Trampeando a Trump
Los exportadores afectados por los aranceles tienen dos respuestas inmediatas, aumentar precios o reducir márgenes, pero a medio plazo también pueden presionar para lograr exenciones o ampliar mercados
Las exportaciones catalanas a Estados Unidos caen por primera vez en casi dos años

November 2, 2025, Washington, District Of Columbia, USA: United States President Donald J Trump gestures in the direction of the press as he walks on the South Lawn of the White House in Washington, DC, USA, after disembarking from Marine One on November / Europa Press/Contacto/Francis Chung - Pool via CNP
Hace unos meses que los aranceles de Trump se impusieron a la UE. Los productos exportados hacia EEUU se gravaron con un 10% entre abril y julio. Desde agosto, un 15%. La situación continúa inestable, y algunos países están con el corazón en un puño, atentos a los despropósitos del presidente. Solo hay que ver a Canadá, a quienes se les ocurrió rescatar un discurso radiofónico pronunciado por Ronald Reagan en 1987, en el que explicaba los efectos negativos de las tasas comerciales. Esto se ha traducido en una nueva amenaza del presidente: incrementar en un 10% adicional los aranceles actuales que, recordemos, en Canadá ya pueden llegar al 35% en algunos productos. Mientras este país trata de hacer frente a Trump, la estrategia de la UE es la de no provocar al titán y trabajar para negociar rebajas en las exportaciones más estratégicas. De momento, con poco éxito.
En todo caso, las consecuencias de los aranceles se empiezan a notar a ambos lados del charco. Por nuestra parte, las exportaciones catalanas a Estados Unidos en agosto bajaron un 30,9%, en comparación con el año anterior, empeorando también la balanza comercial. En cambio, el déficit comercial se ha reducido en EEUU, que era uno de los grandes objetivos de la administración Trump. Esto, en cambio, ha ido acompañado de subidas de precios que han perjudicado a los consumidores.
Uno de los sectores agroalimentarios más afectados aquí, y el más mediático, es el del vino y el cava. Conviene recordar que no es la primera vez que este sector se enfrenta a los aranceles de EEUU. Hace unos años, se produjo un conflicto comercial entre Estados Unidos y la UE, que se acusaban mutuamente (con razón) de estar subvencionando a sus respectivos aviones, Boeing y Airbus. ¿La resolución del conflicto? La Organización Mundial del Comercio permitió que la Unión Europea cobrara tasas por 4 millones de dólares a EEUU y estos podían cobrar 7,5 millones a la Unión Europea. Pero, más allá de gravar a los aviones, Trump aprovechó para gravar otros productos de la UE, elegidos selectivamente para hacer daño: los vinos de Francia, España y Alemania, el whisky escocés, quesos y el aceite de oliva. En aquella ocasión, la Unión Europea pagó con la misma moneda, un poco al estilo canadiense, e impuso aranceles a las motos Harley-Davidson, al 'bourbon' y a los coches. Dos años más tarde, en 2021, Biden los eliminó.
De aquella época surgió un estudio económico que, a pesar de que hace algunas simplificaciones, muestra quién salió ganando y quién perdiendo de la tasa sobre el vino. En Estados Unidos, la pérdida fue de 43 millones. Sí, una pérdida neta. Las tasas supusieron una pérdida de 243 millones para los consumidores y el Gobierno americano recaudó 200. Los proveedores españoles y franceses también perdieron: menos ventas, y, por tanto, menos ingresos. Curiosamente, los alemanes vendieron más vino durante este periodo. Es lo que se conoce como el efecto sustitución: si no te puedes permitir la máxima calidad, eliges la segunda opción.
Ante estas evidencias, los productores buscan cómo mantener los ingresos. A corto plazo, las dos estrategias financieras básicas para responder a las tasas son aumentar precios o reducir márgenes. A medio plazo, presionar a la Unión Europea para conseguir una exención para estos productos, pero la negociación se encuentra en punto muerto.
Otra opción es ampliar el abanico de países a los cuales se exporta, avanzando, por ejemplo, en el tratado de la UE con Mercosur, un tratado que hace años que está negociado y que contiene un calendario de eliminación de aranceles para determinados productos, vino incluido. Esto implicaría que las empresas europeas tendrían un mejor acceso a Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. Pero unos pocos países miembros de la UE se oponen a este acuerdo, porque creen que sería desvestir a un santo para vestir otro, y es cierto que, por ejemplo, llegaría carne más económica y criada bajo unos requisitos medioambientales más laxos. Ahora bien, viendo la influencia creciente de Trump sobre los países latinoamericanos, esta también podría ser otra puerta que se cierra. Por lo tanto, si se quiere hacer, habría que actuar con rapidez antes de que sea demasiado tarde.
Alternativamente, siempre queda la estrategia de esperar dado que, de aquí a tres años, Trump tendría que salir de la Casa Blanca. O no.
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