Zapatero y Rajoy entierran su frágil tregua y ajustan cuentas sobre ETA

ENRIC HERNÀNDEZ / MADRID

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Apenas tres semanas ha durado la frágil tregua entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, escenificada en la Moncloa después de que ETA finiquitara el alto el fuego. El jefe del Ejecutivo y el líder del PP exhibieron ayer en el Congreso el desprecio que se profesan y sus profundas diferencias sobre el fallido diálogo con la banda, ajustando así sus cuentas pendientes. Por enésima vez, los demócratas proyectaron esa imagen de división que tanto alboroza a los etarras. El debate sobre el estado de la nación se convirtió, pues, en un bronco intercambio de reproches, fiel retrato de lo que ha sido esta legislatura y ensayo general de unas elecciones legislativas para las que, según ratificó Zapatero, aún faltan ocho interminables meses.

Todo gran debate parlamentario, máxime cuando es el último de la legislatura, constituye para los políticos un impagable escaparate audiovisual. Así lo afrontaron ayer Zapatero y Rajoy, cada uno a su modo. El presidente exhibió los logros sociales y económicos de su mandato; anunció nuevas medidas --algunas de penetrante fragancia electoralista--; y defendió su empeño, frustrado, de erradicar la violencia mediante el diálogo, frente a un PP empeñado en "hacer oposición al Estado". El menú de Rajoy fue menos variado: destinó el grueso de su munición a denunciar supuestos "engaños" de Zapatero en el proceso de paz.

"POSIBILIDADES REALES" Reservándose para el turno de réplica, en su intervención inicial Zapatero se limitó a sintetizar los principios que han inspirado su estrategia para acabar con el terrorismo, manteniendo "el compromiso democrático con la lucha antiterrorista" al tiempo que exploraba "las posibilidades reales de negociar la disolución de ETA".

Su compromisos, enfatizó, siempre han sido los mismos: "derrotar definitivamente al terrorismo"; "hacer inviable la imposición de una política por la vía de la violencia"; conjurar "la extorsión y la amenaza"; y condenar al ostracismo "el apoyo, la complicidad y la comprensión de los terroristas". Todo ello con el objetivo de "salvar vidas" y "cambiar el rumbo de la historia", pero sin pagar "ningún precio político a cambio" del final de la violencia.

Dentro de esos compromisos enmarcó la lucha policial y, "¡cómo no!, la decisión de explorar las posibilidades de un final dialogado de la violencia". Ahora bien, también dejó claro que, después de que los etarras asesinaran a dos ecuatorianos en Barajas, en diciembre, y de que en junio confirmaran por escrito la vuelta al terror, las reglas han cambiado: "ETA ha hecho imposible un final dialogado de la violencia. No hay vía alguna para el diálogo. No hay margen alguno para intentarlo." La respuesta a la amenaza etarra, ratificó el presidente, será "implacable".

"No entreguemos a los terroristas, ni ahora ni nunca, el premio de nuestra desunión.". Esa fue su primera y más creíble apelación al consenso. A partir de ahí todo fue bronca. Así lo quiso el líder del PP.

LOS "APAÑOS" CON ETA

Tras desacreditar al completo la gestión del Gobierno socialista, Rajoy dio por acabada la legislatura a causa del "gran fraude de la falsa oportunidad para la paz" que impulsó Zapatero, "su gran fracaso". Frente a los anuncios del presidente, el líder del PP se cuidó muy mucho de poner encima de la mesa alguna propuesta de futuro. Eso, argüían los populares en los pasillos, quedará para cuando se presente el programa electoral.

El dirigente conservador acusó al presidente de haber "engañado" a la opinión pública española, porque "sabía que ETA no pensaba rendirse" ni renunciar a sus objetivos políticos y, pese a ello, aceptó negociar con ella; de actuar "de mala fe", de mantener una "conducta desleal" con los españoles y "mentirles"; de llegar a "apaños con los terroristas"... Incluso sentenció que fue el Gobierno el que exploró la voluntad de los etarras de abandonar las armas: "Era ETA la que estaba explorando hasta dónde podía llegar usted."

¿Cómo conjugar el proclamado respaldo al Gobierno frente a ETA y los ataques inmisericordes a su política antiterrorista? Pues con una somera frase: "La crítica de sus errores no merma mi apoyo en el presente. Tranquilícese: si ETA nos ataca a los españoles me oirá decir que toda la culpa es de ETA". Porque, a su juicio, la unidad "no es una mordaza, ni un cheque en blanco, ni una triquiñuela para volver a las andadas, ni cualquier otra variedad de engaño o de cortina de humo".

Por eso, y dando por descontado que el presidente "ha perdido toda la credibilidad", Rajoy le exigió que, para probar su "inocencia", difunda "las actas de las reuniones con ETA" o, en caso contrario, convoque elecciones anticipadas. Y, de paso, puso condiciones para mantener su teórico apoyo al Ejecutivo frente al terrorismo: que se base en la "derrota" de ETA y en la renuncia a un nuevo proceso de diálogo --así pueden reflejarlo las propuestas de resolución del PP, que el Congreso votará mañana-- y que el PSOE no pacte el Gobierno de Navarra con los "anexionistas" de Nafarroa Bai.

RECTIFICACIÓN EN NAVARRA

El pacto con la marca electoral del PP en Navarra será "muy difícil" si no retira sus "mentiras e insultos" contra los socialistas, replicó Zapatero, dejando entrever su predilección por Nafarroa Bai. Tal fue el anticipo de las andanadas que le esperaban a Rajoy. El presidente, contenido hasta entonces, abrió a fin la caja de los truenos.

"Despreciativo", "faltón," "tabernario" y "apocalíptico". Esos fueron algunos de los epítetos que dedicó a Rajoy, al que acusó de "pasar desapercibido" en los cargos que ha ocupado, de "no aceptar la derrota" y "administrar el resentimiento" de quien le situó al frente del PP. Es decir, de José María Aznar. Para desacreditarle, incluso cuestionó su liderazgo interno, habida cuenta de que la constante aparición de "sucesores" a su alrededor.

Pero, por encima de todo, Zapatero arremetió contra Rajoy por dañar al Estado con una oposición basada en "mentiras" y centrada en el terrorismo, tema que debería estar al margen la refriega política. Pero que, a juzgar por el debate de ayer, seguirá muy presente hasta las próximas elecciones generales.