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¿Tienen ideología las empresas?

DAVID Miró

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Artur Mastardó mes y medio en decidirse a devolver el dinero que la Fundació Trias Fargas (ahora CatDem) había recibido deFèlix Milleten nombre del Orfeó Català-Palau de la Música a lo largo de una década. Durante siete largas semanas se aferró a la legalidad de los convenios, aunque luego se supo queMilletno tenía poderes para firmarlos. Al final, presionado por la opinión pública, y ante la sospecha que tras los convenios se escondía un posible caso de financiación ilegal de CDC,Masordenó la devolución. Con ese gesto se esperaba tapar el escándalo, ya que en el ámbito judicial no hay, por ahora,caso Convergència.

La cuestión es que ese trapicheo de dineros entreMillety CDC olía mal desde el principio. Hasta ahora se pensaba que las donaciones obedecían a la política untadora deMillet,que iba desde las donaciones a partidos hasta el pequeño soborno a empleados de la limpieza municipal. Todos debían estar contentos con el gran estafador, de ahí su inmenso poder y sensación de impunidad. Pero he aquí que el cándido dietario deGemma Montull,con su letra redonda de estudiante aplicada, apunta a que el Palau integraba un oscuro engranaje de financiación de CDC vía comisiones a empresas adjudicatarias de obra pública. ¡Uff!

No hace falta decir que va a resultar harto difícil establecer una relación de causa-efecto jurídicamente comprobable entre las adjudicaciones y las donaciones al Palau de estas empresas, porque es de esperar que todas las partes lo nieguen y busquen alguna excusa peregrina para justificar las anotaciones (aunque no hay que descartar queGemma Montullse derrumbe o acepte algún beneficio a cambio de explicar lo que sabe). Pero igual que el PP en elcaso Gürtel,CDC haría mal en confundir los planos legal y moral.

En mi opinión, el verdadero escándalo y grieta legal que ensucia nuestro sistema democrático es la posibilidad de que las empresas como tales puedan hacer donaciones a partidos o fundaciones afines. En el caso de la Trias Fargas está acreditado que las principales constructoras del país, como ACS –¿acaso esFlorentino Pérezsimpatizante de CDC?–, Fomento de Construcciones y Contratas (controlada por otra insigne nacionalista catalana comoEsther Koplowitz),Comsa y Copisa, son los principales donantes de la fundación convergente.

¿Desde cuándo las empresas tienen ideología? Yo pensaba que esa era una cualidad de personas individuales, con nombre y apellidos. Las empresas, como los países, solo tienen intereses. ¿Y qué interés puede tener una constructora que dedica una parte de sus beneficios a engordar las cuentas de un partido? A mí solo se me ocurre uno. Porque al menos Ferrovial siempre podrá decir que quería contribuir a la cultura.