Las reacciones

Matar al viejo

JOAQUIM
Coll

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Sorprende la velocidad con la que Jordi Pujol ha sido obligado a renunciar a sus prerrogativas y enviado al campo de aquellos que harían mejor en «desaparecer», en palabras crueles del alcalde Xavier Trias. Recordemos, sin embargo, que hubo un primer momento de duda. Tras conocerse la confesión, Artur Mas dijo que se trataba de un asunto «privado y familiar», que para nada afectaba al Govern ni a CDC. TV-3 y algunos medios concertados plantearon inicialmente el tema como si todos los catalanes supiéramos que el expresidente tenía dinero en paraísos fiscales, aunque él siempre lo había negado. Pero que, mira por donde, hasta ahora no había hallado el momento de regularizarlo. Se intentó tapar el asunto. Imposible. La sorprendente autoinculpación y sus incoherencias ponían de manifiesto que estábamos ante la punta del iceberg de algo que iba mucho más allá de la supuesta herencia nunca declarada.

La verdad al descubierto es lo que en voz baja a menudo se decía, pero nadie denunciaba: la existencia de mordidas, imposiciones o extorsiones a empresas que trabajan para la administración catalana, en beneficio, como mínimo, del clan Pujol Ferrusola. El lunes, la estrategia viró radicalmente. En la Generalitat tenían preparado un decreto por si acaso el viejo se resistía a ceder.

El pánico en CDC debió ser inconmensurable el fin de semana. Josep Rull, que se estrenaba como sustituto de Oriol Pujol, afirmaba ahora que CDC va a verse obligada a una refundación. ¿Acaso no se trata de una clara asunción de culpa y de una enmienda a la totalidad al relato sobre el que se ha levantado la hegemonía nacionalista? Tras intentar aislar el partido de la herencia pujolista, la consigna ahora es repetir insistentemente una doble negativa: que tan abrumador escándalo ni debilita a Mas, ni al proceso soberanista. Habrá que ver qué significa exactamente refundar CDC, aunque en manos de Rull puede acabar convirtiéndolo en una submarca de ERC. Pero más complicado aún es hacer colar la doble negativa. Porque sin Pujol, Mas no existiría: no solo fue conseller de Economia, sino conseller en cap hasta ser ungido sucesor. Sin el beneplácito y entusiasmo enfervorizado del viejo expresident, CDC no hubiera ido tan lejos en la apuesta secesionista.

Y aquí empiezan algunos de los problemas para el proceso. Salta a la vista que lo del Estado propio tiene mucho de finca particular para poder hacer lo que a algunas élites sociales y políticas les dé la gana. Para los Pujol, nada mejor que la independencia para escapar a la justicia. ¿Quién se hubiera atrevido a ir contra una de las familias fundadoras de la nueva república? Pero el velo ha caído y muchos de los que comieron de su mano y lo citaban como referente político y moral, corren ahora a matar al viejo.