La alternativa de CiU

Nos jugamos mucho

Hace falta un cambio de personas, pero, por encima de todo, un cambio de actitudes en las personas

JOAQUIM MOLINS

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Existe una cierta tendencia a creer que las elecciones inmediatas son las más importantes: ¡no hay otra que lo sea tanto como esta! Pero me da la impresión de que, como ocurre con los hijos -todo el mundo cree que sus hijos son los más guapos, pero es que en mi caso es verdad, ¡lo son!--, estas elecciones no son unas elecciones cualesquiera, unas elecciones más.

Desde que en Sant Jordi de 1980 fuimos llamados a escoger por elección directa el Parlament de Catalunya, son muchas las cosas que han cambiado. Estábamos en plena transición. Hoy, con la perspectiva del tiempo, hago mi propia valoración: una transición donde cada cual desempeñó su papel: el Rey,FragaySuárez,que con su atrevimiento calmó y controló a la derecha cavernícola y antidemocrática, la UCD y el PSOE, la prudencia deCarrillo-que obligó a las izquierdas y a los republicanos a calmarse- y los nacionalistas moderados (CDC-UDC-PNV), que modularon las voces independentistas.

Ya sé que más de uno hace otra valoración, y a lo que yo llamo prudencia otro podría llamarle falta de valentía. Pero no es menos cierto que, con las reglas del juego que pactamos durante la transición, se han vivido los mejores años de convivencia, desarrollo, y reconocimiento de derechos y libertades individuales, y también colectivas, de nuestra historia reciente.

No vayan a creer que como actor participante en esos acontecimientos los idealicé. De ningún modo: de entrada, se percibió que si difícil fue dar vida a la letra de la Constitución y el Estatut, más difícil sería aún su transposición a la realidad: cada transferencia de competencias o servicios era como un parto o una muela que se les arrancaba, y solamente la generalización del proceso autonómico --el desdichadocafé para todos- permitió su continuidad. Aunque a un coste terrible: competencias exclusivas degradadas y convertidas en compartidas -con el desorden de duplicidades e ineficiencias--, y las compartidas, desaparecidas a través del traidor mecanismo del estrangulamiento económico y financiero.

No soy, pues, un optimista desenfrenado respecto al proceso seguido. Pero ¿qué habría ocurrido sin ni siquiera estos instrumentos legislativos para defendernos? Porque hay que tener en cuenta que son muchas las cosas que han cambiado en estos 30 años. Las reglas del mundo económico han cambiado, las del mundo financiero, más aún, y los equilibrios de los poderes políticos de aquellos tiempos no son los de hoy (¿dónde están el mundo bipolar, la Unión Soviética y la Alemania dividida, o la Europa solo de los 15?).

Alguien dirá: el problema está en las reglas del juego, en los instrumentos que nos dimos y que, con todos estos cambios, se nos han quedado pequeños y responden a estos nuevos retos del mundo de hoy. Pero, para mí, el problema no es tanto de las reglas del juego o de los instrumentos como de la actitud que ha permitido su enmohecimiento.

Porque:

No es la Constitución la que obliga al expolio de recursos de Catalunya, que, repetido un año tras otro, hace imposible nuestro desarrollo. Todo lo contrario, la Constitución obliga a velar para que esto no ocurra y prevé de que, sea cual sea el sistema empleado para la distribución de recursos entre las distintas comunidades autónomas, este no puede significar diferencias respecto a los recursos que finalmente llegan a los ciudadanos.

No es la Constitución la que hace que las grandes infraestructuras del transporte (puertos, aeropuertos, ferrocarriles, etcétera) sigan centralizadas y, peor aún, organizadas para mayor beneficio de Madrid, sustrayendo a Catalunya un instrumento imprescindible en el mundo de hoy para el crecimiento económico y la creación de riqueza y de empleo.

No es la Constitución la que imposibilita que Catalunya tenga responsabilidades en las fuentes de energía, en el agua.

No, no es la Constitución, sino la falta de voluntad política en aquellos que, a lo largo de esos años -¡y aún hoy solo falta ver qué han hecho con nuestro Estatut!-, la han desarrollado e interpretado.

Por esta razón, estas no son unas elecciones como otras. No son unas elecciones de quítate tú para ponerme yo. Ya pasó ese momento en el que, equivocadamente a mi entender, aunque legítimamente, se vino a decir «marcha tú que has estado 23 años y déjame a mí, que aún no me habéis probado».

Ahora la prueba ya se ha hecho: el tripartito ha fracasado.

Pero NO es solo por su fracaso por lo que ahora hace falta un cambio. Ahora hace falta un cambio de personas, pero, por encima de todo, hace falta un cambio de actitudes en las personas, en cada uno y en la suma del máximo posible de ciudadanos de Catalunya, respecto a lo que queremos.

Solo un gran consenso dentro de Catalunya en favor de nuestro derecho a decidir en las grandes cuestiones que he citado -financiación, grandes infraestructuras, energía, etcétera-- nos dará la fuerza que Catalunya necesita para lograrlo.

Empecemos, pues, por dar la responsabilidad a quienes proponen esto:Artur Masy CiU.

Exconseller de la Generalitat.