Rebosante de dinamita
No dan miedo los disfraces de muertos vivientes o de brujas que ahora circulan por las calles. Lo que nos aterra de verdad es que la ficción acabe siendo un documenta
"El presidente tiene dos minutos para decidir el destino del planeta": Kathryn Bigelow y el aterrador poder nuclear

Rebecca Ferguson a ‘Una casa llena de dinamita’. | EL PERIÓDICO
Descubrí a Kathryn Bigelow hace muchos años. Nos habló de ella Guillermo Cabrera Infante en una conferencia memorable en la Universitat de Girona. Fue la inusual lección inaugural de un curso de verano en la que comentó la película 'Blue Steel', una de las primeras de la cineasta que, más adelante, había de ganar un Óscar. Recuerdo que hizo que nos fijáramos, sobre todo, en el uso narrativo del color azul y en el cuidado extremo que Bigelow tenía por los detalles, por la forma. Desde entonces, la he seguido (la espléndida 'Point Break', por ejemplo, que aquí se llamó 'Le llaman Bodhi', o la inquietante 'The Hurt Locker', traducida como 'En tierra hostil', la historia de unos artificieros en Irak), y, aunque ya forma parte del engranaje más comercial, sigue con esa marca de la casa, el prurito por un enfoque narrativo singular, que traspasa toda convención.
Ahora, Netflix ha estrenado 'A House of Dynamite', una historia electrizante, contada desde ópticas diferentes, pero siempre a partir de un núcleo constante, que narra la posibilidad de un ataque nuclear de origen desconocido contra Estados Unidos. Una maravilla que nos describe un futuro angustioso que ahora vuelve a estar de actualidad a causa de las declaraciones de Trump en el sentido de acelerar las pruebas con armas nucleares como consecuencia del anuncio de Putin sobre el éxito del misterioso torpedo Poseidón.
En otra ficción, la galardonada 'The Diplomat', justamente se habla del arma. Un submarino ruso se ha averiado frente a las costas británicas y existe el temor de que pueda ser rescatado por China, que así podría acceder a una tecnología crucial. Estaba convencido de que el nombre y el torpedo eran fruto de la mente furibunda de unos guionistas alocados, casi como si de un invento de James Bond se tratara. Y resulta que no. El torpedo existe y vivimos en una casa rebosante de dinamita. No dan miedo los disfraces de muertos vivientes o de brujas que ahora circulan por las calles. Lo que nos aterra de verdad es que la ficción acabe siendo un documental.
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