"Ni tengo la piel tan dura ni lágrimas de cocodrilo"

En agosto de 1980, Santiago Carrillo, entonces secretario general del PCE, alababa lacosta yugoslava, a la que estaba a punto de volar: "Es hermosa, tiene un agua limpia en la que se puede nadar sin salir sucio". A diferencia del mar yugoslavo, las aguas del PCE se enturbiaron al año siguiente. En 1985, Carrillo fue excluido de los órganos de dirección del partido.

Entrevista a Santiago Carrillo publicada en EL PERIÓDICO el día 20 de julio del 2002

Imagen de la entrevista a Santiago Carrillo en el año 2002

Imagen de la entrevista a Santiago Carrillo en el año 2002 / periodico

PAU ARENÓS / Barcelona

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Durante una veintena de años fue el secretario general del Partido Comunista de España (PCE). En ese tiempo antiguo, de acero y fundición, saltaban centellas con sólo rozarlo. Los años lo han enfriado y aunque el rojo es intenso, ya no quema. En su piso de Madrid, Carrillo (Gijón, 1915) es una cabeza de bronce. Este comunista fue tan duro que ha sobrevivido al comunismo.

- Hizo las primeras vacaciones bastante mayor.

- Las de verdad fueron a partir de los 50 años. Me parecieron estupendas. Pensé que había perdido mucho tiempo. Estando en el exilio hice algunas en Yugoslavia, en Bulgaria, en China...

- ¿Nunca tuvo vacaciones de niño?

- Había ido algunas veces a Gijón... Allí estaban mis abuelos, tíos, tías. Ibamos a nadar a la playa de San Lorenzo. Con 12 años ya me había convertido en una persona bastante responsable. Pero antes era un golfillo. Combatíamos el hambre choriceando huevos en las tiendas.

- Las vacaciones en los países del Este debían de ser políticas.

- En Bulgaria estuve en agosto de 1956. En el chalet conviví con el periodista y escritor Arthur London, que acaba de ser liberado de una prisión checoslovaca. Arthur London era un viejo amigo mío. Lo que me contó de su prisión, de las torturas... Fue un descubrimiento tremendo, patético. De esas vacaciones salí pensando que no creería más que en lo que yo mismo viese y tocase con mis manos; y no en lo que nos contaban -y lo que tomábamos en aquella época como una verdad casi absoluta- los dirigentes de la Unión Soviética.

- ¿Empezó el deshielo, el descreimiento?

- Esas vacaciones fueron para mí la pérdida de la fe. La descripción que hizo London de los calabozos me daba la idea de que la policía de los países llamados socialistas utilizaba los mismos métodos que la policía fascista.

- Tanto sacrificio, ¿ha valido la pena?

- Sí. En todas las tormentas históricas quienes lo pasan peor son las personas que se ven involucradas sin tener ningún objetivo, sin tener un fin. Más de la mitad de mi vida he estado en la cárcel, en el exilio, en la clandestinidad, pero mucha gente que no tenía ideas ha pasado calamidades sin cuento, con la guerra civil, con la guerra mundial... La vida hay que vivirla conscientemente. La vida es una lucha constante en la que eres martillo o yunque. Y muchas veces eres yunque sin saber por qué lo eres.

- Además de martillo, ¿se puede ser hoz?

- ¡Lo dice por la hoz y el martillo! En general la hoz la manejan los que tienen el poder. Los que están en la oposición no manejan ese instrumento.

- Perdonó a su padre, al que había repudiado.

- Mi padre y yo recuperamos la amistad hacia 1956 o 1957. Algunos me han criticado por romper con él, "hijo desalmado". Las cosas en el año 1939 eran muy claras. Mi padre participó en el golpe de Casado y ese golpe dejó en manos de Franco a muchos de mis mejores amigos y camaradas. Era un momento en el que tuve que optar entre los que luchaban por las mismas ideas o por quien era mi padre. Si tuviera que hacerlo hoy no escribiría una carta con tanta fraseología como entonces, pero tendría un contenido semejante. Después, en 1956, cuando elaboramos la política de reconciliación nacional, Pasionaria me dijo: "No crees que si estamos propugnando la reconciliación deberías empezar por tu padre?" Era algo que estaba pensando. Marché a Bélgica, donde mi padre estaba enfermo. Nos vimos. El encuentro fue emocionante. Me dijo: "No tienes que explicarme nada". El comprendía lo que había hecho.

- ¿Ahora es una persona más cariñosa, que demuestra ese cariño?

- Lo que me ha hecho comprender mejor a los demás, incluso a mis camaradas, es tener hijos. Ha sido una especie de desarrollo de la sensibilidad. En el día de hoy, después de los avatares de la política, de los problemas que hubo en mi partido, lo que tengo es una mirada mucho más comprensiva, incluso hacia los que han sido mis adversarios.

- Una mirada más comprensiva, dice ¿incluso tierna?

- Hombre, sí, incluso tierna. En otras épocas consideré la ternura como una debilidad de la que tenía que protegerme. Ahora ya no.

- Usted fue el demonio.

- Sí. Ser secretario de un partido comunista era ser Luzbel. Tenía que comenzar los primeros mítines diciendo que no tenía ni rabo ni cuernos.

- ¿Ya no huele a azufre? 

- Tengo la impresión de que ya no me me ven así. No sé si quedará algún trasnochado.

