La protesta del PP llena el centro de Madrid pero no hace historia

La convocatoria de Rajoy no se acerca a las grandes marchas contra los asesinatos de ETA

ENRIC HERNÀNDEZ

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Si el propósito hubiera sido solo exhibir músculo electoral, misión cumplida. Pero Mariano Rajoy anunció que la protesta de ayer, a cuenta de la excarcelación del etarra Iñaki de Juana, iba a ser "la más importante de la historia de la España democrática". Y ahí fracasó. El PP llenó el centro de Madrid con cerca de medio millón de personas, pero la pregonada "rebelión cívica" ni siquiera se acercó al éxito de las grandes marchas unitarias contra ETA: la convocada tras el asesinato de Francisco Tomás y Valiente, con un millón de ciudadanos, y la del espíritu de Ermua, que congregó a un millón y medio de madrileños tras la ejecución de Miguel Ángel Blanco.

Fue acabar la manifestación y desencadenarse la guerra de cifras. En cuanto Rajoy acabó de leer el manifiesto, la Comunidad de Madrid, en manos del PP, cifró en 2.125.000 el número de asistentes. Generosa estimación que contrasta con los datos de la Delegación del Gobierno socialista en Madrid, que con un sistema de cálculo basado en fotos aéreas rebajó esa cifra hasta las 342.655 personas. Según los cálculos de EL PERIÓDICO fueron unos 425.000 Y, puestos a comparar, conviene recordar también que el PP presume de tener más de 700.000 militantes.

BANDERAS E HIMNO NACIONAL

Guarismos aparte, la verdadera motivación de la manifestación de ayer la desveló el propio Rajoy en su parlamento final: "No estamos hablando solamente del terrorismo. Ni siquiera principalmente. Estamos hablando de España". No en vano la marcha era una verdadera marea de banderas españolas --en su inmensa mayoría constitucionales, el dispositivo de seguridad hizo su trabajo-- y el acto se cerró con un "¡Viva España!" en boca de Rajoy y con la interpretación del himno nacional.

"ZAPATERO, DIMISIÓN"

Apenas se oyeron consignas contra ETA, pese a que casi todos los concentrados portaban el lazo azul que Gesto por la Paz concibió como símbolo de la unidad contra la amenaza terrorista. Y el terrorista De Juana, cuyo traslado a un hospital de Euskadi fue esgrimido como el objeto de la convocatoria, solo apareció al final, en el discurso pronunciado por el presidente del PP. El grito casi unánime de los manifestantes era otro, "Zapatero, dimisión", y el grueso de los cánticos y las pancartas vinculaban al presidente del Gobierno a ETA o le dedicaban lindezas como "traidor", "embustero" e, incluso, "anticristo". Y eso que Rajoy prometió al convocarla que sería una manifestación "en positivo".

Muchas fotografías de Blanco, el concejal del PP en Ermua secuestrado y asesinado por ETA en 1997, pero ningún recordatorio --tampoco en la alocución de Rajoy-- para las 191 víctimas del 11-M, pese a que hoy se conmemora el tercer aniversario de la masacre islamista de Madrid. Todo lo más, una gran pancarta que, sobre fondo rojigualda, abundaba en la consabida teoría de la conspiración: ETA-Zapatero, ¿quién está detrás del 11-M?

Tras la pancarta, con el lema España por la libertad, no más cesiones a ETA, avanzaban en formación la cúpula del PP, con Rajoy a la cabeza y escoltado por dirigentes populares como Ángel Acebes, Eduardo Zaplana, María San Gil y Josep Piqué. Tampoco faltó a la cita José María Aznar.

Sonrientes, los dirigentes conservadores alardearon ante las cámaras de haber congregado en Madrid a una multitud que rebasaba las fronteras ideológicas de su partido. Un clamor social contra Zapatero y su política antiterrorista que, según esta particular versión, comparte también el electorado de izquierdas, y que el PP se limita a canalizar. Para remachar ese mensaje, el partido dio instrucciones precisas a los servicios de orden: además de impedir la aparición de simbología franquista y de ultras exaltados, los manifestantes no debían portar banderas del PP. La seguridad funcionó como un reloj.

Pero lo cierto es que los alrededores del parque de El Retiro y de la estación de Atocha estaban plagados de autobuses --al menos 750-- fletados por el partido para llevar a sus afiliados a Madrid, en número no inferior a 50.000.

AFIRMACIÓN NACIONAL Al final, la convocatoria devino un acto de afirmación nacional --"Les convoco a defender la nación española", clamó Rajoy-- y, sobretodo, una muestra de la capacidad del PP para sacar a la calle a los suyos con el fin de desgastar a Zapatero. Por si había dudas de los tintes electoralistas de la protesta, los manifestantes acabaron exigiendo, a voz en grito, la convocatoria anticipada de elecciones.