CICLO DE ENCUENTROS ORGANIZADO POR EL PERIÓDICO

«No nos rendiremos»

Junqueras dice a 10 ciudadanos que la independencia es una herramienta para mejorar la vida de los catalanes

Entre todos. Oriol Junqueras: "No nos rendiremos"

Entre todos. Oriol Junqueras: "No nos rendiremos". / periodico

JOAN CAÑETE BAYLE

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Fue en la recta final de las dos horas de encuentro. Robert Bermejo (ingeniero informático, 36 años) preguntó al presidente de ERC, Oriol Junqueras, por qué los partidos catalanes no anuncian que en Catalunya no se aplicará la reforma del aborto del Gobierno del PP con la misma contundencia con que la mayoría afirman que de una forma u otra se llevará a cabo el referendo por el derecho a decidir pese a que, a ojos del Gobierno central, ambas cosas (desobedecer la ley del aborto y convocar la consulta) serían ilegales. Junqueras hizo una defensa sin fisuras del derecho de las mujeres a abortar («tenemos que garantizar la integridad, la salud y los derechos de las mujeres») y añadió: «La mejor manera de hacerlo es una Catalunya independiente. Es la mejor garantía. Si no, estaremos todo el día peleándonos con el Tribunal Constitucional y el Gobierno español por todo, por la ley del aborto, la de seguridad ciudadana, las pensiones, la reforma laboral...».

Buen ejemplo de lo que fue la segunda cita del ciclo Catalunya 2014, organizado por EL PERIÓDICO, en el que diez ciudadanos se sientan a debatir con un líder político catalán. El hecho de no tener la independencia –para Junqueras, ante todo, una «herramienta» con la que mejorar la vida de los catalanes– y aspirar a ella es la causa que explica lo que ERC hace y lo que no hace, la brecha entre lo que a ERC le gustaría hacer y lo que tiene que hacer, la distancia entre lo que podría ser Catalunya y lo que es. La independencia como solución porque permitiría a los catalanes gobernarse mejor. «Las mejores herramientas posibles son las de un Estado; por eso queremos un Estado».

Gobierno y oposición

Siempre el alcalde orgulloso de su gestión de cercanía en Sant Vicenç dels Horts, cómodamente instalado con un pie en seny del estadista («ERC apoya los presupuestos para que sean lo más justos y eficaces posible. Sin nuestro apoyo serían más injustos») y otro en la rauxa del opositor («cada vez que están en peligro los intereses del poder de siempre, los partidos del establishment se alinean para defenderlos»), Junqueras navegó entre las preguntas sobre independencia, recortes, desafección, corrupción, el catalán en la escuela, educación y empleo con el paso firme de quien tiene una hoja de ruta clara y un objetivo tal vez aún lejano pero que al menos ya está a la vista. «Ha habido momentos en los que parecía que nuestros objetivos eran minoritarios. No nos rendimos. Y ahora que son claramente mayoritarios ¿alguien cree que nos rendiremos? Defenderemos la causa de la democracia por todos los mecanismos democráticos posibles. No nos rendiremos», exclamó con vehemencia.

Artur Mas fue el primer invitado del ciclo Catalunya 2014. Comparados los dos encuentros, resulta curioso que las preguntas de los ciudadanos al president incidieran sobre todo en el camino a la independencia, mientras que a Junqueras se le preguntó sobre cómo será el país tras la independencia, como si hubiera una división de poderes que, a trazo grueso, implica que Mas, y CiU, dirigen el camino y Junqueras, y ERC, diseñan la nueva república catalana. Uno responde al cómo llegamos, y el otro, al cómo será.

Lo cual no significa, ni mucho menos, que sean socios armónicos, y menos estos días. Ante los 10 ciudadanos Junqueras no defendió la gestión y las decisiones del Govern, sino las de ERC, y en ocasiones marcó distancias de forma clara con el Ejecutivo de Mas. «Con este Gobierno hay cosas que no compartimos, desde la externalización del servicio comercial de TV-3 [pactada por CiU, PSC y el PP], porque entendemos que se hace para favorecer a un grupo mediático concreto, hasta el acuerdo de CiU con el PSC sobre BCN World. ya que entendemos que es un mal acuerdo», afirmó, para sentenciar: «Constatamos que el Govern en ocasiones da la espalda a la mayoría fruto del acuerdo pactado entre ERC y CiU. ERC se siente comprometida con este acuerdo y lo que estamos viendo es que a veces el Govern no se siente comprometido y busca otras mayorías parlamentarias. Está en su derecho, pero nosotros no tenemos prisa para sumarnos a malos acuerdos». 

