España ha dejado su impronta en la UE

El país ha sido clave en el proceso de transformación política europea

Portada de EL PERIÓDICO del día histórico.

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ELISEO Oliveras

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A pesar de no ser un país fundador de la Unión Europea (UE) y de haber formado parte del grupo de estados pobres hasta la integración de los países de Europa Oriental, España ha ejercido una enorme influencia política en Europa durante estos años y ha dejado su impronta indeleble en la construcción europea.

Desde el principio de la incorporación en la UE, el entonces Gobierno socialista de Felipe González trabajó estrechamente con la Comisión Europea y los líderes de los otros once estados en la transformación del mercado común europeo en una entidad política que pasó a denominarse UE en 1993,al entrar en vigor el Tratado de Maastricht.

Impulsor de ampliaciones

España fue uno de los principales impulsores de la sucesivas ampliaciones de las competencias y políticas europeas, primero con el Acta Única de 1987 y posteriormente con el salto cualitativo que supuso el Tratado de Maastricht: la creación del euro, de la ciudadanía europea, de la política exterior y de seguridad, de la cooperación política en justicia e interior y de las nuevas políticas europeas en materia social, sanidad, transportes, telecomunicaciones, medio ambiente, consumo e investigación.

González, que mantenía entonces una relación privilegiada tanto con el presidente francés, el socialista François Mitterrand, como con el canciller alemán, el conservador Helmut Kohl, colocó a España en el núcleo de decisión y construcción europea. Sus buenas relaciones con la dama de hierro británica, Margaret Thatcher, y con su sucesor, el también conservador John Major, convirtieron en muchas ocasiones a Felipe González y a España en el mediador clave entre Gran Bretaña y el eje francoalemán para desbloquear las negociaciones europeas.

González fue el inventor del concepto de ciudadanía europea, de la política europea de cohesión y de la política euromediterránea, además de ser el promotor de la política latinoamericana de la UE. España, asimismo, estuvo estrechamente vinculada a la creación del euro, ya que las fases claves preparatorias coincidieron con la presidencia semestral española de la UE de 1989 y de 1995.

Tras la llegada al poder de José María Aznar en 1996, la influencia española en la UE disminuyó, porque el nuevo primer ministro no cuidó las relaciones con el eje francoalemán e incluso las dinamitó. Primero con Berlín en la cumbre de 1999 sobre el presupuesto comunitario y luego con ambos países al alinearse con EEUU a favor de la invasión de Irak.

Durante la etapa de Aznar, no obstante, España desempeñó a nivel europeo un papel clave en el impulso de una política europea de justicia e interior (Agenda de Tampere) y en la adopción de la euroorden de detención y entrega de los sospechosos de terrorismo y de otros delitos graves.

El retorno de los socialistas al Gobierno en el 2004 con José Luis Rodríguez Zapatero permitió mejorar sustancialmente las relaciones de España con sus principales socios. Zapatero tuvo un papel destacado en el proceso de ratificación del frustrado proyecto de Constitución europea. Pero el país no ha recuperado la influencia política de la época de González.

Durante la última década, la proyección española en la UE se ejerció sobre todo a través de Javier Solana, responsable de la política exterior y de defensa de la UE, y cuya ausencia y sustitución en el cargo por la británica Catherine Ashton es lamentada en medios diplomáticos.