EL DEBATE SOBRE LA AUTODETERMINACIÓN

Ante un referendo auténtico

La posibilidad de que las consultas soberanistas den paso en el futuro a una votación oficial sobre la independencia de Catalunya abre un amplio abanico de preguntas e hipótesis

DAVID Miró

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El próximo 28 de febrero, 77 poblaciones catalanas celebrarán una nueva ronda de consultas sobre la independencia. Es una buena ocasión para imaginar cómo sería la campaña si el referendo fuera auténtico y vinculante. ¿Cuáles serían los argumentos principales de uno y otro bando? ¿Qué pesaría más? ¿Los elementos identitarios y sentimentales o los meramente pecuniarios? Intentar responder a estas preguntas es un (saludable) ejercicio de política ficción que, además de anticipar un posible futuro, sirve para reflexionar sobre un presente que resulta cada vez más volátil.

LA PREGUNTA

No es igual separarse que independizarse

«No se puede imaginar la campaña sin tener en cuenta el proceso que lleve al referendo», afirma Alfons López Tena, presidente del Cercle d’Estudis Sobiranistes y organizador de las consultas del 12 de diciembre en la comarca de Osona.«Lo primero que determinaría los mensajes es la pregunta: no es lo mismo hacer campaña por el sí que por el no», explica Jordi Mercader, exdirector de comunicación de la Generalitat con Pasqual Maragall. No es lo mismo preguntar ¿quiere usted separarse de España? que ¿está de acuerdo en que Catalunya sea un estado independiente dentro de la UE?

Además del enunciado, serían determinantes la naturaleza de la elección –¿entre qué se escogería? ¿Entre una Catalunya independiente y una España unitaria, o entre un Estado catalán monolingüe y una España plurinacional?– y las condiciones del proceso. ¿Estaría asegurada la permanencia de Catalunya en la UE? ¿Estarían claros los términos de la relación con España tras la separación? ¿Sería posible una Catalunya independiente bajo el paraguas de la monarquía española al estilo de Canadá con la corona británica?

LA ECONOMÍA

El déficit fiscal contra el coste de la secesión

Sobre el papel, cuanto menos traumática fuera la separación, más viable resultaría. Por tanto, la campaña del sí debería ser desdramatizadora, amable, documentada y alejada de los elementos identitarios. Por contra, la campaña del no tendría dos patas. Por una parte, apelaría a los lazos de todo tipo que unen Catalunya con España: institucionales, económicos, históricos, culturales, sentimentales, familiares... Y por otra, invocaría los riesgos de la secesión, mayormente en el campo económico. Una campaña amable del no, por ejemplo, lanzaría la pregunta de contra quién disputará la Liga el Barça. Una campaña dura, que es la que esperan los secesionistas, resucitaría los fantasmas balcánicos.

Los independentistas fían buena parte de sus expectativas al argumento económico, que querrían convertir en su principal baza. Este se perfila como un campo de batalla crucial.«De entrada, la perspectiva de un referendo haría aumentar de forma exponencial los estudios sobre los costes y consecuencias de la separación», señala el economista Joan Casas.«Los partidarios de la independencia intentarían convencer a la gente de que una Catalunya independiente podría tener a la larga un nivel de vida como el de Holanda o Dinamarca, mientras que los contrarios pondrían el acento en los riesgos a corto plazo».

Las balanzas fiscales publicadas por el Gobierno español en julio del 2008 demuestran que Catalunya soporta un déficit fiscal próximo al 9% de su PIB. De entrada, pues, una Catalunya independiente contaría con más dinero, pero habría que calcular si el saldo es positivo o negativo después de descontar los costes de la secesión (¿cuánto cuesta el servicio diplomático? ¿Y un ejército?). Los estudios que existen sobre la independencia de Catalunya están sesgados a favor de esta opción porque el otro bando no se ha puesto todavía en esa tesitura. Así, por ejemplo, algunos calculan en un 30% el aumento de la riqueza per cápita. Pero hay más. Un estudio reciente del Centre d’Estudis Sobiranistes afirma que con una caja de la Seguridad Social catalana cada jubilado recibiría una media de 2.500 euros más al año, un buen reclamo sin duda para un elector que primaría el corto plazo.

Es de prever que los partidarios del no dibujarían una Catalunya empobrecida por los enormes costos de un estado propio que ahora son compartidos. Pero el debate económico de fondo sería el siguiente: Para posicionarse competitivamente en un mundo globalizado, ¿ es mejor tener un estado propio, aunque pequeño, o compartir uno que puede tener voz en el G-20?

EL FACTOR EMOCIONAL

El independentismo, ¿hablará castellano?

«Una campaña contra España está destinada al fracaso –afirma Jordi Mercader–. Los del sí se deberían centrar en ofrecer garantías a las personas que se sienten españolas; si estas se sienten amenazadas en su identidad más íntima el batacazo independentista podría ser monumental». «No creo que el factor lingüístico tuviese un peso determinante», dice el sociolingüista Albert Branchadell.«La campaña del sí debería hacerse también en castellano y dejar claro que el estatus de esa lengua no va a cambiar; lo contrario les condenaría al fracaso». En la comarca de Osona la campaña se hizo en multitud de lenguas, entre ellas el castellano.

Pero para tener posibilidades reales de ganar, los partidarios del sí también deberían dejar claro qué modelo de país ofrecen. ¿Qué sistema político se adoptaría? ¿Habría un ejército catalán? ¿Qué peso tendría el sector público? ¿Qué política de inmigración se aplicaría? Y también, ¿quién sería el líder del proceso, el futuropresident? ¿Cuántos catalanes famosos o de reconocido prestigio apoyarían la secesión y cuántos harían campaña por España?

LOS REFERENTES

Del modelo báltico al espejo quebequés

Para arrojar luz sobre una posible campaña y la incidencia de los distintos temas en ella hay que acudir a los casos más recientes: Groenlandia, Montenegro, Quebec y las repúblicas bálticas. En este último caso, por ejemplo, parte de la población rusa de Estonia votó a favor de la independencia porque pensó que su calidad de vida aumentaría y no consideraba amenazada su identidad. Ese sería el deseo de los independentistas catalanes. Pero este ejemplo se puede girar en su contra, ya que tras la independencia, los nacionalistas estonios impusieron una política de ciudadanía muy restrictiva con la población rusa. En Quebec el miedo a perder estatus económico llevó a parte de la población francófona a votar en 1995 contra la secesión, que se evitó por 50.000 votos.

Como ven, aproximarse a una campaña verosímil resulta difícil. La cantidad de interrogantes previos es amplísima y de naturaleza muy variada. Lo que está claro es que el proceso nos obligaría a todos a respondernos muchas preguntas, algunas de gran calado. Las que se esconden tras la palabraindependencia.