Eduardo Madina: "Tras el 20-N, preguntaré si puedo dejar de llevar escolta"

Eduardo Madina, en Bilbao, saluda así: «Bienvenido a la capital del mundo». Y para él, más allá de la broma, lo es. No solo por ser el cabeza de lista del PSE por Vizcaya, que también, sino porque ahora, cuando una ETA derrotada ha anunciado que deja de asesinar, Madina vive aquí como no había vivido desde hace mucho, muchísimo tiempo. Desde antes incluso de que la banda, en el 2002, le pusiera una bomba en el coche y él, con 25 años, se quedara sin pierna izquierda. «Ya no tengo la sensación de vivir bajo amenaza --cuenta--. Estoy relajado. Salgo a la calle normal. Como tú. He recuperado mi condición plena de ciudadano. La memoria de aquellos días continúa, claro, pero ahora vivo en una atmósfera de ilusión. El cambio ha sido brutal».

Los escoltas siguen yendo con él, o detrás de él, a todas partes. Por la calle, donde un tipo le para y le dice: «Oye, que te vaya muy bien. Me alegro mucho». A una librería. Y hasta la entrada del asador donde Madina, ya en la mesa, señala: «Los escoltas son algo del pasado. Su presencia ya no es tan trascendental en mi vida. Me pesan mucho menos. Cuando acabe la campaña, preguntaré qué hay que hacer. Si me dicen que se puede, me los quitaré. Si me dicen que mejor que siga, seguiré».

RECUERDOS INCONEXOS

Madina a las siete de la tarde del 20 de octubre, día del anuncio de ETA. Ve el comunicado junto a otros socialistas vascos y lo que le viene a la cabeza son «instantes aleatorios, sin sentido, mezclados y sin orden lógico de aparición». Recuerda las concentraciones en la universidad cada vez que la banda terrorista mataba a un concejal. Una intervención de Alfonso Guerra el día que acabaron con la vida de Fernando Múgica. Reuniones sobre ETA en las Juventudes del PSE. Una marcha a la que le llevó su padre, en 1984, tras el asesinato de Enrique Casas. Y la manifestación por la muerte de José María Lidón, meses antes de su propio atentado.

«Nunca tuve odio hacia quienes participaron en mi atentado. No creo que la distancia mayor con esas personas sea el odio, porque eso es lo que ellos me tuvieron a mí. La distancia mayor está en la casi indiferencia. Solicitud de justicia, por supuesto, pero en la indiferencia», explica. Tampoco necesita, ni busca, el perdón. «Estoy fuera de esa gravedad ¿continúa¿. No lo considero completamente trascendental. ¿Sería estupendo que ETA pidiera perdón? Sí. ¿Sería un elemento acelerador? Sin duda. Pero esta sociedad es dueña de su paz. No necesitamos regalitos de nadie; y mucho menos de ETA. Estaría muy bien que la derecha compartiera este discurso».

Parece hablar de su atentado en términos objetivos, casi como si fuera un observador externo. Pero no. «Qué va, qué va --replica--. Sé lo que cuesta, lo que significa, y el precio que he pagado. Cada mañana me acuerdo. Cada mañana».

UN PAÍS "RARO"

Madina hoy, ante un plato de chuletas. Sostiene que Euskadi es «la peor pesadilla que nunca tuvo ETA: una sociedad diversa». Que si el PP gana las generales, los socialistas ayudarán en materia antiterrorista; y que si las gana el PSOE, los populares les «pondrán a parir». Y que este es un «país raro, en el que una banda terrorista dice que cesa para siempre de matar y se considera, desde ciertas ópticas, que la noticia es medio regular, como si se ganara el Mundial y al día siguiente el titular fuese el número de tarjetas amarillas de la final». El símil, quiere dejarlo claro, es de un amigo.

Madina dentro de unos años, hablándole a su hijo, que ahora tiene dos y medio. «Quiero que la sociedad vasca recuerde perfectamente y empezaré por dar ejemplo en casa, con mi hijo ¿concluye¿. Le explicaré que ETA era una banda de asesinos totalitarios que quisieron imponer una visión, la suya, al conjunto del país. Y que mataron a mucha gente. Y que su padre, y por lo tanto también él, está vivo de milagro. La conversación comenzará pronto».