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Estampas de fin de curso

DAVID Miró

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El fin de curso en el Parlament nos deja dos estampas que, vistas en perspectiva, nos ofrecen claves de nuestro pasado y futuro político. La última es la unión de los votos del tripartito para aprobar las conclusiones delcaso Convergència,una alianza postrera que deja un regusto amargo. Acabar la legislatura acusando a CiU de corrupción, pese a las numerosas pruebas, no deja de traslucir un cierto fracaso de la izquierda plural, que llegó al poder en el 2004 con la promesa de regenerar la política y deshacer el oscuro entramado de intereses público-privados de la Generalitat convergente. Siete años después se despide entre lamentos del tiempo perdido, de haber empezado tarde y mal con este cometido, y sin poder evitar que todo el asunto se vea como un intento desesperado por mantenerse en el poder.

Todo el interés que se puso al inicio de esta andadura para que en el cambio de Gobierno no se percibiese ningún ánimo revanchista, aun a costa de dejar la porquería debajo de las alfombras, se gira ahora en contra de esa izquierda tan cándida. Pero lo peor es que esa imagen final tiene ya, a las pocas horas de nacer, un aroma a naftalina innegable, a triste epitafio: sí, sabíamos que la derecha era corrupta, pero no lo quisimos decir hasta que nos vimos con el agua al cuello. Así de tontos fuimos.

La otra imagen que nos ofrece pistas de futuro es la votación sobre la prohibición de las corridas de toros. Estoy de acuerdo en que el factor identitario fue decisivo. Si todo el mundo hubiera votado en conciencia, elhubiese ganado por mayor margen, pero los diputados del PSC actuaron más pensando en sus primos del PSOE que en las corridas. ¿O es que la conciencia animalística es superior en CiU que en el PSC? Con todo la foto es la siguiente: el PSC de la mano del PP y de Ciutadans, con algunos restos del maragallismo intentando escapar de ese encuadre infernal (Ciutadans pel Canvi,Antoni Castells).Alguien dirá que es una situación coyuntural, pero o mucho me equivoco o en el futuro veremos esa dinámica mucho más a menudo. Si el derecho a decidir se convierte en el eje de la próxima legislatura, gracias a CiU y con la velocidad que insufle ERC, el PSC se verá haciendo piña con el PP día sí día también.

La consternación de muchos diputados socialistas no venía tanto, pues, de la cuestión taurina como del nuevo paradigma que se avecina, un esquema a la vasca que invalida la estigmatización del PP fomentada los últimos años. Por eso lo más apasionante de la legislatura que viene, si se cumplen los pronósticos y el PSC pasa a la oposición, será ver cómo se realiza la transición, qué estropicio interno causa y qué nuevo discurso se articula. El trance de los toros se superó solo con algunos rasguños, pero en el futuro las heridas pueden ser mucho mayores.