Análisis

La victoria de las emociones

ANTONI GUTIÉRREZ-RUBÍ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La política son ideas, prácticas... pero también emociones y relaciones. Sentimientos. La V de la Diada ha sido un éxito rotundo porque ha conectado, fundamentalmente, con los sentimientos de la mayoría de la ciudadanía. Y lo ha hecho con unas estrategias organizativas y comunicativas que han contribuido -junto a grandes complicidades políticas, mediáticas e institucionales- a su éxito. Solo una mirada prejuiciosa (y miope) atribuiría a la orquestación de recursos la victoria de esta colosal demostración cívica. Las claves hay que encontrarlas en la consistencia política del deseo mayoritario de los catalanes de ser consultados y decidir, pero también -y especialmente- en el registro emocional de esta convocatoria.

Intergeneracional y plural. La ha sido un fenómeno muy familiar. Una vez más las calles de Catalunya se han llenado de personas de toda condición y edad. El catalanismo ha sido más plural y diverso que nunca. El sentimiento nacional une. La gente ha asistido a la concentración en grupo, en comunidad, en familia. Los lazos han resultado tan importantes como las convicciones. Las calles se han convertido el anticipo de las urnas.

La historia y el presente. El lema Ara és l'hora, la importancia del reloj (con la consigna coral de las 17.14 h.), junto con la celebración del tricentenario, han hecho de este día y este año un momento épico extraordinario. El calendario político, la proximidad del 9-N así como el inmediato referendo en Escocia, dibujan un escenario excepcional. Se ha hecho historia (seguramente la mayor concentración democrática reciente en toda Europa) desde la historia, como trampolín movilizador y poderoso activo político. La V ha sabido comprender el pasado y el presente. De ahí su incuestionable potencial para el futuro.

La fiesta y la alegría. Sin crispación. La concentración ha sido lúdica y cromática (imaginación y juego en el vestuario, en los carteles, en las consignas) y en positivo. Los tristes no ganan -casi nunca- las elecciones. Ni tampoco los debates o los desafíos. El optimismo es contagioso como el pesimismo. Pero el primero te moviliza, el segundo te paraliza. La V es positiva, cívica y ciudadana. De ahí su capacidad empática y dinámica. Los que niegan esta realidad lo hacen con un rictus de severidad y estreñimiento que les impide ser percibidos como neutrales o sensatos. Gana la sonrisa, pierde la mueca.

La V digital. El colapso de las redes sociales, al compartir tantos contenidos y conexiones es el reflejo tecnológico de una constatación cada vez más incuestionable: ganar en las redes es el anticipo de ganar en las urnas. La V ha sabido empoderar a los usuarios digitales (con el juego de la V en las cuentas de Twitter, por ejemplo) provocando su creatividad y su activismo. La V ha sido un éxito en las pantallas de proximidad (móvil, tableta, portátil) antes que en las calles. La V concentra a multitudes inteligentes (individuos digitalmente autónomos, con sus comunidades tensadas y motivadas) y es el éxito del protagonismo de las redes cívicas y sociales frente a las organizaciones políticas convencionales.

Esta V ha sido un éxito porque ha permitido vivir y ver una renovada fuerza política: las emociones y las redes. Pensar lo que se siente y compartirlo. Esa es la clave.