Análisis

Los réditos electorales de la xenofobia

Miguel Pajares

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Ni Catalunya, ni España, ni Europa tienen futuro sin inmigración. Antes de la crisis tuvimos necesidad de intensos flujos de inmigración para nuestro desarrollo económico, y cuando se acabe de superar la crisis volveremos a tenerla. Ahora mismo, si se produjese un retorno masivo de los inmigrantes tendríamos más problemas que otra cosa: muchas empresas tendrían dificultades, el desempleo, lejos de aliviarse, podría aumentar, y las arcas de la Seguridad Social sufrirían un impacto muy negativo. Estas afirmaciones están avaladas por los estudios que se han venido haciendo sobre inmigración, mercado laboral y desarrollo económico, pero, reconozcámoslo, no son fáciles de convertir en mensajes sencillos para el gran público. Los argumentos xenófobos, en cambio, caben en enunciados simples y entran bien en las mentes poco predispuestas a la reflexión. Es muy fácil culpar a los inmigrantes del paro, de la inseguridad ciudadana o de los retrasos en la atención sanitaria, y hay políticos con pocos escrúpulos que, aunque sepan que nada de eso es achacable a la inmigración (a su alcance tienen los estudios realizados sobre el uso que hacen los inmigrantes del sistema sanitario y otros), no tienen ningún reparo en hacer de esos argumentos el eje central de su discurso.

El discurso xenófobo invita a la discriminación de los inmigrantes y a negarles derechos que tienen como trabajadores, vecinos y ciudadanos que pagan impuestos. Invita a su segregación, a tratarlos como seres inferiores y, en definitiva, a la violencia contra ellos. Es un discurso criminal, y así lo dicen instituciones como el Consejo de Europa, la OSCE y la ONU. Es el discurso del odio que transmite una extrema derecha que en Europa crece por doquier. En Catalunya, este discurso lo representa PxC, que el pasado domingo pasó de 17 a 67 concejales; pero peor que esto, si cabe, es que el Partido Popular lo haya hecho suyo y le haya servido para crecer notablemente en algunos municipios. Así, cabe preguntarse: ¿pondrá alguien freno a la deriva xenófoba del Partido Popular de Catalunya? ¿Resistirán otros partidos la tentación que pueden tener de seguir por la misma senda?