Los conservadores

Camacho y Rivera coinciden en sus andanadas contra el 'president' electo

Camacho pregunta a la presidenta del Parlament, Núria de Gispert.

Camacho pregunta a la presidenta del Parlament, Núria de Gispert.

JOSE RICO
BARCELONA

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Parece que el tarro de las esencias constitucionalistas está en venta y la puja por hacerse con él se sitúa ya en un precio muy elevado. En solo dos debates parlamentarios, el PPC y Ciutadans han dejado claro que la legislatura puede ser un progresivo combate entre ambos por enarbolar lo más alto posible la bandera del antinacionalismo. Afines en el flanco identitario y más divergentes en el eje izquierda-derecha, Alicia Sánchez-Camacho y Albert Rivera escenificaron ayer dos parlamentos cuasi miméticos, en los gestos y en las grandes líneas de discurso, y acabaron votando lo mismo, aunque al final los populares lo hicieran más por despecho que por convicción.

La defensa del bilingüismo, con la sentencia del Tribunal Supremo sobre la inmersión lingüística en el trasfondo, sirvió de aguja para que ambos hilvanaran intervenciones similares. De hecho, Camacho confirmó que piensa capitalizar la afición que Rivera patentó la pasada legislatura: entrelazar el catalán y el castellano en sus discursos. Es más, la presidenta del PPC cambió de lengua ayer, igual que el lunes, cuando aludía al debate sobre el modelo lingüístico, un detalle que suscitó el murmullo de muchos diputados, que entienden gratuito el gesto.

Ante esos comentarios, Camacho reivindicó el «orgullo» de sentirse catalana y española. De forma estratégica, la dirigente conservadora intenta apropiarse de la etiqueta guerrera que durante cuatro años ha ostentado Rivera. Una batalla que los dos responsables del grupo parlamentario popular la pasada legislatura (Josep Piqué y Daniel Sirera) declinaron librar en todo momento.

El interés por la crisis económica y las políticas sociales tuvieron ayer poco hueco en las diatribas de Camacho y Rivera a Artur Mas, que enseguida derivaron hacia la cuestión identitaria. El president electo, por tanto, les respondió con las mismas ideas, que, por descontado, no les convencieron. Ambos denunciaron que CiU apuesta por la independencia, pero lo esconde por interés electoral. Y consideran que la «estación final» de la «transición nacional» que plantea Mas es la secesión.

PACTO OCULTO / Cuando llegó el momento de explicitar el sentido de su voto, Camacho y Rivera convergieron de nuevo. En el no a la investidura y en el recelo a que el acuerdo CiU-PSC va mucho más allá de la jornada de ayer. Los populares se sintieron traicionados porque los nacionalistas se esforzaron más en cerrar un pacto con los socialistas que con ellos. Ciutadans apostó por introducir vocabulario eclesiástico en el hemiciclo para resumir el parto de la investidura de Mas: «Habemus sociovergencia de facto». Y por escrito, recordaron también a la par.