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Opinión | Monarquía
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El rey Juan Carlos debe poder regresar a España

He viajado mucho con él y he apreciado la buena imagen de España que transmitía en el extranjero y lo mucho que ha trabajado en defensa de nuestros intereses nacionales

Las frases más explosivas del rey Juan Carlos: la "insensibilidad" de Felipe VI, el desprecio a Letizia y el "error grave" de su "debilidad" por Corinna

El rey emérito Juan Carlos I compite en el Trofeo Diputación de Pontevedra

El rey emérito Juan Carlos I compite en el Trofeo Diputación de Pontevedra / Lavandeira Jr / EFE

El rey Juan Carlos I, al que ahora conocemos como el Rey Emérito, ha publicado unas 'Memorias', que no es algo que suceda con frecuencia entre las testas coronadas con algunas excepciones, como Pedro el Grande de Rusia o el prusiano Federico II, gran admirador de Voltaire. Tampoco es frecuente que un rey abdique y entre nosotros solo se me ocurren los precedentes de Carlos V, que tenía tantas tierras que las repartió entre su hijo Felipe II y su hermano Maximiliano antes de retirarse al monasterio de Yuste, y el caso menos conocido de Felipe V, medio loco, que lo hizo en favor de su hijo Luis I y que se vio obligado a recuperar la Corona cuando este falleció inesperadamente poco después. Isabel II no abdicó sino que la echó del trono la Primera República, que acabó como el Rosario de la Aurora, y la abdicación de Alfonso XIII nos trajo la Segunda República, que aún terminó peor. No son buenos recuerdos.

Del libro solo conozco, por ahora, los breves fragmentos que ha publicado la prensa y de los que se desprende que don Juan Carlos no trata de ajustar cuentas ni rezuma odios por una decisión, la de abdicar, de la que es único responsable después de que se hicieran públicas ciertas e inapropiadas trasferencias de dinero a su cuenta. Un jefe de Estado no debe recibir ese tipo de regalos, porque despiertan legítimas sospechas sobre las razones que los explican. Dice que reconoce haberse equivocado, que nunca debió haber aceptado esos dineros y que estuvo mal aconsejado por amigos y empresarios que nunca debería haber frecuentado. Es lo que pasa con las malas compañías. De sus frecuentes escarceos amorosos, bien conocidos desde hace muchos años por los españoles, apenas habla y hace bien porque son asunto privado y no nos importan en lo más mínimo. Allá cada uno con su vida privada, aunque no pueda por menos que sentir simpatía y respeto por la Reina Sofía, que ha llevado esas andanzas con mucha dignidad y mucha discreción.

Al margen de sus recuerdos de infancia, sus interesantes revelaciones sobre su relación con Franco, al que no critica y por el que siente una cierta admiración que no oculta, o su papel al frustrar el golpe de Estado de Tejero, se lamenta don Juan Carlos de la soledad en la que se encuentra en su actual residencia de Abu Dabi y habría que recordarle que fue él quien decidió abandonar España porque no quería complicarle la vida al actual monarca y porque tampoco él debía estar cómodo con el acoso mediático. Pero en los Emiratos está muy solo, a pesar del lujo que le rodea. Se aburre, recibe pocas visitas, le han abandonado quienes creía que eran amigos, lamenta con cierta incongruencia no tener visitas de su esposa, celebra las de sus hijas Elena y Cristina, y siente “frialdad” en el trato no ya oficial sino personal “por deber” que le dispensa su hijo el Rey Felipe y que él atribuye a la Reina Letizia.

A punto de cumplir 88 años muy baqueteados, estoy convencido de que al Rey Emérito le gustaría volver a España, no circunstancialmente como cuando visita una clínica en Vitoria o cuando navega en Sanxenxo, le gustaría volver e instalarse definitivamente en nuestro país, que es también el suyo, para pasar tranquilamente entre nosotros el tiempo que le quede, ya que uno no es viejo por tener muchos años sino porque le quedan pocos. No tiene ninguna causa pendiente con la Justicia y los españoles deberíamos estarle agradecidos porque no solo trajo y mantuvo la democracia aquel aciago 23F, sino que presidió la Transición que engloba los mejores años que nuestro país ha vivido en tres siglos, cuando pasó de dictadura a democracia, de pobre a desahogado, de centralizado a autonómico, de mojigato a liberal, de recibir ayuda internacional a darla, y de enviar emigrantes a recibirlos. He viajado mucho con él y he apreciado la buena imagen de España que transmitía en el extranjero y lo mucho que ha trabajado en defensa de nuestros intereses nacionales. Por todo eso y haya cometido los errores que haya cometido, que son conocidos y que él mismo reconoce, ya pagado 'in creces' sus culpas y España debería mostrarse generosa con él y facilitarle unas condiciones dignas para su regreso. Antes de que sea tarde.

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