- ¿Se niega a ponerse esmoquin?

- ¿Como podría regresar a Vallecas si me pongo esmoquin?

- A su mujer y a sus hijos les ha dado una vida achuchada. ¿Hubo quejas?

- No. En broma digo que es una familia muy tradicional. Políticamente estamos unidos como una piña.

- Los hijos le cambiaron la visión del mundo, ¿y los nietos?

- No tanto. Quiero mucho a mis seis nietos, pero el cambio lo causaron los hijos. Tenía unas ganas tremendas de tenerlos. Fue casi una obsesión.

- ¿Explica las batallitas del abuelo a los nietos?

- No. Sé muy bien lo que fastidia.

- Pues tiene derecho a contarlas.

- Pero no a los nietos. ¡Pobres chicos!

- Aún fuma. ¿Es el último acto de resistencia, de oposición?

- Fumo porque escribo mucho y no sé hacerlo sin tener el tabaco amano.

- ¡Es una locomotora!

- Es verdad. Fumo desde los 14 años. Ha habido periodos en los que he fumado tres paquetes, y hasta cuatro. Encendía uno con el otro. Lo cierto es que tengo 87 años y no noto que el tabaco me perjudique. Pero no recomiendo a nadie que fume.

- Pero usted sigue y sigue.

- Sigo. No es solo un vicio, también es una cultura.

- ¿Morirá por el tabaco?

- Mmmmm. No creo que vaya a ser por el tabaco. Puede que contribuya. He llegado a los 87 años. Soy uno de los supervivientes de una generación combustible. Ya tengo bastante suerte. No puedo pedir mucho más.

- Ha sido muy aficionado al cine.

- Sí. Incluso durante la clandestinidad fui al cine. Iba con la peluca y las lentillas. En aquella época físicamente no era tan conocido como lo he sido después, en la transición.

- ¿La peluca era rubia?

- Castaña con canas, bastante canas. La hizo el barbero de Picasso. A mí no me gustaba, pero había que camuflarse un poco para andar por Madrid.

- Después, en 1996, le devolvieron una que no era la suya.

- La rechacé. Sería de un travesti.

- ¿La buena se perdió para siempre?

- Se la quedó, no sé si un juez o un policía, posiblemente un juez, como una especie de trofeo.

- Volvamos al cine. ¿De veras ha sido importante en su vida?

- Cuando era un joven de 16 o 17 años vi una serie de películas soviéticas, 'El camino de la vida', 'La línea general', 'Lenin en octubre', que contribuyeron a acercarme al comunismo. Una de las películas que más me gustan -me la sé de memoria- es Casablanca.

- ¿En qué papel se ve? ¿En el de Bogart o en el del negro Sam?

- Ni en uno ni en otro. Ni siquiera en el del resistente europeo. Pero evoca una época, un ambiente que conocí.

- El golpe de Estado del 23-F también fue una película. Esa noche de terror repasó su vida.

- Un cetme en la barriga, guardias civiles delante... Esa noche me dediqué a prepararme por si había que morir. Recordé muchas cosas que me habían impresionado en la vida y sobre todo me dije: "No te preocupes. Solo va a ser un minuto. Va a venir Tejero u otro, te va a pegar un tiro en la cabeza y se acabó. ¡Qué descansado te vas a quedar!".

- Pensó: "Pórtate dignamente".

- Desde luego. Fue mi actitud desde el principio. Me di cuenta de que si triunfaban,mi hora había llegado.

- ¿Creyó en otras ocasiones que podía morir?

- Sí. Los comunistas de mi generación entramos en el partido durante la guerra civil. Ingresamos en el partido como se ingresa en una orden militar. Nosotros poníamos la vida al servicio del partido y de la revolución. Hoy, afortunadamente, ya no es así. La noche del 23-F me dije: "Has tenido mucha suerte porque has llegado hasta 1981". ¡Cuántos amigos han quedado en el camino!

- Guerras, cigarrillos, riesgos... ¿Ha vivido lo suficiente?, ¿está en un periodo de prórroga?

- Todo es ganancia. Soy uno de los que más suerte han tenido de mi generación. Mis amigos de juventud, si excluimos a López Raimundo, han muerto todos. Y los poquísimos que viven están más estropeados.

- El mundo está repleto de excomunistas, como el ministro Josep Piqué.

- ¡Y Anna Birulés! ¡Y Pilar del Castillo! Pasaron por el partido comunista porque hubo una época en la que pensaban que íbamos a distribuir poder. Cuando vieron que eso no era así, se fueron por donde vinieron. No son los únicos. Algunas veces pienso, caray, ¡si hubiéramos tenido poder, nos hubiera salido cada avería con gente de estas características! Quizá ha sido mejor no haberlo tenido, me digo.

- ¿Y se lo cree?

- No, no me lo creo hasta el fin, pero sí creo que el poder es una prueba fuerte que muchos no resisten.

- Al final ha resultado no ser tan malo como decían sus adversarios.

- Parece que no.

- En la estantería del comedor hay un pequeño cocodrilo disecado.

- Es un regalo de Fidel Castro.

- Es un saurio, un animal con la piel dura. ¿Se reconoce en él?

- Ni tengo la piel tan dura ni lágrimas de cocodrilo. ¡Ya quisiera esa piel!