Tribuna

La ley electoral, un objetivo inaplazable

Joana Ortega

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Cualquier sistema democrático será siempre perfectible, pero, en cualquier caso, uno de los primeros requisitos de cualquier democracia es que los ciudadanos se sientan decisivos y responsables de la elección de sus representantes.

Por eso me ha parecido muy interesante la iniciativa de este diario de dar voz a los ciudadanos para que expresen sus opiniones y aporten nuevas ideas. No se trata de una cuestión sencilla: si observamos nuestro entorno, cada país tiene un sistema diferente para escoger a sus parlamentarios o concejales y a todos los sistemas podemos encontrarles ventajas y defectos varios. Desde los distritos unipersonales británicos con sistema mayoritario hasta sistemas de grandes demarcaciones regidas por listas cerradas, todas las combinaciones parecen posibles, e incluso entre los expertos no hay consenso para saber qué sistema acaba reflejando mejor que el resto la voluntad de los electores.

EN Catalunya tenemos pendiente la aprobación de nuestra ley electoral. A pesar de las previsiones del Estatut de 1979 y del actual, ha sido una materia que no se ha querido o podido regular sin un amplio consenso general. Pero ahora ya es una cuestión insoslayable y más aún si se inscribe en un contexto en el que la sociedad reclama una mejora de los sistemas de participación política. Tenemos el deber de trabajar para que la democracia sea cada día mejor y más efectiva, más fuerte. Para ello hace falta poner remedio al alejamiento tantas veces criticado entre representantes y representados, lo que también lograremos con una ley electoral justa, moderna y adecuada a la realidad del país, pero no es suficiente. Es necesario gobernar mejor y con más eficacia, gestionar la política sin recorrer constantemente a la descalificación y respetando al adversario.

Las personas, los ciudadanos y ciudadanas, tienen que enamorarse otra vez de la política y entenderla como el instrumento más útil para el progreso y fortalecimiento de la democracia y las libertades. La democracia solo la fortaleceremos con más democracia, y es obvio que una democracia efectiva solo puede ser de base parlamentaria. Un Parlament fuerte y representativo, legitimado siempre por la voluntad de los ciudadanos, es la mejor garantía contra tentaciones populistas, demagógicas o, peor aún, totalitarias de cualquier signo. Por eso, la consecución de una nueva ley electoral es una prioridad del Govern y un objetivo esencial de mi departamento.

Somos conscientes de que hay muchas dificultades a vencer: una ley de esta importancia no solo exige consenso y responsabilidad por parte de los partidos políticos, sino que también debe merecer un amplio apoyo del conjunto de la sociedad. Ninguna persona ni ningún territorio pueden sentirse menospreciados ni irrelevantes en la definición de las instituciones resultantes. Y un Parlament real, en Catalunya, es el que representa tanto a las personas como a los territorios. En el caso de Catalunya, con una capital que acumula un elevado porcentaje de la población del país, la representación de los ciudadanos del resto de territorios resulta una cuestión esencial.

Sin embargo, no tengo ninguna duda de que unos y otros demostraremos madurez y dedicaremos todos nuestros esfuerzos a lograr la ley que el país y los ciudadanos necesitan. Es tiempo de responsabilidad y de situar el interés cívico por encima de las conveniencias partidistas, y casi todos los partidos, de una forma u otra, ya lo están haciendo. No es el momento, como decía el presidente del grupo parlamentario del PSC, Joaquim Nadal, de chiquilladas ni de posiciones maximalistas.

El Govern y la oposición y los partidos en general, especialmente aquellos que nos sentimos con cultura de gobierno, debemos afrontar esta cuestión con visión de país y con la necesidad de confeccionar una ley que estimule la participación y en la que las personas se sientan representadas. Debemos evitar cualquier tentación, por legítima que sea, de favorecer posiciones partidistas propias o de pretender garantizar determinadas cuotas de poder y, a la vez, hace falta trabajar -como ya se está haciendo- en una ley que refleje la pluralidad y satisfaga las expectativas y necesidades de participación del conjunto de la sociedad catalana.

Ayer leía las conclusiones del debate entre los lectores organizado por EL PERIÓDICO DE CATALUNYA y coincidía en la necesidad de trabajar para que una parte de los diputados de nuestro Parlament sean escogidos directamente. Probablemente deberemos contemplar que una parte del hemiciclo se componga por elección territorial directa.

coincido también en la necesidad de disponer de herramientas de participación de los ciudadanos en los temas que sean de la máxima relevancia. Para ello también nos comprometemos a llevar al Parlament la nueva ley de consultas que permita al Govern de la Generalitat pedir la opinión de los ciudadanos sin la autorización del Gobierno del Estado.

Otras dos coincidencias en las que ya se trabaja y que es necesario agilizar al máximo. En el Parlament ya se ha constituido una ponencia que lleva trabajando varias semanas en la elaboración de la ley de transparencia y, a la vez, tenemos el compromiso firme y decidido de desburocratizar, simplificar y agilizar nuestra Administración. Debemos convertirla en una aliada de los ciudadanos y no en un monstruo que lo dificulta todo, como a menudo acaba pasando.

En definitiva, creo que con el esfuerzo de todos podremos aprobar muy pronto la ley electoral de Catalunya. Responderemos así a una voluntad conjunta de abrir nuevos espacios a los ciudadanos, acercar las instituciones, reforzar la transparencia y, en definitiva, mejorar la calidad democrática y fortalecer el vínculo entre sociedad, país e instituciones.