El reto de gobernar la incertidumbre

Escuche, señor candidato

Cargar «contra Madrid» es demasiado fácil y ahora toca apostar por la excelencia y no por la pelea

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Josep López de Lerma

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Ignoro si convendrá conmigo en que Catalunya se halla en una delicada encrucijada que, para mí, constituye fruto no buscado, pero cierto, de estos últimos siete años. Luego, podemos coincidir en que estas no serán unas elecciones cualesquiera. No las voy a calificar de históricas, porque este epíteto se ha convertido en una ordinariez de tanto usarlo, pero sí de importantísimas. Voy a serle franco.

El alma del pueblo catalán está dañada por la frustración derivada del nuevo Estatut de autonomía, y no solamente, ni tan solo principalmente, porque el Tribunal Constitucional lo ha capitidisminuido, que también, sino porque se nos embarcó en una aventura que jamás los ciudadanos habían solicitado, se hizo la travesía desconociendo la bravura del mar, sin los aparejos precisos, y encima con marineros que nunca antes se habían hecho a la mar.

En esto, la mayoría de ustedes fueron Abraham, que tierra prometida ofreció, y que aún hoy, miles de años después, tierra discutida es. Fíjese: tanta es la diferencia entre aquello que dijeron y aquello en verdad obtenido que, por ahora, el principal partido catalán lleva por nombre Abstención. Disculpe, pero usted alguna responsabilidad tendrá.

Porque cargar «contra Madrid» es demasiado fácil. Lanzar a terceros los demonios que nosotros mismos creamos no puede ni debe explicar por más tiempo los déficits y las insuficiencias de nuestro hacer político.

Ninguna nación creceper se a costa de achacar, recriminar, inculpar, acusar y condenar a otras. Va a más por méritos propios. Y ahora toca apostar por la excelencia como país y no por la pelea permanente contra el poder político español centrado en Madrid. Solo siendo los mejores en todos los terrenos podremos llegar a ser respetados. Lo demás es pura excusa, incapacidad manifiesta y fundamentalmente una gran estafa. Porque lo que se exige de usted es que resuelva los problemas, no enrede ni irrite, calle en vez de hablar tanto, entierre las sandeces y señale metas posibles de alcanzar. Esto ha cambiado. No se le paga para que encabece una manifestación de protesta, sino para que, con sus logros, evite su necesidad.

Estos son tiempos de cambios profundos, señor candidato. Lo frenético de los mismos a todos nos aturde. Habrá que encontrar un lugar donde poder pensar y decidir. Pero aceptará que Catalunya no será nada mañana mismo si la excelencia no se da en nuestros colegios, institutos y universidades. Discutiéndonos sobre obviedades, nos hemos constituido en vagón de cola respecto de la formación de nuestros jóvenes. Así no vamos a ninguna parte y, sin desear ponerme trágico, le digo que o hay sublimidad educativa o simplemente no seremos nadie.

Las naciones, hoy, no se calibran por su deseo de ser, que resta anclado en el romanticismo, sino por lo que son. Y sin un elevado PIB a uno ni se le conoce ni se le reconoce. Y la diferencia la marca la competitividad económica fundamentada en la formación innovadora de los ciudadanos.

Ignoro cuál es su punto de vista, pero el mío es que estamos mal porque, entre otras cosas, hemos dejado de cultivar valores como la exigencia, la responsabilidad y la voluntad individual de ir a más. Disculpe: nos hemos convertido en una república de papanatas acomodados. Por eso le digo que únicamente podemos estar entre los grandes si antes maduramos como sociedad.

La economía no va. Podemos echarle la responsabilidad a cualquiera, pero retenga un dato reciente: la mayor victoria republicana norteamericana en los últimos 80 años ha estado marcada por la influencia del Tea Party, que tan solo propone un par de cosas en el ámbito económico: la reducción del gasto público y el equilibrio presupuestario. No proponen endeudarse, sino vivir de lo que se produce, y ser tremendamente austeros en la cosa pública.

El mensaje ciudadano ha sido contundente: debe reducirse el tamaño de la Administración, esta debe centrase en aspectos como educación, sanidad y transportes, y se debe dejar más espacio para la esfera individual. En este punto, a la Unión Europea no le cabe otra cosa que reconocer el fracaso de las políticas de gasto, ya que estas no se han enfocado a revitalizar el tejido productivo, sino a taponar los agujeros del derroche. Se ha escogido un camino equivocado. Y nosotros también, porque no se trata de subvencionar a los que no pueden seguir, sino ayudarles a caminar de nuevo.

Perdone, señor candidato, que no le desee suerte. Es usted quien debe convencerme de que está maduro para gobernar la incertidumbre. Porque de eso se trata: no hay siquiera una pequeña vela encendida en medio de tanta oscuridad. No me ofrezca ni retórica ni pelea con Madrid. ¿Sabe qué me interesa? Pues qué va a ser de mí y de los míos. Acepto que puede parecer como una petición cargada de egoísmo, pero sepa usted que hoy debe hablarnos de precios, de impuestos, de educación, de sanidad, de infraestructuras, de quienes no pueden seguir y también de ideales. Céntrese y vaya al grano.

Exdiputado en el Congreso

por Convergència i Unió.