MIRADOR

¿Quién azuza el debate identitario?

DAVID Miró

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Con la llegada del tripartito hubo quien se apresuró, desde CiU, a acusar a las tres fuerzas coligadas de querer soslayar el debate identitario para sustituirlo por el clásico eje derecha-izquierda. Si logran su objetivo, venían a decir, Catalunya pasará a ser una región más de España, sin ninguna especificidad remarcable. Huelga decir, siete años después, que el pronóstico no podía ser más desacertado. Pero lo que nadie podía ni tan siquiera imaginar entonces es que fuese el PSC, a la vista de unas encuestas muy negativas, el que agitara la bandera identitaria.

Cada vez queMiquel Iceta, Jaume Collbonio el propio José Montillaabren la boca es para acusar aArtur Masde ser una especie de lobo independentista bajo un manto de cordero nacionalista moderado. Lo más divertido es que CiU huye como de la peste de este debate, para centrarse en los efectos de la crisis. ¿Qué está pasando? ¿A quién le interesa este debate y a quién no? Veamos lo complicado del puzle catalán.

Desde el principio, el tripartito estuvo más preocupado en ofrecer una imagen de buen gestor (seguramente por los muchos complejos que arrastraba) que de imponer un relato de izquierda contra derecha. De ahí, por ejemplo, la política de pactos nacionales con CiU. El problema es que ese objetivo ha chocado con el desbarajuste interno y la imagen de desunión. Llegados a la recta final, se dan cuenta de que por ese flanco no hay nada que rascar.

La crisis representaba, en teoría, una oportunidad para contrastar proyectos. Pero la endiablada aritmética electoral madrileña ha obligado a CiU a hacer de comadrona del recorte social más duro de la democracia de la mano del PSOE, de manera que el PSC, por aquí, tampoco puede hincar el diente al adversario. Cuando explota elcaso Pretoriase acaricia la idea de contraponer el relato de las manos limpias, pero con alcaldes y exdirigentes imputados la operación también resulta inviable.

Por eso, en el actual contexto de crisis y efervescencia independentista, el único saliente al que los socialistas pueden agarrarse para desmarcarse de CiU es su apuesta clara por la continuidad de Catalunya en España sobre la base del cumplimiento íntegro del Estatut. Agitar el fantasma de la secesión es la única manera que han encontrado para presentar aMontillacomo el hombre que asegura la estabilidad, la seriedad y una relación leal con España. Con esa jugada el PSC parece anticipar el futuro y asumir el papel de los federalistas quebequeses o los laboristas escoceses, es decir, convertirse en el partido delnoa la independencia. El precio es aparecer al lado del PP, pero al menos así consiguen despegarse de CiU, diferenciarse en algo. Tener una bandera, y una identidad. Porque en eso CiU es verdad que no la tiene. O no solo una.