«No soy nacionalista»

Como ya hiciera Mas hace unas semanas en el mismo foro, Junqueras argumentó la necesidad de la independencia por motivos pragmáticos y no identitarios. Una «herramienta», es la palabra que usaron ante los ciudadanos invitados en el Palau Macaya de la Obra Social de La Caixa el president y el que es al mismo tiempo el jefe de la oposición y su socio de Gobierno. «Yo no soy nacionalista, soy independentista. Mi objetivo en este ámbito es dejar de serlo», es la sentencia con la que Junqueras dibujó el terreno de juego de su discurso ante intervenciones como las de Manuel López (administrativo contable, 28 años) y Carmen Gallego (catedrática de Filosofía en un instituto, 52 años), en las que se hicieron patentes algunas de las preocupaciones de quienes ven con recelos el proceso soberanista: el riesgo de quiebra de la convivencia, la preocupación de aquellos que no quieren romper con España a causa de los vínculos sentimentales, la sospecha de que el manto soberanista oculta los graves problemas sociales derivados de la crisis en Catalunya.

Echando mano de sus recursos como docente –«soy un profesor de universidad que hace de político; la diferencia entre el ser y el hacer es sustancial»–, Junqueras mostró su músculo pedagógico pero también la firmeza de su postura. La consulta no es cuestión identitaria sino de «democracia» («no hay ningún artículo de la Constitución española que prohíba celebrar un referendo», afirmó)y se acabará haciendo porque «la inmensa mayoría de los ciudadanos de Catalunya así lo quieren». No hay riesgo de fractura porque el escenario de un país dividido al 50-50 «es improbable, según todas las encuestas» y porque la catalana es una «sociedad madura», como prueba que hay más gente partidaria de convocar el referendo y «respetar el resultado, sea cual sea», que de la independencia.

«Yo quiero votar el 9-N, pero mi voto no será a su favor», dijo Robert Bermejo. «Yo quiero que vote todo el mundo, los del sí y los del no. Hasta el 9-N estaremos en el mismo bando, los que queremos votar», le respondió Junqueras, a lo que Robert replicó: «Y el 10 de noviembre también estaremos de acuerdo, porque salga lo que salga lo aceptaré». ¿Qué resultado, con qué porcentajes se interpretará la victoria del referendo?, se le preguntó a Junqueras, y el presidente de ERC no tuvo dudas: «Se interpretará como en todo el mundo: quien gana, gana y quien pierde, pierde», afirmó, y sentenció: «No tengo dudas de que la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país serán respetuosos con el resultado». Igual de respetuosos, recordó, que han sido los independentistascuando su postura era «minoritaria en las instituciones».

Los ciudadanos le pidieron detalles del futuro, de cómo será esa república catalana a la que Junqueras se refirió en varias ocasiones, pero la independencia que dibujó el presidente de ERC no es un libro ya escrito, sino algo parecido a un jalón en el camino, el final de un proceso, el último día de esta vida («continuar en el Estado español también genera incertidumbres, como el derecho de las mujeres abortar, o la reforma laboral, o las políticas fiscales que benefician a los ricos...») y el primer día del resto de nuestra vida: «Somos independentistas para garantizar que decidimos adónde van nuestros impuestos. Porque el problema es que no hay suficiente dinero para cubrir todas las necesidades que tenemos en sanidad, en educación, en políticas sociales. La manta presupuestaria no lo cubre todo. Pero ¿quién recorta la manta? El que gestiona los impuestos y se queda con ellos, el Ministerio de Hacienda. ¿Qué queremos? Una manta más larga».

Hacia la independencia, pues, con la cabeza y no (solo) con el corazón. De lo que se trata es de tener la capacidad de alargar la manta. «Las listas que encabezo en mi pueblo están llenas de gente de la peña del Madrid, de la peña del Barça, de la asociación de amigos del flamenco, de la colla sardanista... Es lo normal, nadie me hará creer que estar a favor o no de que Catalunya disponga de las mejores herramientas posibles está relacionado con el estilo musical o con qué equipo te gusta».

