Países Bajos frena a la extrema derecha
El viento político cambia con la derrota de Geert Wilders, un emblemático líder xenófobo contrario a la inmigración, y el fuerte ascenso de Demócratas 66, un partido liberal, progresista y proeuropeo
Rob Jetten, un político precoz para dar nuevos bríos al centroizquierda de Países Bajos
Claves del vuelco en Países Bajos: ¿qué aliados buscarán los Demócratas 66 de Jetten y por qué Wilders ha sido destronado?

Rob Jetten, líder del partit de centreesquerra D66, després d’emetre el seu vot, ahir a la Haia. | PATRICK POST / AP
Países Bajos es un pequeño país, 18 millones y una extensión inferior a la décima parte de España, pero es uno de los seis estados que en 1957 fundaron el Mercado Común, antecesor de la actual UE. Y por su PIB es la quinta economía europea, justo detrás de España. Además, Países Bajos siempre ha tenido gran relevancia en el mundo europeo y atlántico. El conservador Mark Rutte, que fue primer ministro 14 años, es hoy el secretario general de la OTAN, el responsable de los difíciles equilibrios con Trump.
El miércoles los holandeses votaron y -contra pronóstico- la extrema derecha de Geert Wilders sufrió una severa derrota. Un dato basta. Wilders, que lideraba el primer partido, ha perdido 11 diputados, cayendo de 37 a 26 (en un parlamento de 150 escaños), mientras que los liberal-progresistas o socioliberales de Democracia 66 han subido nada menos que 17, empatando con Wilders a 26 escaños. Además, otros tres partidos de centro: los liberales con 22 (bajan 2), los democristianos con 18 (suben 13) y los laboristas-ecologistas con 20 (bajan 4) suman 88, con lo que podrían tener una amplia mayoría.
El gobierno tardará en formarse, porque hay 15 partidos en el parlamento (se obtiene un escaño con el 0,7% de los votos) y allí la negociación siempre es lenta. Pero lo que ya está claro es que Wilders y su Partido de la Libertad han tenido un muy fuerte revolcón y que, casi seguro, el nuevo primer ministro será el joven líder de Demócratas 66, Rob Jetten (38 años), un progresista preocupado por el medio ambiente (fue ministro del ramo con Rutte) y un convencido europeísta.
Lo principal es que la derrota de Wilders, cuyas posiciones de rechazo a la inmigración influyeron en toda Europa, rompe la tendencia al alza de la extrema derecha en los grandes países europeos: Italia, donde Meloni gobierna, Francia y Gran Bretaña, donde Marine Le Pen y Farage encabezan las encuestas, y Alemania, donde la AfD es ya el segundo partido.
En las anteriores elecciones de 2023 Wilders, con un discurso contra la inmigración a la que culpabilizaba de la escasez de vivienda para los neerlandeses, logró ser por primera vez el primer partido. Y, sin respetar el cordón sanitario, otros tres partidos aceptaron una coalición con él, pero con la condición de que quedara fuera del Gobierno, cuya presidencia recayó en un alto funcionario. La derecha quiso normalizar a la extrema derecha esperando que en el Gobierno se moderaría. Pero pasó todo lo contrario. En junio, Wilders exigió endurecer la política inmigratoria y, al negarse los otros partidos de la coalición, rompió el Gobierno y forzó unas elecciones anticipadas, esperando aumentar sus votos y diputados y ser primer ministro. Habría así reforzado el viento de extrema derecha y su influencia en Bruselas.
Pero no ha sido así. Los neerlandeses, que premiaron a Wilders en 2023 por su discurso contra la inmigración, han castigado ahora a un líder que ha creado continuos problemas al Gobierno y que ha acabado rompiéndolo y forzando unas elecciones anticipadas. El orden que predica la extrema derecha ha acabado en desestabilización y desorden.
La pelota está ahora en manos de los socioliberales de Demócratas 66. ¿Podrá su líder, Rob Jetten, abrir una nueva página y frenar el viento de extrema derecha? No será fácil, porque hay elecciones municipales en marzo, lo que puede desincentivar compromisos y porque el sistema electoral holandés premia el multipartidismo. Además, Jetten tendrá que convencer a los laboristas, que han perdido 4 diputados, y a los liberales, que han perdido dos y quieren un gobierno más a la derecha -sin los laboristas-, que tendría muy difícil alcanzar la mayoría absoluta de 76 diputados.
La democracia es complicada -más con un sistema multipartidista-, pero los partidos tienen que saber pactar y resolver los problemas -inmigración, vivienda- si quieren evitar que la protesta alimente a la extrema derecha. En Países Bajos se ha dado un importante primer paso y los electores han vuelto a confiar en las distintas tonalidades de las políticas de centro, pero ocho días antes nada menos que un 40% decían que todavía no habían decidido su voto.
Hay mucho desconcierto y si el centro-derecha y el centro-izquierda no están a la altura de las circunstancias…
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