La ruptura
Este es el mensaje más importante que emana de la decisión de Junts: Sánchez ya no tiene la mayoría del Congreso para mantenerse como presidente
Puigdemont rompe con el PSOE: "Podrá ocupar poltronas, pero no podrá gobernar"
Moncloa rebaja la ruptura de Junts al no traducirse en moción de censura y sigue su hoja de ruta: “Votación a votación”

EFE
No cambia nada, pero todo cambia. Por mucho que el PSOE haga ver que no pasa nada grave, el hecho es que la decisión de Junts de romper las relaciones con el PSOE sitúa la precariedad de la legislatura en un límite insostenible. De facto, la mayoría de la investidura acaba de convertirse en una rotunda minoría. En las democracias liberales, en situaciones como esta, lo normal es ir a elecciones, no en vano se ha perdido la estabilidad. Este es el mensaje más importante que emana de la decisión de ruptura de Junts: Sánchez ya no tiene la mayoría del Congreso para mantenerse como presidente. Puede tener la tentación de continuar contra todo pronóstico, cabalgando en una delirante carrera de aritmética parlamentaria, pero ya no es el presidente de la mayoría parlamentaria.
Es cierto que Junts no presentará una moción de censura propia -no tendría ninguna lógica-, ni es imaginable que avale la que podría presentar el PP con el apoyo de Vox. Si ha de haber alguna moción de censura, solo puede ser instrumental, pensada para convocar elecciones y con un nombre de amplio consenso. Esta es una posibilidad que puede estar abierta -todo es negociable en política-, pero antes de llegar a plantearse, sería lógico pensar que el mismo Sánchez convocaría las elecciones. Está claro, pues, que la ruptura de Junts con el PSOE no implica su caída inmediata: puede continuar gobernando. Pero, ¿de qué manera, con quién? Y es aquí donde nada ha cambiado, pero todo cambia. De entrada, ya no habrá las reuniones mensuales en Suiza que acercaban posiciones, limaban desconfianzas y tejían hilos de complicidad. Constatada la absoluta ineficacia de los encuentros, y la carencia de voluntad del PSOE para debatir el conflicto catalán -base del acuerdo de Bruselas- Junts los da por finiquitados. Es decir, uno de los puntos claves de la investidura ha sido un simple fuego de artificios, que solo ha producido humo. A la vez, todas las leyes que el PSOE quiera aprobar ya no serán previamente negociadas con todos los partidos de la mayoría, porque Junts estará fuera de la ecuación. Ergo, las posiciones serán mucho más duras y las negociaciones más farragosas. Junts pasa a la oposición con toda la carga que el término representa. Y por mucho que lo quieran vender como un estadio intermedio-mantendremos los contactos-, el hecho es que un partido opositor tiende a practicar la oposición, y no a pactar. Si se añade que en temas sensibles -economía, vivienda, 'okupación', autónomos-, el Gobierno de Sánchez ha radicalizado hacia la izquierda sus posiciones, todavía queda más clara la lejanía con el espacio central catalán, al cual aspira a representar el partido de Puigdemont. Todo nos lleva a una dificultad enorme del PSOE para aprobar nada, ni los presupuestos, que se dan por imposibles, ni las leyes estrellas que querría plantear. Como ha dicho Puigdemont, Sánchez tendrá el Gobierno, pero no podrá gobernar, tendrá el poder, pero no lo podrá ejercer.
¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Las cartas estaban marcadas desde el inicio, pero ahora ya no hay cartas para repartir, porque se ha cerrado la partida. Junts ha acumulado muchos motivos para la ruptura, resumidos en tres centrales: el debate sobre el conflicto catalán, eje central del pacto de investidura; la carencia de voluntad de avanzar en los acuerdos cerrados y nunca ejecutados; el comportamiento del PSC, tanto en el ayuntamiento de Barcelona -donde hurtó la alcaldía a Junts gracias al PP-, como en la Generalitat, que se ha convertido en un motor de españolización de Catalunya. Puigdemont ha sido muy claro en este sentido: Salvador Illa ha sido clave al impedir cualquier acuerdo que tuviera que ver con los intereses nacionales catalanes. Y le culpa de ejercer la presidencia de la Generalitat más españolizadora de la historia.
Con toda el peso en la mochila, Junts no podía continuar con el PSOE, y más cuando siempre había prometido que no haría como otros partidos que arrastran los pies, y que solo mantendría el acuerdo si servía para cambiar realmente el paradigma catalán. Dos años después de la investidura, es evidente que nada de esto ha pasado. Ahora le toca a Sánchez tomar la decisión. Puede continuar como si oyera llover, pero está en medio de la tormenta. Ya no es el presidente de una mayoría transversal, sino un político en minoría que se aferra desesperadamente al poder. ¿Sobrevivirá? Podría, ¿pero a qué coste?
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