Tribuna

El PSC, en escena, no entre bambalinas

Encuentro estival Obiols, Castells y Montilla, en Vilopriu, en el 2009.

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El socialismo catalán tiene planteados hoy varios temas importantes que determinarán su futuro, a corto y medio plazo, y su capacidad de articular una mayoría suficiente para gobernar Catalunya y hacer realidad su proyecto de progreso. Entre esos temas, tres captan la atención de mucha gente, y el debate socialista en curso no puede excluirlos: la reforma de la política democrática, la actualización del relato del socialismo democrático ante el asalto a la democracia por cuenta de las finanzas globales y la cuestión de los diputados del PSC en el Congreso, cuestión a la que dedicamos este artículo.

La existencia de un grupo parlamentario del PSC en el Congreso fue uno de los acuerdos con el PSOE en la consecución de la unidad del socialismo catalán y en el establecimiento de su articulación federativa con el socialismo español. Su presencia y su actuación en el proceso constituyente y en la primera legislatura se mantienen en la memoria de muchos. Su desaparición fue una de las consecuencias del 23-F. La determinó el reglamento «de circunstancias» que aprobó el Congreso y la interpretación restrictiva que se hizo de él.

Eso eclipsó a partir de ese momento las actuaciones del PSC en el Congreso, condenándolo a moverse entre bambalinas, en la más absoluta invisibilidad para la opinión pública y para su propio electorado. No hace falta insistir en las consecuencias que tuvo ese hecho en la creciente sociedad de la información, donde solamente adquiere carta de naturaleza aquello que se convierte en un claro referente mediático.

Espiral regresiva

Hay que añadir a ello la existencia, en el Congreso, de un grupo parlamentario de CiU, la segunda fuerza catalana en votos en las generales, que además se ha hecho abusivamente con el nombre de Minoría Catalana. CiU aprovecha esa renta de situación para apoyar su pretensión desmesurada de encarnar en solitario los intereses de Catalunya, valor ficticio que le sirve para todo tipo de canjes, generalmente de signo conservador. Más aún: CiU juega permanentemente a explotar las contradicciones entre el socialismo catalán y el español, con la única finalidad de erosionar al adversario político y dejando a un lado la posibilidad de una acción compartida destinada a hacer avanzar la concepción plurinacional del Estado y una concertación política de unidad catalana en la misma dirección.

Esa actuación unilateral y partidista del nacionalismo conservador catalán es el complemento objetivo de una actuación simétrica del nacionalismo español, encarnado sobre todo por el PP, que explota, desaprensivamente, la más primitiva catalanofobia contra el PSOE y sus intentos, a partir del 2003, de desarrollar el pacto constitucional y abrir una nueva perspectiva para Catalunya. Ambos nacionalismos son los dos polos de una misma espiral regresiva, cuyos efectos se han concretado en el embate extraparlamentario contra el Estatut, pactado por mayoría en las Cortes, refrendado por el pueblo catalán y promulgado como ley orgánica del Estado.

Desde esa perspectiva, la carencia de visibilidad del PSC en las Cortes y, por extensión, en la política española, configura una situación irresponsable e insostenible, que ha contribuido gravemente a otorgar la hegemonía cultural a la confrontación nacionalista, causa de la creciente y mutua desafección entre Catalunya y España, lo que genera además una enorme frustración.

Se trata de una situación muy perjudicial para Catalunya y para su unidad civil, tensionada demasiado a menudo; para la viabilidad de una España inclusiva, federal, plurinacional; y, de paso, para los proyectos del socialismo catalán y del socialismo español. Una situación que penaliza electoralmente tanto al PSC como al PSOE. Penaliza al PSC porque lo sitúa a rebufo de la iniciativa política de los conservadores catalanes y porque eso cuestiona su credibilidad nacional y pone en riesgo la unidad civil del pueblo de Catalunya, que ha sido siempre su norte estratégico. Y penaliza al PSOE porque la polarización entre nacionalismos diluye su compromiso con la España plural, su proyecto federal y, por lo tanto, el perfil que debería garantizarle el reconocimiento y el apoyo de buena parte de los catalanes.

Es imprescindible la visualización del PSC en la política española, particularmente en el Congreso, donde no puede mantenerse por más tiempo al margen mientras CiU sale a escena y sobreactúa arrogándose la representación exclusiva de Catalunya y mientras otros diputados catalanes consiguen también estar presentes en el debate. Es insostenible. Y constituye una grave desfiguración de la voluntad democrática del pueblo de Catalunya.

El PSC no quiere prescindir de su alianza con el PSOE, del mismo modo que quiere contribuir a articular un fuerte Partido Socialista Europeo. Ha sido una alianza demasiado decisiva en momentos clave: compromiso por el retorno de la Generalitat exiliada desde antes de las primeras elecciones democráticas, ganadas por el PSC en Catalunya y, luego, en la consiguiente negociación con el Gobierno español; fijación del título VIII de la Constitución y de sus potencialidades de futuro; primer pacto estatutario de 1979; apoyo incondicional a los JJOO de Barcelona y a la transformación de la ciudad que comportaron; segundo pacto estatutario del 2006; nuevo pacto de financiación... Por no mencionar la decisiva acción modernizadora de conjunto, que ha revertido de lleno en favor de los catalanes: reforma del Ejército, generalización de la sanidad pública, ingreso en laUE...

Alianza con autonomía

Ha habido también desencuentros, pero los hitos logrados valen la pena. La alianza entre el PSC y el PSOE está vigente y es de futuro. Lo cual no se contradice, todo lo contrario, con la imprescindible autonomía de los diputados del PSC en el Congreso. Ellos, obviamente, deben poder votar sin obstáculos a favor de los intereses de Catalunya cuando estos están en juego. Que no es siempre que lo pretende el nacionalismo conservador catalán, invariablemente dispuesto al trapicheo táctico más zafio e ineficiente, aunque partidistamente le resulte ventajoso.

La presencia y la voz del PSC deben notarse en igualdad de condiciones respecto a sus adversarios de CiU, también en los debates de política general. Es en esos momentos de gran repercusión mediática cuando los respectivos relatos sobre Catalunya y sobre España deben mostrarse sin mordazas, en todas sus facultades y potencialidades, en Catalunya y en toda la piel de toro. Solo así podrá hacerse frente a la espiral de la confrontación regresiva entre nacionalismos que, en el fondo, es una táctica de expansión política destinada a propiciar una alianza estratégica conservadora como la que se hace evidente de nuevo en Catalunya.

Con este objeto, el PSC debe presentarse a las próximas elecciones generales con el compromiso de constituir, de forma pactada, un grupo parlamentario propio en el Congreso, de restablecer el grupo Socialistes de Catalunya.