente, mayoría absoluta. Y, atención, también que los catalanes puedan votar para

decidir su encaje (o no): «Me entristece muchísimo lo que está ocurriendo, porque me siento español y no quiero que Catalunya se independice. Pero soy demócrata, y hay que respetar la voluntad de los catalanes, sea la que sea», sostiene Ramírez. Guillén detalla la hoja de ruta que le gustaría que se siguiera: «Reforma de la Constitución, hacer un Estado federal, que se celebre el referéndum y que salga que no». Y Dimas va más allá: «La pregunta no es si es legal que los catalanes decidan su futuro, sino si es legítimo. Lo que se dice legal, el régimen franquista también lo era, tenía sus leyes».Sin duda, Floren Dimas rompe en mil pedazos el añejo molde del militar español fijado en el imaginario colectivo. Este profesor de paracaidistas, veterano de Bosnia y estudioso de la Segunda República, la guerra civil y la represión franquista, no solo abomina de «la obsesión perenne del Ejército por la unidad de España» y del «nacionalismo español casposo y rancio», sino que se declara «rupturista» con una Constitución «de más que dudosa legitimidad, tramada entre franquistas que querían sobrevivir al hundimiento del régimen y buscaban la impunidad de sus crímenes y nuevos demócratas oportunistas dispuestos a repartirse el pastel con ellos a base de renuncias». Y para resolver el conflicto con Catalunya y para todo lo demás, deposita sus esperanzas en Podemos y en que en España «gobierne una izquierda de verdad» que se ponga manos a la obra.