La última chispa

La frontera de la igualdad

MAYKA NAVARRO
MADRID

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La reivindicación territorial sobre Ceuta y Melilla por parte de las autoridades de Rabat es, nunca hay que olvidarlo, el escenario sobre el que España y Marruecos representan una variada suerte de teatrales disputas en apariencia menores. La invasión y reconquista del islote de Perejil sería el paradigma por excelencia de tan singular relación de vecindad internacional. La nueva obra en cartel tiene también su qué. La creciente presencia de mujeres en el control policial de la frontera ha dado pie a, como mínimo, cuatro incidentes desde el 16 de junio. Es como si los avances en materia de igualdad en España pudieran medirse mejor por cómo contrastan puestos al trasluz de otra cultura. Por una vez, PP y PSOE estuvieron ayer de acuerdo. La presencia de mujeres policía en el paso melillense es innegociable.

No son muchas. Solo hay nueve en la plantilla de fronteras, compuesta por unos 100 agentes. Pero en las academias de formación su presencia es cada vez mayor y, en consecuencia, también lo es en la calle. En Melilla, además, no hacen trabajo de oficina. Están en primera línea de control en un punto en el que, a primera hora de la mañana, puede haber unas 30.000 personas aguardando su turno para pasar al otro lado.

MUESTRAS DE DESPRECIO / Un ciudadano marroquí dio media vuelta con su coche el 27 de junio solo por no darle la documentación a una agente. Dos días más tarde, otro hombre fue detenido por ignorar con desprecio las instrucciones que le dio una policía. El 2 de julio, una agente recibió un bofetón de un marroquí en la frontera. Fue, no obstante, un precedente del 16 de junio el que permitió intuir más claramente a los mandos de la frontera el conflicto al que se enfrentan: una policía viajó con varios de sus compañeros a un encuentro de trabajo en territorio marroquí y el retorno fue un calvario para ella. Aquel día fue evidente lo que las autoridades policiales marroquís sienten por los avances en materia de igualdad en España.

Pero Marruecos, lejos de reconocer esa actitud ante las agentes españolas, pone el acento en el supuesto trato «abusivo» que, en las últimas semanas, supuestamente están recibiendo sus ciudadanos en la frontera (siempre según su versión) por parte de la policía y la Guardia Civil. De hecho, las autoridades marroquís han emitido en menos de un mes hasta cinco quejas formales por supuestas agresiones «racistas» de las fuerzas y cuerpos de seguridad que dirige el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. Tanto se ha tensado la cuerda que, el miércoles pasado, el Rey decidió telefonear al monarca Mohamed VI para cambiar impresiones sobre los «pequeños problemas» que se están viviendo en Ceuta y Melilla y, de paso, acordar la celebración de una reunión informal próximamente.

La intermediación del jefe del Estado ante Marruecos se produjo 24 horas después de que Juan Carlos hubiera recibido, en Palma, al presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Y la gestiónrealparece no haber gustado demasiado a los conservadores, a tenor de lo escuchado ayer por boca de algunos políticos del PP, entre ellos su portavoz, Esteban González Pons. «No es exagerado decir que el Gobierno ha utilizado en los últimos días al Rey como ministro de Asuntos Exteriores, agravando una situación que, de por sí, ya era bastante grave», espetó en declaraciones a la agencia Efe. Algo más comedido fue el responsable de Economía de los populares, Cristóbal Montoro, quien señaló que bajo su punto de vista el Monarca ha hecho «lo correcto», pese a que «es el ministro de Interior, Rubalcaba, quien debe dar explicaciones de lo sucedido en el Congreso de los Diputados».

Ya por la tarde salió a la palestra informativa el portavoz del PP en Asuntos Exteriores, Gustavo de Arístegui, para dar una nueva vuelta de tuerca a un asunto al que el principal partido de la oposición quiere sacar rédito: en su opinión, el Ejecutivo no debería mezclar al Rey en un rifirrafe de estas características y, mucho menos, mantener un «vergonzante silencio» y hacer «dejación» de sus responsabilidades ante Marruecos. «No me parece admisible bajo ningún término el que se acuse de racismo a las fuerzas y cuerpos de seguridad», dijo. Ese mismo camino argumental fue recorrido por el presidente de Melilla, Juan José Imbroda, pues acusó a los marroquíes de «magnificar» los incidentes y al Ejecutivo socialista de no ser suficientemente «contundente».

Con tanto dedo metido en la llaga, el Gobierno de Zapatero se vio obligado a reaccionar. Así, el vicepresidente tercero, Manuel Chaves, reclamó «prudencia» a los que piden mano dura con Marruecos y subrayó que las relaciones diplomáticas no deberían usarse «políticamente».

BLOQUEO COMERCIAL / Y mientras los políticos se perdían en su cruce de declaraciones, los medios de comunicación marroquís seguían echando más leña al fuego que, una vez más, quema la siempre inflamable frontera de ambos estados. Tampoco ayudaron esos carteles que surgieron ¿de la nada? y que denigran la imagen de las agentes españolas. Ni el boicot que sufrieron por unas horas los mercados melillenses, que se quedaron sin los alimentos frescos –frutas, hortalizas, pescados y mariscos– que habitualmente reciben a diario del otro lado de la frontera. Ya a media tarde llegó el suministro. Y la calma. A ver si dura.