CONTRACrónica

Escudo soberanista

Los ciudadanos recelan de la apelación del líder de ERC a la independencia como solución de todos los males

EMMA RIVEROLA

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Carmen M. y Manel no se conocían antes del encuentro con Junqueras. Pese a llevarse solo tres años, sus vidas son totalmente distintas. También su modo de pensar. Aunque ella nunca ha sido nacionalista, la situación actual la ha llevado a plantearse la independencia. Él lo tiene claro, votaría no. Pero ambos, por separado, utilizan la misma palabra: escudo. «La fachada independentista está haciendo de escudo de muchas cosas. No se está actuando con responsabilidad política. Las cosas no mejoran para los ciudadanos», denuncia Carmen M. «Preguntes lo que preguntes, Junqueras lleva la respuesta a la independencia. Es su escudo para no afrontar los problemas», señala Manel. No son los únicos que muestran recelo ante el discurso soberanista. La argentina María Celina comparte su decepción: «Hay un monotema con un perfil muy demagogo. Mientras, los problemas sociales se aparcan». Ninguno de los lectores está dispuesto a entregar un cheque en blanco a la causa. Laura quiere la independencia: «Pero no a cualquier precio. Para seguir igual, no interesa. Tiene que ser un país socialmente comprometido». También Núria está a favor: «Pero antes hay que arreglar aspectos sociales y económicos que ya se podrían ir trabajando». David no quiere «un cambio de cromos», sino que defiende un sistema más participativo, más justo, romper las viejas

costumbres.

Con la sonrisa de quien espera un imposible, a la abogada Mònica le gustaría que le presentaran un power point del futuro de una Catalunya independiente. Concreción, reclama antes del encuentro con Junqueras. Concreción, sigue requiriendo después. El líder de ERC pasa el examen de los lectores con nota. La mayoría le reconocen como un alumno aplicado. Su discurso destila seguridad. Otra cosa es que venza la desconfianza generalizada.

Un día en el infierno

¿Por qué los políticos no se ponen en la piel de la gente que sufre?, se preguntan tantos. «Que piensen más en nosotros y no tanto en las peleas partidistas», demanda Robert. A Mònica le gustaría que la acompañaran un día a los juzgados y viesen el infierno en el que vive tanta gente. Carmen G. lo ve cada mañana, cuando acompaña a su madre enferma de alzhéimer al centro de día y pasa frente a Cáritas, en Vilanova i la Geltrú. «Las colas son brutales. Los políticos nos han perdido el respeto. Y eso no tiene freno. El Estado ha roto el pacto con los ciudadanos y, encima, nos exige sumisión. Tenemos derecho a rebelarnos».

El inconformismo sobrevuela el encuentro. También la exigencia y la reivindicación de la verdad. Las preguntas son directas. Las respuestas a veces se escabullen entre los relieves modernistas del edificio. Enric, el veterano estudiante que a sus 64 años continúa sumando títulos universitarios, obsequia a Junqueras con un ejemplar de Oligarquía y caciquismo, de Joaquín Costa. Toda una declaración de principios. Sin escudos.