Análisis

El sacrificio del 'president' Montilla

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David Miró

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Casi me caigo de la silla cuando oí alpresident, José Montilla, proclamar: «Hoy he venido a hablar de política». Tendría que remontarme muchos años atrás y hurgar en las profundidades de la memoria para recuperar una declaración similar en boca de un político profesional. Es de agradecer que por fin alguien diga que existe una Política, así, con mayúsculas, en contraposición a una política en minúsculas. El problema es cuando alguien quiere hablar de Política y su interlocutor le responde con lo de siempre. Y oyendo a Montilla primero y a María Teresa Fernández de la Vega después es muy probable que fuese eso lo que ocurrió ayer en el palacio de la Moncloa.

Montilla acudía a la reu-

nión cargado de razones y con su cabeza en una bandeja de plata tras la votación del martes en el Congreso, cuando el PSC priorizó su alianza con el PSOE en detrimento de la unidad catalana. Hecha, pues, la ofrenda ritual, el PSC ha ligado su futuro y su proyecto político al del PSOE. No hay marcha atrás. Por eso Montilla pudo hablar con José Luis Rodríguez Zapatero de tú a tú, de compañero a compañero, y decirle unas cuantas verdades incómodas, es decir, que lo que se cuece en Catalunya no es ninguna broma, y que cuando él se vaya a la oposición el problema, como el dinosaurio, continuará estando allí.

Y el problema ya no es la sentencia, sino de fondo y afecta de manera nuclear a la relación Catalunya-España. «Esto no se arregla con tres leyes y cuatro competencias», dijo Montilla. Y entonces, ¿cómo?, se preguntaban perplejos los periodistas de la capital, acostumbrados como están al mercadeo convergente y a las soluciones exprés zapateriles. Y es aquí cuando hay que leer entre líneas las palabras delpresident, que siempre están muy pensadas y contienen algún significado oculto. Montilla habló de «actitudes y comportamientos» del Estado que deben cambiar. No se trata, pues, de un mero asunto de competencias, no se trata ni tan solo del Estatut. Lo que Catalunya necesita, vino a decir, es que España cambie, que se visualice su plurinacionalidad, que el PSOE y Zapatero no solo hagan suya la letra del Estatut, sino su espíritu, su visión federalizante, al margen de las disposiciones legales. Si quiere salvar al PSC del naufragio, o al menos limitar los daños, Zapatero debe tomar medidas de calado no porque le obligue el Estatut, sino porque se las cree, como visualizar la presencia de la cultura catalana en la Unesco o dar el control de El Prat a la Generalitat. Cosas que nunca haría el PP y por las que le van a crucificar, dicho de otro modo. Pero cosas que demostrarían que su concepción de España es diferente de la que tiene la derecha. Tras la sentencia, el federalismo catalán necesita respiración asistida, y solo él tiene la manija del oxígeno.

Ayer al menos el Gobierno, en boca de De La Vega, admitió que la sentencia había creado un problema, pero su discurso posterior no dio trazas de que se había entendido el mensaje de fondo delpresidente incluso cayó en el error, tan frecuente por otra parte, de minimizarlo. Por eso considero que Montilla se fue satisfecho, pero no por la respuesta obtenida, sino porque nadie podrá acusarle de no haber avisado a tiempo de lo que se avecinaba. Él ya ha cumplido. Ha demostrado que está dispuesto a perder la poltrona por defender la idea de la España plural. Ahora le toca a Zapatero demostrar que está a la altura del sacrificio del PSC.