la cocina de la transición

Adolfo Suárez, del olvido a la historia

Fueron los meses más trepidantes de la reciente historia de España. El franquismo fue enterrado bajo el primer Gobierno de Suárez. Uno de sus colaboradores, el periodista Fernando Ónega, escribe 'Puedo prometer y prometo', la crónica de aquellos días.

Ónega, junto a Suárez. «Las gafas -dice el periodista, con sorna gallega- aunque no lo parezca, estaban de moda».

Ónega, junto a Suárez. «Las gafas -dice el periodista, con sorna gallega- aunque no lo parezca, estaban de moda».

JUANCHO DUMALL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En plena vorágine de libros escritos por dirigentes políticos que tratan de justificar su actuación pasada -José Luis Rodríguez Zapatero, José María Aznar, Pedro Solbes, Felipe González-, el periodista Fernando Ónega (Mosteiro, Lugo, 1947) recupera la memoria de alguien que no la puede esgrimir en primera persona: el expresidente Adolfo Suárez. Puedo prometer y prometo es un relato periodístico de los años en los que el autor trabajó al lado del presidente Suárez en el servicio de prensa de la Moncloa. Un gabinete formado por tres personas -en contraste con las legiones de periodistas que hoy dosifican la información gubernamental- que tuvo el privilegio de dar entre el 30 de julio de 1976 y el 15 de junio de 1977 noticias de trascendencia histórica: ley de amnistía, supresión del Tribunal de Orden Público, legalización del juego, disolución del Movimiento Nacional, legalización del Partido Comunista de España y convocatoria de las primeras elecciones democráticas desde la República.

«Todos los presidentes, desde González a Rajoy, presumen de ser los más reformistas de la historia de España, pero el lugar de honor en ese ránking lo debería tener Adolfo Suárez y lo que se llamó su gobierno de penenes», dice Ónega. Y cuando se contempla la rapidez con la que Suárez, designado presidente por el Rey el 3 de julio de 1976, desmontó las estructuras del viejo régimen franquista (¡en solo un año!) y se compara con el inmovilismo actual ante los nuevos retos, el contraste no deja de sorprender. «La explicación -dice Ónega- es que la transición, o se hacía así, a ese ritmo, o no se hacía». Aunque también reconoce la audacia del presidente. «La cosa funcionaba más o menos así. Torcuato [Fernández Miranda, presidente del Consejo del Reino] pensaba, el Rey daba el visto bueno y Suárez ejecutaba».

Pero este tuvo una forma muy personal de ejecutar. Además del valor al enfrentarse a un entorno tremendamente hostil, Suárez, señala Ónega, «supo aplicar sus enormes dotes de seductor para abordar los problemas cara a cara con representantes de la oposición que entonces estaban en la clandestinidad». Y recuerda una anécdota: «Un día entré en el despacho del presidente y me quedé de piedra al ver que estaba hablando en una mesa baja con Santiago Carrillo, secretario general del PCE, todavía ilegal». Sus encuentros secretos o discretos con personajes como Carrillo, González, Tierno Galván o Tarradellas fueron gestos de audacia decisivos para que la transición no embarrancara.

Figura histórica

Sin embargo, la estrella de Suárez se eclipsó rápidamente. Fue sometido a un durísimo cerco de la oposición, la prensa, los poderes fácticos (en especial, el Ejército) y las familias de su propio partido. ¿Cómo es posible que un hombre que salió tan malherido del poder emerja ahora como una figura capital en la historia reciente? Ónega habla de tres factores: «Primero: ahora se entiende, y entonces no se entendía, que la prioridad era traer la democracia y no la economía. Segundo: la comparación con lo que ha venido después. Nunca hubo tanto diálogo como durante la presidencia de Suárez. Y tercero: el factor compasión. Todos tendemos a perdonar los defectos de una persona enferma».

El nombre de Fernando Ónega quedará ligado íntimamente al de Suárez porque el periodista -«entonces un pipiolo», dice- escribió dos de las frases emblemáticas en los discursos del expresidente. «Puedo prometer y prometo es una buena frase, un acierto aislado que no tiene nada de ideológico. Yo creo que fue mejor la frase de hacer normal en la ley lo que en la calle ya es normal. Esa sí refleja el espíritu de la transición», dice Ónega, que toma mucha distancia con el papel de escribidor de discursos, tan de moda ahora con la presidencia de Obama.

Para escribir este libro, Ónega dispuso del testimonio del Rey, el gran responsable del ascenso de Suárez. Pese a la opinión de muchos historiadores, Juan Carlos niega que retirara el apoyo a Suárez en 1981, en vísperas del 23-F. Y el Monarca ha dado a Ónega la anécdota más terrible del libro. Cuando el Rey fue a ver a Suárez, ya muy enfermo, en julio del 2008, el expresidente, perdido en su mundo, le preguntó: «¿Tú también vienes a pedirme dinero?».