Balance de dos legislaturas

¿Fracaso de los partidos?

Un notable sector del electorado está decepcionado con la política, no solo del Govern del tripartito

¿Fracaso de los partidos?_MEDIA_2

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JOSEP MARIA VALLÈS

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La renuncia del PSC a reeditar el tripartito -aun en el supuesto de que fuera posible- invita a la reflexión. En especial, al no ir acompañada de una clara alternativa estratégica. En su origen, la apuesta por el tripartito (deMaragall en el 2003 y deMontillaen el 2006) no parecía un mero expediente de trámite. Insinuaba que el PSC y sus socios apuntaban a un cambio estratégico quenormalizaríala política catalana, una vez caducado un largo ciclo de dominio nacionalista.

Esta es la razón por la que el Gobierno del tripartito despertó expectativas positivas entre amplios sectores ciudadanos que veían agotadas las posibilidades del proyecto convergente. Este aparente carácter estratégico del proyecto excitó también una hostilidad superior a la que genera la dialéctica clásica entre mayoría y oposición, irritando a quienes sostenían que laalianza naturalera la constituida por CiU y ERC.CiU + ERC = Catalunyafue el lema rotundo de algunos grafitos callejeros tras las elecciones de 2003.

El mensaje grafitero fue difundido también de manera más o menos sutil por agentes intelectuales y mediáticos, incrustados a veces en los medios públicos de la Generalitat. Fuera de Catalunya, la coalición tripartita provocó la exasperada inquina del PP deAznary de sus voceros. Pero también despertó la honda suspicacia de sectores del PSOE, empeñados en ensayar en Catalunya la dialécticaconstitucionalismo-nacionalismoaplicada en el País Vasco. Se descalificó además la coalición como una patología, ignorando la lógica de los regímenes parlamentarios en los que la norma general es el gobierno pluripartidista: en este momento, 11 de las 15 democracias europeas más antiguas tienen un gobiernos de coalición.

En este clima hostil, los errores innegables de los dos tripartitos fueron jaleados con entusiasmo. En cambio, los importantes logros que un observador imparcial debe colocar en el haber de los gobiernos deMaragally deMontillafueron dados por descontados, apenas valorados o interesadamente ignorados. Cuando se examinan los datos reales, queda claro que dichos gobiernos presentan resultados de calidad superior a la de las dos legislaturas que les precedieron, incluso bajo el hachazo de una crisis económica sobrevenida. La pretendida inestabilidad de los ejecutivos deMaragallyMontillaes desmentida por el hecho de que ambos gobiernos han rebasado con creces los 800 días que los politólogos exigen como media para catalogar a un gobierno como de larga duración.

Pero lo cierto es que los socios del tripartito no han sabido contrarrestar el marchamo negativo recibido desde su origen. Cometió errores de comunicación. Sufrió la beligerancia innegable de potentes grupos mediáticos. Padeció las diferencias internas que acompañan a todos los gobiernos de coalición: véanse, como muestra, las discrepancias públicas entre los socios de los dos sucesivos tripartitos alemanes de la cancilleraMerkel.

Sin embargo, creo que el error básico de los socios de los tripartitos catalanes fue asumir su alianza como un expediente forzado por la aritmética parlamentaria, pero sin voluntad de aprovechar la ocasión para sentar las bases del proyecto político compartido queMaragallintuía. Para ello convenía iniciar la revisión de un sistema de partidos cada vez menos comprensible para la opinión pública, incluida gran parte de los votantes del PSC, ERC e IU. Porque perciben que más de 30 años de cambios sociales acelerados reclaman nuevos planteamientos.

Fracaso, pues, de los partidos - y no fracaso del Gobierno- expresaría mejor el balance de la experiencia y explicaría la decepción de un notable sector del electorado catalán. En particular, del sector que acogió la primera edición del tripartito como oportunidad favorable para modificar un desgastado esquema político y ajustarlo mejor a la realidad social.

Lo que más ha frustrado dicha expectativa ha sido la escasa disposición de las cúpulas partidistas para ir explorando otros mecanismos de acuerdo y concertación que tuvieran en cuenta algo más que los rendimientos particulares para cada uno de los socios. La creación de un grupo parlamentario conjunto en el Senado fue un indicio positivo y bien acogido, pero aislado y reducido a la marginalidad de la Cámara alta española.

Sin haber avanzado en esta dirección estratégica, ¿qué pueden ofrecer hoy los socios del actual tripartito? Sus opciones son replegarse en la oposición o formar una alianza de conveniencia en la que Convergència i Unió jugaría un papel dominante. No parece una perspectiva que les permita recuperar un gran apoyo social.

Agarrarse a otracombinazionepuede satisfacer los intereses de algunos aparatos partidistas y las conveniencias indisimuladas de poderosos grupos de presión. Pero no mitigará el desencuentro entre sociedad y política. No revitalizará la energía ciudadana, debilitada por una desilusión mucho menos imputable a la obra de gobierno del Ejecutivo saliente que a la falta de perspectiva histórica de los partidos que lo han integrado. 'Exconseller' de Justícia y catedrático de Ciencia Política de la UAB.