«La respuesta traerá odio»

El campamento de protesta saharaui es polvo y ceniza, y El Aaiún, una ciudad sellada por el Ejército marroquí y los distintos cuerpos de seguridad. Las miles dejaimas(tiendas de nómadas) del campamento han sido abatidas«con palos y luego con apisonadoras», afirma Silvia García, miembro de la asociación Sahara Thawra. Junto a otros tres activistas españoles y un mexicano, llevaba varios días compartiendo in situ la causa de los más de 20.000 saharauis que se exiliaron hace tres semanas a las afueras de El Aaiún para reivindicar políticas sociales, un reto que Marruecos no ha perdonado aunque en ningún momento surgieran reclamaciones políticas a favor de un Sáhara libre. Aun así, el asalto militar acabó por sembrar el terror en la población saharaui y dejará importantes secuelas.

«Desde que comenzaron las amenazas, separamos a las mujeres y a los niños de los hombres para que estos llevaran a cabo la resistencia a las fuerzas de la ocupación. Cuando estas ya estaban dentro de las tiendas, corrimos para sacarlos a todos y muchos huyeron a pie. Había mucho miedo», relató Isabel Terrazas, activista española que recorrió los 15 kilómetros que separan el campamento de El Aaiún acompañando a las familias saharauis. Una vez más, las promesas del Estado marroquí no se cumplieron, algo que recordó las veces que el rey Hassan II aceptó la celebración de un referendo para que los saharauis eligieran su propio destino que nunca se realizó.

El desierto se mueve

Tras los incidentes, las fuerzas marroquís se fijaron un nuevo objetivo en El Aaiún, adonde se trasladaron los enfrentamientos entre saharauis y militares marroquís que, según Ramdan Mesaoud, presidente de una asociación de derechos humanos,»destrozaron toda la ciudad». «Es un caos»,remacha.

Temor a ir al hospital

«Muchos saharauis sufren en sus casas, y temen represalias si acuden al hospital», explica Gesmula Ebbi, diputada por el Partido Progreso y Socialismo (PPS), que aún no ha logrado sobreponerse al momento en que tuvo que recoger a varios heridos abatidos en el suelo. «He visto con mis ojos cómo las fuerzas de seguridad apoyaban a los civiles marroquís para que ataquen a los saharauis. He visto cómo grupos de marroquís abrían las tiendas y las saqueaban y quemaban. He visto cómo se utilizaba una sociedad para atacar a otra»,dice rompiendo a llorar.

Ebbi acudió a El Aaiún para negociar, junto con una delegación del Ministerio del Interior, una solución con los acampados.«Me prometieron que jamás se produciría una intervención violenta. ¿Cómo un país que dice respetar los derechos humanos lleva a cabo una masacre así?»,se pregunta, antes de concluir:«La respuesta brutal generará más odio entre los ciudadanos».