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Las novias del Congreso

DAVID Miró

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Uno de los fenómenos más curiosos de la historia reciente es la fría relación y el nulo espíritu de cooperación que, más allá de proclamas puntuales, han mantenido los nacionalismos conservadores mayoritarios de Catalunya y Euskadi en Madrid. Lo que podría haber sido una alianza estratégica poderosa en el Congreso (de media siempre han sumado una veintena de diputados) para sacar réditos del gobierno de turno, se ha convertido las más de las veces en una carrera en que uno esperaba a que el otro tropezase para correr a ofrecer su apoyo al inquilino de la Moncloa y aparecer como socio preferente y garante de la estabilidad político-económica. Es evidente que la falta de una estrategia común ha facilitado mucho las cosas a los presidentes españoles, que han jugado con habilidad a atraer a una de las dos novias en función de la coyuntura del momento, sobre todo José Luis Rodríguez Zapatero, auténtico maestro en este campo.

Solo durante el primer año de José María Aznar ambos aparecieron juntos en la foto, más por hacerse compañía que por tener un programa similar. Fue un espejismo. Cuando el PP rompió el pacto de Ajuria Enea al no aceptar el plan de paz de José Antonio Ardanza, el PNV pasó a ser el enemigo a batir por un Aznar envuelto en la bandera rojigualda. ¿Y qué hizo CiU? Pues lejos de solidarizarse con sus homólogos del norte continuó al lado del presidente popular y le facilitó, entre otras cosas, la aprobación de una ley de partidos pensada para Batasuna y a la que el PNV se oponía (más formalmente que de facto, sea dicho de paso). Ese fue, seguramente, el momento más bajo de la relación PNV-CiU (Anasagasti dijo que Artur Mas era un candidato de laboratorio). Más tarde, ya con Zapatero, cuando Juan José Ibarretxe presentó su plan para celebrar una consulta sobre la autodeterminación, los diputados convergentes (y unionistas) lo celebraron por todo lo alto. Era la manera de quitarse de en medio al Grupo Parlamentario Vasco y ganar margen de maniobra. La misma euforia y satisfacción que se vive en el seno del PNV desde que el Constitucional se cargó el Estatut y dejó a CiU atada de pies y manos en Madrid, para desgracia de Duran.

Por eso resulta especialmente patética la particular kale borroka de Felip Puig, que pretende que el PNV incendie la legislatura en beneficio de no se sabe quién cuando los vascos (ellos sí) tienen un plan para desalojar a Patxi López de la lendekaritza. A los nacionalistas les resulta mucho más rentable para sus intereses un Zapatero agónico y un López ninguneado que un Mariano Rajoy crecido y en manos de la FAES. Por eso, aprovechando la incomparecencia de CiU, van a explotar al máximo la manija del oxígeno. Y en eso, como en el mus, son unos maestros.