Un pueblo del Baix Llobregat

Un recurso recurrente: su pueblo, Sant Vicenç dels Horts («una ciudad de 30.000 habitantes en el centro del Baix Llobregat, ciudad metropolitana, en la que el 80% de la población tiene como lengua familiar la española. Y yo soy su alcalde»), como ejemplo para explicar la necesidad de la independencia, casi como microcosmos de la futura república catalana. David Domingo (ingeniero industrial, desempleado y emprendedor en proyecto de 39 años) pidió a Junqueras que detallara tres medidas prioritarias contra las desigualdades sociales en la hipotética república. «Muy similares a las del Ayuntamiento de Sant Vicenç dels Horts: servicios sociales, empleo y educación».   Y sí, para ponerlas en práctica hace falta la independencia, para que el Ministerio de Hacienda no recorte a antojo la dichosa manta corta, para que los catalanes puedan «gestionar los impuestos y hacer políticas sociales más ambiciosas».

Argumentos que no convencieron a María Celina López (arquitecta autónoma de 56 años, nacida en Buenos Aires y nacionalizada española). «No sé cómo puede apoyar ERC, como partido de izquierdas, a un partido de derechas», dijo María Celina en referencia al sí a los últimos presupuestos de la Generalitat. Para contestarla Junqueras se puso el traje del socio del Govern y, sobre todo, el de la responsabilidad. Recordó, como suele Artur Mas, que estos presupuestos dedican un 71% del gasto –«el porcentaje más alto de la historia»– a las políticas sociales y defendió que un voto contrario a las cuentas hubiera provocado la caída del Govern, elecciones anticipadas y un escenario de mayorías parlamentarias «muy parecido al actual». Es decir, nada hubiera cambiado. En cambio, casi arrogándose un papel de oposición desde dentro, Junqueras defendió que ERC apoyó los presupuestos para que fueran «lo más justos y eficaces posible». «Nuestra elección –añadió– era ayudar a administrar el presupuesto o no. Elegimos ayudar a que sea más justo». Todo ello, claro, en el contexto de que «desgraciadamente, el total del presupuesto de la Generalitat no lo deciden ni el Govern, ni el Parlament, ni los ciudadanos de Catalunya, sino el Ministerio de Hacienda». Es decir: que Catalunya no sea independendiente es lo que explica lo que ERC hace. En este caso, votar a favor de los presupuestos de CiU.

Responsabilidad ciudadana

No puede decirse que esta explicación satisficiera al flanco más a la izquierda de los ciudadanos que compartieron encuentro con Junqueras, pero sí es cierto que en este tema y en otros como el de la desafección política el presidente de ERC supo salir más o menos airoso, más o menos indemne. Para ello tuvo que jugar a fondo ese carácter dual de ERC, ahora Gobierno, ahora oposición, ahora seny, ahora rauxa, ahora un partido de larga tradición, ahora un representante de la nueva política en contraste con los viejos partidos de siempre anclados en sus usos (y abusos) partidistas de siempre. Ya saben, «los partidos del establishment.

A diferencia de lo que es habitual, Junqueras (recuerden: «un profesor que hace de político») no cayó en la tentación de hacer una defensa corporativa de los políticos cuando salieron a la palestra los temas de la corrupción y de la imperiosa necesidad de una mayor democratización de la vida pública, haciéndola más cercana a los ciudadanos. Al contrario: sacó pecho de la limpieza de su partido («ERC no tiene ningún condenado, ni ningún acusado, ni ningún imputado en casos de corrupción en ejercicio de cargo público») y de la forma de trabajar de la formación («los diputados de ERC son elegidos en primarias de verdad en sus comarcas por los militantes»). A una pregunta de Carmen Monge (funcionaria administrativa interina de 31 años), Junqueras se mostró partidario de un cambio de la ley electoral con listas abiertas, «una ley electoral que diga que los diputados de todos los partidos deben ser elegidos por asambleas abiertas en sus comarcas». «Ya verás como en los otros partidos no hay nadie que vote a favor», vaticinó.

Y pasó al ataque: «Pero, si me permitís, hay un factor que tiene un punto de desesperante y de inexplicable, que es que haya partidos que tienen centenares de implicados en casos de corrupción y continúan ganando elecciones». No dio nombres, no hizo falta, ya que su mensaje era claro: la mejor forma de controlar a los representantes es que los representados eleven su nivel de exigencia. Dicho de otra forma: «El mecanismo más eficaz contra la corrupción es el voto de los ciudadanos». Y muchos de los 10 ciudadanos presentes asintieron: hacer política es participar, pero también exigir.