ANÁLISIS

Lo esencial para un cambio de modelo

Papeletas en un colegioelectoral de Barcelona.

Papeletas en un colegioelectoral de Barcelona.

MONTSERRAT NEBRERA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Me cuento entre quienes durante mucho tiempo cifraron la regeneración democrática en la siempre demorada ley electoral catalana pensando que podía significar un saneamiento de las obsoletas estructuras de los partidos políticos y, en consecuencia, un mayor acercamiento entre lo querido en la calle y lo decidido en la política. El principio de acuerdo que  en algún momento podía esperarse en el Parlament en torno a un sistema de doble lista semejante al alemán supondría un pequeño avance al respecto y bienvenido sería: candidatos cercanos junto a profesionales del aparato, un aparato, por tanto, sometido a la presión del entorno y no al intercambio de favores, o la promoción servil. Pero no es lo esencial.

Los partidos participan de las mismas endemias que cualquier organización. Sin ser sometida a transparente competencia, la estructura del partido se anquilosa primero y se corrompe después,  pero tanto como nos puede suceder en tantas facetas de la vida a cualquiera de quienes los votamos o los seguimos. De ahí que se diga que, aun con la injusta desviación de la ley d'Hondt (injusta hoy, casi comprensible en 1978), tenemos los dirigentes que nos merecemos. Pero también es cierto que el error o el delito probados en el particular reciben puntual sanción, pero que permanecen impunes el incumplimiento electoral flagrante y buena parte de la corrupción política. En ese contexto y para acrecentar una cultura política comprometida en elegir a sus gobernantes y en vigilar y castigar los incumplimientos, hay cuestiones más necesarias y urgentes que esa leve reforma electoral. Lo esencial para el cambio profundo del sistema político es una justicia independiente y una prensa libre (todo lo libre que la economía permite), amén de un modelo educativo construido de abajo a arriba para que dure varias generaciones.

Nada nuevo digo. Es la comunión entre la gloria del sistema americano (justicia y prensa a prueba de dudas) y de los modelos educativos socioliberales del norte de Europa; nuestra versión moderna del ciudadano comprometido que teorizaron los clásicos del pensamiento político. Solo de ese modo tiene sentido un sistema que pida al ciudadano algo más que elegir unas siglas. De ese modo sería incluso posible votar en circunscripción uninominal, un modelo en el que el candidato hecho a sí mismo resulta todavía más evidente; un sistema sin clientelismo más que con los propios votantes, un sistema en definitiva que reconozca que es mejor el mandato imperativo que el actual de diputado sometido al grupo parlamentario y  al partido. Hasta ese momento, casi todo es pura lucubración de salón, pero un ejemplo puede aclarar la inconsistencia de los mantras que en este tema suelen proliferar: en un sistema político en el que nadie conoce al segundo o tercero de una lista electoral, ¿tiene sentido hablar de listas abiertas? Más aún ¿alguien quiere correr el riesgo de que, ofrecida a la ciudadanía la opción entre Rajoy y Belén Esteban la gente prefiriera a ésta última? Pues eso.