ANÁLISIS DEL COL·LEGI D'ECONOMISTES
La secesión, de posible a factible
Varios expertos avalan la viabilidad económica de un Estado catalán, pero alertan de los retos políticos
«En la vida todo es posible, pero no todo es factible». Esa es una de las afirmaciones de los economistas Antón Gasol y Xavier Segura, dos de los autores de Economia de Catalunya (Profit Editorial, Barcelona, 2014), un libro encargado por el Col·legi d'Economistes de Catalunya en el que se analiza el impacto económico de una hipotética independencia. Lo que es una conclusión general en esta obra, que se presentará mañana jueves, es que «en el ámbito de la economía y de la empresa no hay problema» ante una teórica secesión, afirma el catedrático Oriol Amat, otro de los autores, integrados en la Comisión de Economía Catalana del Col·legi.
Y es que «el problema, en todo caso, no está en la viabilidad económica, sino en la viabilidad política» porque se trata de un conflicto que es «esencialmente político», explica en la páginas del libro el catedrático y exconseller de Economia Antoni Castells. Optimista, en uno de los capítulos, Jordi Galí, director del Centre de Recerca de Economia Internacional de la Pompeu Fabra, ve «difícil de imaginar» una actitud intransigente por parte del Estado español en caso de secesión, ya que no solo dañaría a Catalunya sino a España.
De hecho, según interpreta Amat, cuando el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, o el presidente de la patronal CEOE, Juan Rosell, vaticinan desastres económicos con la secesión, lo que hacen es avisar de que el proceso «tropezará con muchas trabas y dificultades».
Por contra, la catedrática Núria Bosch y la profesora Marta Espasa estiman que una Catalunya independiente retendría una media anual de 13.889 millones de euros, o el 7,1% de su PIB, que hoy por hoy vuelan hacia el Estado, y vería garantizadas las pensiones.
Y Josep Pedrol calcula incluso que un sector público en un Estado catalán «podría crear entre 51.000 y 71.000 empleos». En todo caso, todo girará en torno a superar las trabas políticas y la necesaria permanencia en la Unión Europea (UE). De ello dependería también el reparto de activos y deuda entre ambas partes. No es lo mismo una separación amistosa que un divorcio violento como el de Michael Douglas y Kathleen Turner en La guerra de los Rose.
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