Geometría CIUDADANA

También una ciudad de joyeros

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JOAN TAPIA

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Aprimera hora de la noche de un día del pasado diciembre, poco antes de Navidad, la joyería Bagués-Masriera, situada en los bajos de la Casa Amatller del paseo de Gràcia, reunió en una selecta y escogida fiesta a casi dos centenares de personas de la burguesía barcelonesa. Celebraban el 175º aniversario del inicio de las actividades, en 1839 y en la calle Vigatans, junto a Argenteria y a dos pasos de Santa Maria del Mar, del pequeño taller de joyería de Josep Masriera Vidal, que había cursado los cinco años reglamentarios y conseguido el título de maestro joyero. Ahora, con el paso de los años, varios traslados de domicilio y cambios societarios, es una empresa familiar propiedad de los tres hermanos Oliveras Bagués (Joan, Jordi y Oriol), de la saga Bagués, otra joyería fundada en 1926 en la calle de Sant Pau (junto a las Ramblas).

La fiesta fue también un acto de afirmación y orgullo del ya no mayoritario pero sí activo comercio catalán (Santa Eulalia, Vinçon, Rabat, Reggia, Bel, Gratacós) que sigue presente en un paseo que en los últimos años se ha convertido en una de las principales arterias europeas de las marcas mundiales del lujo. Y para glosar el acontecimiento intervinieron tanto Joan Oliveras Bagués como el alcalde Xavier Trias y el presidente de la Generalitat, Artur Mas. En los tres discursos se mostró satisfacción por el éxito de Barcelona como gran capital turística. Y se percibió complicidad de fondo. No en vano los dos hermanos (Narcís y Amadeu) que fundaron Bagués en 1926 eran firmemente catalanistas y fueron, antes de la guerra civil, socios de La Falç (una agrupación de jóvenes nacionalistas de la que fue presidente Josep Tarradellas). Luego, durante el franquismo, tomaron parte activa en iniciativas culturales tan significativas como Òmnium Cultural o el mantenimiento del Teatre Romea. Y el propio Joan Oliveras fue presidente no hace demasiados años de la Fundación Barcelona Cultura, vinculada a Convergència y a la que se atribuía cercanía a Miquel Roca.

Hoy la firma es representativa de las tendencias dominantes en la economía catalana. Es un comercio emblemático, pero también un taller de joyería, y la exportación alcanza el 85% de la facturación total. La tienda supone solo el 15% y Oliveras cree que casi un 40% de sus ventas se realizan a extranjeros. Y cuando se plantearon la expansión y la internacionalización no pensaron en Madrid, ni siquiera Europa, sino que apostaron por Japón, el mercado más prometedor en aquel momento y donde tienen tienda con un socio local en Tokio y Osaka. Luego Estados Unidos y Rusia; ahora China.

Tres negocios fusionados

Asimismo, la firma refleja bien el dinamismo empresarial (es la resultante de la fusión por etapas de tres negocios familiares distintos) y de la capacidad de conexión internacional. El fundador tuvo tres hijos que formaron parte muy activa de la burguesía ilustrada y emprendedora del siglo XIX. Dos de ellos, Josep y Francesc, fueron notables pintores y orfebres que construyeron un singular estudio en el número 72 de la calle de Bailén, una especie de templo romano. Y en 1872 trasladaron la tienda a Ferran, entonces la calle central de Barcelona.

Pero el gran salto hacia delante lo dio el nieto del fundador, Lluís Masriera, nacido en 1872 y que fue enviado a estudiar a Suiza, donde fue discípulo de Dossier, el gran maestro del esmalte. Cuando volvió a Barcelona en 1900 introdujo nuevos estilos como el modernismo y el art nouveau y revolucionó la joyería convirtiendo a Masriera en una de firma líder a nivel europeo. Se precisaba más capital y los Masriera se asociaron con los Carreras, otra familia joyera con gran capacidad financiera, y en 1915 se trasladaron al paseo de Gràcia, pero no a la ubicación actual, sino a una casa modernista entre Gran Via y Diputació (hoy está la sastrería Señor).

Tras la guerra civil, Masriera entró por diversos motivos en una etapa de cierto estancamiento mientras que los Bagués, que se habían especializado en la joyería clásica de pedrería, experimentaron un fuerte empuje. Oliveras Bagués explica que tras cualquier guerra siempre surge una gran atracción por las piedras preciosas -por ejemplo, los diamantes-, pues dan sensación de seguridad ante hechos imprevistos. Y así Narcís y Amadeu Bagués adquirieron en 1948 el famoso El Regulador, un negocio de relojería en las Ramblas. Y solo dos años después, en 1950, abrieron la actual tienda de la Casa Amatller, obra de Puig y Cadafalch. Luego, en 1969, compraron la participación de los Masriera en Masriera-Carreras y en 1985 adquirieron también la parte de los Carreras y se llegó a la fusión de los tres negocios. Entonces, se concentró la actividad en la Casa Ametller manteniendo las dos grandes líneas de producto: la tradicional modernista y del esmalte con la recuperación de las colecciones Masriera y la alta joyería contemporanea. Ahí están y para celebrar el 175º aniversario (si contáramos la trayectoria de los Carreras, la historia sería todavía más larga) han lanzado una colección dedicada a Barcelona.