Clint Eastwood, el tirador franco

El director más veterano de Hollywood vuelve a sus 84 años con una película polémica, pero él pone el pecho ante los ataques y replica a tumba abierta. El duro resiste

Clint Eastwood, en un torneo de golf para famosos, el día 11 en Pebble Beach, California.

Clint Eastwood, en un torneo de golf para famosos, el día 11 en Pebble Beach, California.

NOELIA SASTRE

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De un tipo duro como Clint Eastwood se esperan respuestas directas. Y él las da. «Esa es una conclusión estúpida», espeta a quienes afirman que El francotirador celebra la guerra, el asesinato, el patriotismo. «La mayor declaración antibélica que puede hacer un filme es mostrar lo que la guerra hace a los soldados y a sus familias cuando retoman la vida civil». Su última película se estrenó el viernes en España precedida de una gran polémica y de un arrollador éxito de taquilla en EEUU (es el filme de guerra que más ha recaudado allí: 264 millones de euros).

La historia del Navy SEAL más letal, Chris Kyle, sus cuatro misiones en Irak y su vuelta a casa llega a los Oscar con seis nominaciones, incluyendo mejor película y actor

(Bradley Cooper). Llega también con el apoyo incondicional de militares, republicanos y buena parte del público. Y con unos cuantos dardos (el actor Seth Rogen tuiteó que le recordaba a la propaganda nazi y Michael Moore llamó cobardes a los francotiradores). Pero Eastwood, actor y director de 84 años, siempre ha defendido que sus cintas no son políticas, que detesta la violencia y que ha tratado de mostrar sus terribles consecuencias en trabajos como Sin perdón, Mystic River o Gran Torino.

A la defensiva

Ya en el 2003 condenó la guerra de Irak como «un gran error». Y apuntó: «Yo habría optado por un dictador menos cruel, pero nunca habría ido allí a disparar a su ejército». Por eso se enfada cuando lee en la revista New York que El francotirador es una «plataforma republicana», o cuando en The Guardian llaman «patriotas simplistas» a quienes aplauden su retrato de Kyle. «Perdónenme por ponerme a la defensiva, pero esto no tiene nada que ver con ningún partido. Los soldados van allí por una razón. Su comandante en jefe, el presidente Obama, es demócrata. Y no hay ningún otro aspecto político que el hecho de que en las zonas de guerra pasan muchas cosas», sentencia Eastwood, que se define como «defensor de la libertad personal».

Republicano desde que en 1952 votó por Eisenhower, apostó por Nixon pero lo criticó por el Watergate y por su gestión de la «inmoral» guerra de Vietnam. También se opuso a las contiendas de Corea y Afganistán. «EEUU no debería jugar a ser el policía mundial», suele decir. Eastwood se ha definido como «individualista, moderado y libertario, pero no conservador». Conoció a John Wayne en la convención republicana; votó por Schwarzenegger en California; a veces lo ha hecho por candidatos demócratas y dice ser liberal en derechos civiles, apoyando el matrimonio entre homosexuales y la igualdad de las mujeres.

El cineasta, que fue alcalde de Carmel, la ciudad californiana donde vive, declinó hacer campaña por George Bush. «Lo que la ultraderecha le ha hecho a los republicanos es autodestructivo», sentenció. Pero volvió a la arena política en el 2012, cuando apareció por sorpresa en la convención republicana de Mitt Romney y protagonizó una extraña escena junto a una silla vacía, como si conversara con Obama.

Una aventura más para este tipo sin pelos en la lengua. Tan respetado en Hollywood que nadie duda de su trabajo (67créditos como actor; 34 como director desde Escalofrío en la noche, de 1971, y otros tantos como productor), con una sólida carrera de seis décadas y cuatro Oscar, Eastwood ha rechazado papeles como Superman, Rambo o James Bond. También ha conseguido mantenerse a distancia de la prensa rosa, pese a su fama de mujeriego en serie. Hijo de la clase obrera (su madre trabajaba en una fábrica, su padre con el acero), este hombre delgado, amante del jazz y 1,93 de estatura que nació en San Francisco en 1930 nunca ha perdido el tiempo. Ni en el trabajo: se estrenó en películas de serie B en 1955, se curtió en los spaghetti western de Sergio Leone, fue el más duro de la pantalla en los 70 y desde entonces no ha parado. Ni en el amor: ha tenido dos esposas y decenas de relaciones con actrices como Catherine Deneuve, la directora de casting Jane Brolin o la nadadora Anita Lhoest. Ni en la paternidad: Eastwood tiene ocho hijos de seis mujeres.

Con su primera esposa, Margaret Neville Johnson, estuvo casado 31 años. Tuvieron dos hijos y muchas infidelidades. De la segunda, Dina Eastwood, se divorció en diciembre. Dina, exreportera a quien conoció en una entrevista, aparece en dos de sus películas: Deuda de Sangre y Ejecución Inminente. Y en 2012 protagonizó Mrs. Eastwood & Company, un reality que trata de reflejar la normalidad familiar de una superestrella.

La pesadilla con Sondra Locke

Vayamos con los hijos. A Kimber, productora y maquilladora, la tuvo con Roxanne Tunis. Kyle y Alison son fruto de su relación con Maggie Johnson. Él es compositor y ha colaborado en la música de Million Dollar Baby, Gran Torino Mystic River. Ella es actriz, productora y la díscola de la familia. Con problemas de drogas y alcohol en su juventud, posó desnuda para Playboy. Es también la que más se ha quejado de la ausencia del padre, a quien -dice- solo veía en los rodajes. Scott y Kathryn son hijos de Clint y la azafata de vuelo Jacelyn Reeves, aunque su paternidad no se hizo pública hasta principios de los 2000. El chico debutó como actor en Banderas de nuestros padres. La chica también intenta ser actriz, igual que Francesca, la hija que tuvo con Frances Fisher y que ha trabajado con sus dos progenitores en la pantalla. Morgan aparece en el reality show junto a su madre, Dina. Y por último Heather, de la que poco se sabe.

A pesar de todo este lío de vástagos y mujeres, la mayor pesadilla de Clint Eastwood fue Sondra Locke, con quien trabajó en seis películas y vivió desde 1975 hasta 1989. En su autobiografía, Locke le acusa de haberla obligado a abortar dos veces mientras tenía hijos con otra, y de sabotear su carrera cuando rompieron. La tituló El bueno, el malo y el feísimo. H