REPERCUSIONES POLÍTICAS DEL PRESUNTO CASO DE CORRUPCIÓN

Rubalcaba anuncia una moción de censura para meter presión a Rajoy

JUAN RUIZ SIERRA / PATRICIA MARTÍN
MADRID

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El pasado lunes, un día después de romper «todas las relaciones» con el PP y exigir la «dimisión inmediata» de Mariano Rajoy, Alfredo Pérez Rubalcaba pidió a dirigentes de su confianza que le prepararan un catálogo de posibles instrumentos para forzar que el presidente rindiera cuentas por el caso Bárcenas. Había varias opciones. Reclamar una comisión de investigación sobre este escándalo. Intentar modificar el reglamento del Congreso para que la comparecencia del jefe del Ejecutivo fuese obligatoria si toda la oposición se unía para solicitarla. Registrar un texto en la Cámara baja que incluyese la exigencia de que Rajoy se marche de la Moncloa. Y la alternativa más drástica: una moción de censura. Para sorpresa de propios y extraños, el líder de la oposición escogió esta última fórmula.

Hasta ahora, el PSOE era reacio a usar el instrumento. Su cúpula decía que era el «último recurso» y que el caso de presunta corrupción en el PP estaba muy abierto. Los socialistas no descartaban nuevas revelaciones y querían conservar este cartucho. Pero varias circunstancias hicieron cambiar de opinión a su secretario general. UPD, junto a IU el principal destinatario del antiguo voto del PSOE, lleva tiempo reclamando una moción, algo que no puede presentar por sí misma, ya que se necesitan 35 diputados. El extesorero del PP renueva cada día su voluntad de airear los supuestos trapos sucios, hasta ahora escondidos con extremo celo. Los conservadores acusan al PSOE de «apadrinar» a Bárcenas. Y Rajoy, pese a la presión social y política, continúa sin dar ninguna explicación.

POR «DIGNIDAD» / Así que ayer, en una intervención en abierto ante sus diputados, Rubalcaba dijo esto: «Si el grupo popular vuelve a negar la comparecencia del presidente, presentaré una moción de censura. En realidad, es una moción por la dignidad de esta Cámara, para que podamos debatir y votar. No quiero sustituir al presidente del Gobierno. Lo que quiero es que se explique en esta Cámara, que podamos votar en esta Cámara. Lo que no quiero es que, en su huida hacia adelante, se lleve la dignidad del Congreso de los Diputados. Eso es lo que no quiero».

El PSOE carece de los escaños necesarios para que la moción prospere. Tampoco tiene un candidato, o al menos uno apoyado por todo el partido, pues pocos creen que Rubalcaba vaya a repetir como aspirante en las generales. Pero la moción de censura, que será la tercera en democracia, no se presenta para plasmar una alternativa de Gobierno, sino para meter presión a Rajoy, exigirle que lo deje en un pleno destinado al efecto, sacar músculo opositor y denunciar la opacidad del Ejecutivo. La dimisión del presidente, dijo ayer el líder socialista, es una «exigencia democrática» y un «imperativo ético». Según fuentes de la dirección del partido, lo que se pretende es subrayar «el componente de censura que tiene este instrumento».

El jefe del Ejecutivo no tiene por qué participar cuando se debata la drástica fórmula. Ni siquiera se encuentra obligado a estar presente en el hemiciclo. El reglamento no prescribe su intervención. Solo la del aspirante (Rubalcaba, en este caso), que presentará su programa, y la del resto de grupos, que ayer debatían qué hacer respecto a la moción, cuya fecha no está definida. El próximo miércoles se reunirá la diputación permanente del Congreso, y toda la oposición volverá a pedir la comparecencia de Rajoy. Si el PP la vuelve a vetar, como se da por supuesto, los socialistas presentarán la moción de censura. A partir de ahí, deben pasar como mínimo cinco días antes de la votación. Los conservadores no pueden rechazar su debate, porque se trata de una prerrogativa de la oposición, pero sí pueden retrasarlo. La moción de censura, en resumen, se verá en el hemiciclo entre finales de julio y comienzos de septiembre.

DE LA ABSTENCIÓN AL APOYO / El anuncio de Rubalcaba cogió a todos por sorpresa. El líder socialista había hablado el día anterior con el resto del frente opositor, pero no concretó nada. Desde CiU, Josep Antoni Duran Lleida avanzó que no firmaría la moción y supeditó su apoyo al programa que presente el PSOE. Los nacionalistas catalanes, al igual que los vascos, se inclinan por la abstención. En IU-ICV dijeron que aún no habían decidido el sentido de su voto. ERC se debate entre el apoyo y la abstención. Solo UPD anunció que respaldaría la moción. Los socialistas dan por supuesto que las abstenciones serán muy numerosas.

Los conservadores también mostraron cierto desconcierto, e incluso dudaron de que los socialistas fueran en serio, pero eso no impidió que dieran nuevas pruebas de su blindaje a Rajoy. En la diputación permanente del Senado rechazaron la comparecencia del presidente, y su portavoz en esta Cámara, José Manuel Barreiro, llegó a hablar de una «coalición de intereses entre Rubalcaba y Bárcenas». Su homólogo en el Congreso, Alfonso Alonso, le quitó hierro a la moción -dijo que no le preocupaba «demasiado»- y deslizó que quien podría salir peor parado no era Rajoy, sino el líder del PSOE.

Pero la moción cayó como agua de mayo en el grupo socialista. Tuvo un respaldo absoluto, según varios presentes en el encuentro, que transcurrió a puerta cerrada tras el discurso de Rubalcaba. Solo José María Barreda y Odón Elorza, diputados críticos con el líder socialista, lanzaron algún reproche. El primero abogó por unas elecciones anticipadas. El segundo respaldó el adelanto, pero también propuso un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional por el veto del PP a las explicaciones de Rajoy. Tal y como está el PSOE, fue poca cosa.